Una oportunidad en I+D
La región ocupa posiciones de cola en la nueva revolución tecnológica, pero puede recuperar el tiempo perdido con políticas adecuadas
Toda evidencia económica apunta a que el mantenimiento de un sólido estado del bienestar será posible únicamente sobre el substrato de una economía competitiva e innovadora. España ha sumado a su histórica debilidad en I+D una década perdida. Hoy, la economía española invierte el 1,25% de su PIB en I+D, datos similares a los de 2007. Nuestros competidores salen de la gran recesión de 2008 apretando el acelerador. La economía alemana incrementó su esfuerzo en I+D en un 20% entre 2008 y 2018. China lo hizo en un 50%. El escenario poscovid es el de una acrecentada competición tecnológica, en la cual los territorios establecerán políticas para atraer y retener talento, tecnología y capacidad productiva avanzada. La nueva globalización irá de desarrollar potentes clústeres [grupos empresariales] de I+D, con industrias digitalizadas y basadas en conocimiento. Las inversiones inteligentes en I+D hoy (públicas y privadas) garantizarán las pensiones, la sanidad o la educación pública mañana.
Andalucía llegó tarde a la revolución industrial, y ocupa posiciones de cola en la nueva revolución tecnológica. La inversión en I+D de la economía andaluza es solo del 0,93% de su PIB, por debajo de la media española (1,25%), y europea (2%). Toda política económica y de competitividad que se precie debería fijar como objetivo prioritario alcanzar ese 2% a toda velocidad, y evolucionar hacia el 3% (donde ya se sitúan los países de cabeza). Según el Regional Innovation Index de la UE, Andalucía ocupa la posición 205 de 238 regiones europeas. Hay espacio y urgencia para la mejora.
¿Es difícil recuperar el tiempo perdido? En absoluto. En innovación, sabemos que las cosas pasan muy rápidamente si se desarrollan las políticas adecuadas. Andalucía cuenta con más de 30.000 investigadores en sus universidades, 11 parques de innovación, con más de 1.300 empresas instaladas; y 18 centros tecnológicos. El esfuerzo bruto en I+D de la economía andaluza es de 1.538 millones de euros, solo por detrás de Madrid y Cataluña. Dispone de clústeres de alta tecnología, como el aeronáutico de Sevilla. La Universidad de Granada se encuentra entre las mejores del mundo en Ciencias de la Computación (destacando en Inteligencia Artificial). Málaga, con un potentísimo liderazgo empresarial, se está convirtiendo en un centro de operaciones internacional de innovación, con la reciente atracción del centro de desarrollo de software de Dekra, y del centro de excelencia de ciberseguridad de Google.
Con este substrato, ¿puede Andalucía aspirar a ser un clúster global de I+D? Sin duda. Países como Corea del Sur se han convertido en superpotencias tecnológicas, de la nada, en pocas décadas. Portugal está emergiendo como la nueva “Finlandia del Sur”, escalando posiciones muy rápidamente en los rankings de innovación mediante políticas rigurosas de transferencia tecnológica, atracción de emprendedores, y apoyo a la I+D empresarial. Para llegar a la media europea, la economía andaluza debería doblar su inversión en I+D. Es decir, invertir 1.500 millones más. Algo teóricamente sencillo para una economía de 165.000 millones, y con un presupuesto de la Junta de Andalucía de 40.000 millones. No es problema de recursos, sino de visión, estrategia y liderazgo.
Sabemos cómo hacerlo: estabilidad y planificación a largo plazo, establecimiento de objetivos, estímulos a la I+D empresarial, incentivos a la cooperación universidad-empresa, apoyo a los proyectos tractores de la industria tecnológica, meritocracia y excelencia investigadora, orientación a la transferencia tecnológica y atracción de inversión de alta tecnología. Estrategia, liderazgo, perseverancia y presupuestos. La economía es ciencia de incentivos, no de palabras. Aquellos grupos políticos que descubran las posibilidades de la innovación para crear un país digno, tendrán un activo político imbatible.
Xavier Ferrás es profesor de ESADE (Universidad Ramon Llull)
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