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Columna
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Nevada en Madrid

Lo más llamativo ha sido la reacción de las autoridades, unas llamando a quedarse en casa a la población y otras a salir y todas reclamando del Gobierno de la nación ayuda a falta de esos medios propios que deberían haber previsto

Julio Llamazares
Varias personas caminan por la Gran Vía y por la calle Alcalá de Madrid, el pasado sábado.
Varias personas caminan por la Gran Vía y por la calle Alcalá de Madrid, el pasado sábado.Ballesteros (EFE)

Como Madrid es España dentro de España, la nevada que cayó el pasado fin de semana sobre la capital fue un acontecimiento no solo para ella, sino para España entera. Poco importa que comarcas enteras del país llevaran semanas bajo la nieve; hasta que no nevó en Madrid no nevó en España.

Suele ocurrir con el Real Madrid en el fútbol, con las campanadas de Nochevieja del reloj de la Puerta del Sol, con las declaraciones de la presidenta Ayuso o del alcalde Almeida y hasta con las verbenas de San Isidro o de la Paloma: lo que pasa en Madrid es de interés para todos los españoles y, al revés, lo que no pasa en Madrid interesa a muy pocos. Como vecino de Madrid debería alegrarme por ello, pero por más que lo intento no lo consigo. Debe de ser que vengo de una provincia y conservo la memoria de que fuera de Madrid también suceden cosas que afectan a las personas.

Por ejemplo: la nevada que cayó sobre Madrid el fin de semana pasado no cayó solo sobre la capital de España, también lo hizo sobre otras provincias. Y las consecuencias fueron iguales o parecidas por más que los noticiarios hablaran prácticamente solo de la capital de España. Hasta más de una hora duraron los telediarios en esos días, la mayor parte de ese tiempo dedicado a Madrid casi en exclusiva. Cierto que la de la capital ha sido una nevada histórica y que sus efectos fueron y siguen siendo importantes, pero también es cierto que en muchas zonas del país nevadas así caen con frecuencia y no se les da la importancia que a la de Madrid. Sin ir más lejos, días antes de que la nieve cayera sobre la Cibeles dos operarios de una quitanieves murieron sepultados por un alud de nieve en Asturias (uno sigue sin ser rescatado aún) y los españoles siguen sin conocer el nombre del presidente del Principado y el del concejo donde ocurrió el accidente.

Siete millones de madrileños somos muchos, es verdad, pero ello no nos faculta para sentirnos los únicos damnificados por Filomena como parece por los informativos. Es más, si comparáramos la nevada de Madrid con las de otras zonas nos sorprendería saber que no ha sido la mayor ni la que más va a durar en el suelo por las heladas. La nevada del fin de semana en Madrid ha sido la mayor del siglo en la capital, pero en Teruel o en León nevadas así caen varias veces todos los inviernos.

Lo más llamativo, de todos modos, no ha sido la reacción de los madrileños ante la nevada, que al fin y al cabo se comprende (no todos van a esquiar ni han visto nevar así muchas veces); lo más llamativo ha sido la reacción de las autoridades, unas llamando a quedarse en casa a la población y otras a salir, y todas reclamando del Gobierno de la nación ayuda a falta de esos medios propios que deberían haber previsto, puesto que es su obligación competencial, y sobre todo la intervención de la UME, esa unidad militar a cuya creación por el Gobierno de Zapatero el partido de la presidenta y el alcalde de Madrid se opuso en su día y hasta ridiculizó diciendo que el Ejército no era una ONG. Rajoy ya se habrá olvidado, pero las hemerotecas no.

Entretanto, la nieve sigue en las calles demostrando su ineptitud.

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