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Columna
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Asuntos sucios

Podemos asistir al esclarecimiento de los años más turbios en los márgenes de la política y la empresa. Nada mejor para reforzar nuestra democracia que combatir esos rastros de impunidad

David Trueba
El extesorero del PP Luis Bárcenas sentado en el banquillo de los acusados durante la primera sesión del juicio de los "papeles de Bárcenas"en la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares.
El extesorero del PP Luis Bárcenas sentado en el banquillo de los acusados durante la primera sesión del juicio de los "papeles de Bárcenas"en la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Desde que trascendieron las fotocopias de los papeles de Bárcenas resultó un asunto fascinante. Aún recuerdo la cara de un alto ejecutivo de televisión cuando me preguntó por esos días qué serie me gustaría hacer y le contesté que una basada en las actividades reales que describían esas anotaciones. La respuesta no pudo ser más tajante: eso no se puede hacer en España. Y ha resultado cierto. Quizá con la llegada de las empresas norteamericanas a nuestro paisaje audiovisual algo cambie. La cultura anglosajona entiende que el análisis político, la crítica y la investigación son ramas imprescindibles de la democracia y no elementos de guerra partidista. De hecho, una pieza teatral transportaba una de las deposiciones de Bárcenas ante el juez de manera literal y el espectáculo adquiría rasgos de película de terror con tan solo dos actores encerrados en una salita. La enésima promesa por parte del contable Bárcenas de tirar de la manta podría ayudarnos a componer un mapa de la corrupción mucho más sólido que las fantasías que manejamos.

La pugna entre los intereses de la defensa de Bárcenas y el interés general se desarrolla en las sesiones que juzgan el llamado caso Púnica. Un tremendo sumario que salpica a la organización del PP en Madrid a lo largo de sus décadas de dominio absoluto del poder. Bárcenas ha relatado que entregó en mano a Esperanza Aguirre 60 mil euros para la financiación de la campaña electoral de 2007. La expresidenta corrió a negar la acusación y amenazó con interponer una querella criminal contra Bárcenas. Pero entre los rasgos de su indignación destaca que recurriera a la mentira de afirmar que Bárcenas hacía esta declaración para obtener permisos penitenciarios. Esos permisos no dependen de supuestos pactos con la fiscalía, sino que le corresponden por años cumplidos de condena. Lo interesante del detalle contable es que está apoyado en un viaje de dinero fácilmente comprobable. Según Bárcenas, el presidente de la constructora Ploder, Luis Gálvez había desembolsado esa cantidad. Para proceder al pago, se obligaba a las compañías adjudicatarias de contratos públicos a liquidar un 1% del presupuesto a empresas ligadas a la corrupción del partido, que ejercían de pantalla de disimulo pero también de tubería de conducción de dinero.

Donaciones falsamente altruistas y contratos forzosos con empresas afines forman parte del mecanismo recaudatorio del partido. Bárcenas no parece que por el momento haya entregado pruebas más contundentes que esas anotaciones que explican el circuito que terminaba en sobresueldos para miembros del partido y una acumulación de fondos en la caja b. Pero el rastro de la corrupción en Madrid es enorme, lujos, coches, viajes, altillos que esconden bolsas de dinero. Esa concurrencia a las elecciones en estado de dopaje desvirtúa los resultados y por mucha indignación que los altos responsables pongan en negarlo, las evidencias son apabullantes. Ojalá que en lugar del habitual código del hampa, pleno de silencios y destrucción de pruebas, los implicados alcancen un estado de ánimo que les permita la colaboración con la justicia. Podemos asistir al esclarecimiento de los años más turbios en los márgenes de la política y la empresa. Nada mejor para reforzar nuestra democracia que combatir esos rastros de impunidad. Los asuntos sucios se combaten con la luz.

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