El fin de la ambición
La pandemia ha transformado la escala de prioridades de gran parte de la humanidad. Hemos tenido la suerte de llegar vivos hasta aquí. Ahora, ¿cómo vamos a vivir?
En uno de los resúmenes televisivos de 2020, una enfermera española, agotada, decía a cámara: “Este año nos ha tocado ser fuertes; a ver si en 2021 nos toca ser felices”. La pandemia ha transformado la escala de prioridades de gran parte de la humanidad. Y está acabando con la ambición. Hemos tenido la suerte de llegar vivos hasta aquí. Ahora, ¿cómo vamos a vivir?
Es razonable rebajar las expectativas porque a la mayoría de los ciudadanos se le han reducido las opciones. Por mucho que en Occidente los Gobiernos ayuden con subsidios para mantener el empleo, este se destruye y se precariza. Vemos contratos de un mes, de semanas y hasta de días. Los puestos tecnológicos, bien remunerados y con buena consideración social, escasean. Para millones de personas la economía digital quiere decir esperar a que las plataformas les asignen un pedido para repartir.
En los últimos 30 años, el mundo había conseguido reducir la desigualdad, pero la covid-19 ha invertido esta tendencia. Los que menos tienen, tras la pandemia, ganarán todavía menos. En países en desarrollo, 250 millones de personas pueden verse en la pobreza absoluta.
La juventud debería ser esa edad en la que la ambición está en máximos, pero a los preadultos de hoy les ha quedado un sucedáneo. La socióloga francesa Monique Dagnaud habla de “la generación de los destinos revueltos” porque no pueden hacer planes y eso condiciona su autonomía como ciudadanos. En Estados Unidos, el cierre de las universidades durante el primer confinamiento hizo que los menores de 30 años volvieran a vivir con sus padres en un porcentaje mayor que durante la Gran Recesión, según el Pew Center. Entran en un mercado laboral maltrecho, y eso solo si tienen suerte. En España, el paro juvenil superó el 41% en el tercer trimestre del año pasado, casi el triple de la media de la OCDE.
La falta de expectativas se nota en muchos frentes. La población que no puede proyectarse en el futuro compra menos casas, reduce su gasto, no es tan productiva. La OMS estima que seis de cada diez europeos sufren fatiga directamente relacionada con la pandemia, un agotamiento psicológico que puede ir unido a ansiedad y a otros trastornos.
Se habla de pandemials sin que exista un acuerdo sobre si el término se refiere a los bebés nacidos desde marzo, a los niños afectados por los confinamientos o a los jóvenes limitados por dos crisis económicas seguidas. En realidad, pandemials somos todos: los mayores y enfermos que solo tienen por delante unos años de vida y han perdido casi uno entero; los autónomos que han visto quebrar su negocio; los que simplemente prefieren no aspirar a nada para que nada más se tuerza. @anafuentesf
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