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Columna
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Rescoldos y ceniza

Dividiendo a los muertos en buenos y malos lo que hacen es prolongar un enfrentamiento que debería estar ya cerrado hace muchas décadas

Julio Llamazares
La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, el martes durante el pleno del Congreso de los Diputados.
La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, el martes durante el pleno del Congreso de los Diputados.FERNANDO VILLAR (EFE)

“¿Por qué remueven rescoldos de hace 80 años y pisotean la memoria de las víctimas de ETA?”, preguntó esta semana en el Congreso la portavoz del Partido Popular al Gobierno y la vicepresidenta primera le respondió con otra pregunta: “¿Por qué necesitan traer constantemente a ETA a la política española?”.

Se trataba, pues, de muertos: qué muertos nos importan más y cuáles hay que recordar y cuáles no. Porque, a lo que parece, recordar a unos es revanchismo y recordar a otros un ejercicio de dignidad y un deber moral. Poco da que todos fueran compatriotas y que todos hubieran sido asesinados en su momento. Para algunos parece que los muertos se clasifican por sus ideas y en función de estas merecen ser recordados o no. Incluso se los utiliza como arma política.

Mi padre, que hizo la guerra con Franco, se murió buscando a un hermano suyo que desapareció en el transcurso de aquella luchando en el bando opuesto y que hoy en día sigue sin aparecer. A mi padre, de vivir aún, le habría sorprendido mucho que lo acusaran de revanchismo cuando lo único que él pretendía, como toda su familia, era encontrar a su hermano y enterrarlo dignamente, nada más.

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Tengo un amigo a cuyo padre lo asesinó la ETA. Jamás le he oído clamar venganza ni exigir homenajes ni reconocimientos. Al contrario, huye de ellos como de la peste, sabedor de que muchos no son inocentes. Y no creo que no quisiera a su padre como el que más ni que sintiera menos su asesinato que otros en su situación. Y, por supuesto, de lo que estoy seguro es de que su recuerdo le duele mucho más que a todos esos políticos que se rasgan las vestiduras públicamente en su nombre acusando a otros de no hacer lo mismo.

En cuestión de muertos todos tenemos los nuestros, y ninguno es más valioso que los demás. Y, sobre todo, a los muertos lo que hay que hacer es dejarlos en paz y, en todo caso, recordarlos y enterrarlos dignamente cuando no lo han sido todavía. Los rescoldos arden no porque nadie los remueva, arden porque no están apagados del todo. Y de que no estén apagados del todo tienen mucha culpa algunos de los que se quejan de que continúen ardiendo al cabo, dicen, de tanto tiempo. Por cada asesinado por ETA hay más de diez españoles que siguen en las cunetas de este país sin una lápida de recuerdo ¿Y reivindicar su memoria y su nombre es revanchismo? ¿Son menos merecedores de dignidad y memoria que los asesinados por ETA? ¿Eran menos españoles o eran menos personas?

Cada vez que ciertos partidos se resisten a normalizar nuestra historia están haciendo un flaco servicio a este país al que dicen amar tanto. Dividiendo a los muertos en buenos y malos lo que hacen es prolongar un enfrentamiento que debería estar ya cerrado hace muchas décadas. Pero confrontando, además, a unos muertos con otros, como acaba de volver a hacer la portavoz del PP en el Congreso este martes, lo que consigue es remover aquel, esos rescoldos de cuya pervivencia en la memoria de muchos españoles se lamenta mientras los atiza a la vez que reclama respeto y dignidad para otros. No hay muertos buenos y malos, señora Gamarra, todos tienen dignidad y todos merecen el respeto de los vivos.

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