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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Balance atípico

El Gobierno sortea el Parlamento, que es el lugar para rendir cuentas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante la rueda de prensa para presentar el primer informe de rendición de cuentas del Gobierno, este martes en Madrid (España).
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante la rueda de prensa para presentar el primer informe de rendición de cuentas del Gobierno, este martes en Madrid (España).Europa Press

La comparecencia que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó ayer después del último Consejo de Ministros del año 2020 aportó la novedad de contar con un informe de rendición de cuentas sobre el grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos en la investidura que refuerza la voluntad de transparencia del Ejecutivo. Aunque este primer intento ha dejado mucho que desear, tanto por carencias metodológicas (que los expertos han propuesto pero se han dejado para otra ocasión) como por su contenido concreto, poner a disposición informaciones y revelar los datos con los que el Gobierno trabaja ayuda a fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones. La rendición de cuentas no solo contribuye a fiscalizar la labor realizada por el Ejecutivo, también ejerce un control de tipo preventivo sobre el mismo.

La mejor transparencia, sin embargo, tiene que darse en las relaciones del Ejecutivo con el Legislativo, y de ahí trasladarse a la opinión pública. Una rueda de prensa no es, por tanto, el lugar más adecuado para realizarla; debería hacerse en el Congreso de los Diputados en tanto que es sede de la soberanía nacional. Tampoco el examen que se ha hecho el Gobierno a sí mismo puede soslayar el ejercicio de control al Ejecutivo que en democracia se realiza en sede parlamentaria y se ejerce fundamentalmente por la oposición.

La austeridad y limitación numérica en las comparecencias realizadas en el marco de las instituciones para expresar balances tangibles ha sido la norma en las democracias más avanzadas de nuestro entorno. Por el contrario, una sobreexposición mediática entendida como remedio mágico a todos los problemas políticos corre el riesgo de banalizar un ejercicio fundamental en democracia como es la rendición de cuentas, que no es otra cosa que mostrar lo que el poder hace y tiene previsto hacer.

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Ese ejercicio implica autocrítica —y la crítica de la oposición—, algo que faltó en un balance del año que ni jerarquiza las medidas adoptadas, ni mide su eficacia ni está sujeto a verificación independiente, con lo que pierde gran parte de su valor y se convierte en una generosa autoevaluación. La excepcionalidad del momento la da el número de víctimas provocadas por el coronavirus, y el presidente obvió que España ha sido uno de los países del mundo donde la pandemia ha sido más dura. El Gobierno español, como muchos otros, se vio desbordado. La covid-19 ha puesto de manifiesto una gran cantidad de elementos que necesitan mejorar.

Merece un balance positivo el escudo social activado para frenar los efectos devastadores de la crisis económica y social, aunque siga sin delimitarse una hoja de ruta de políticas activas para la recuperación. El Ejecutivo ha acertado en medidas clave para proteger el empleo y el tejido empresarial, pero esto en gran medida fue posible gracias a que la Unión Europea y el Banco Central Europeo han sido un sostén fundamental ante la crisis.

En cuestiones políticas, la oposición parece no haber entendido la gravedad de la situación, pero el Ejecutivo tampoco se ha esforzado por tender puentes. La deslealtad de Pablo Casado en la renovación del Consejo General del Poder Judicial no justifica la torpeza con la que el Gobierno ha abordado esta materia. La dinámica de enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición parece haberse llevado al interior del Ejecutivo con las indisimuladas discrepancias y tensiones escenificadas por el socio minoritario de la coalición.

El año que ahora llega a su fin ha terminado por ser uno de los más divisivos de la historia de nuestra democracia. Corresponde al Gobierno generar un clima de consenso para afrontar los difíciles retos que quedan por delante y a la oposición facilitarle el camino para tal fin. Para eso es necesario llegar a acuerdos transversales y salir de estrategias políticas cortoplacistas ancladas en la situación anterior a la pandemia. En ese sentido, es motivo de celebración que el Gobierno pretenda sacar adelante una ley que regule la Corona para evitar las situaciones vividas con el rey emérito durante este año y que el PP haya tendido la mano para ello. España ha pasado de pantalla y es momento de aunar fuerzas.

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