Progreso al pasado
He aquí que el Gobierno progresista avanza a toda velocidad hacia el siglo XIX
Allí donde ya nada se divisa, aparece el borde del precipicio. Si no hay esperanza, el pasado vuelve sobre nosotros como una maza y nos aplasta. Así sucede en lugares y regiones donde no es posible pensar en mañana ni en pasado mañana porque un muro de hormigón tapa las vistas. Ese muro de hormigón es el pasado que, como un gas venenoso, ocupa la totalidad del espacio. Y cuanto más desesperados están los lugareños, más remoto es el pasado.
Recuerdo perfectamente, durante mi bachillerato, que los mártires cristianos tenían una importancia muy superior a la Segunda Guerra Mundial. Eran los años cincuenta del siglo XX y lo actual, así como el pretérito más próximo, habían sido borrados por el régimen. No me parece que se nos ofreciera futuro alguno desde el poder para seguir adelante. En el mejor de los casos, el futuro era el mantenimiento forzoso de un presente gris, estúpido y represor que se vendía como un paraíso.
En nuestros días es evidente que para nuestro Gobierno es más importante la Guerra Civil de hace casi cien años que los tendidos ferroviarios o los avances en estudios e investigación. Un vicepresidente y su entorno nos venden el amor a Venezuela y Cuba, en tanto que el presidente quiso aproximar nuestra Justicia a la de Polonia y Hungría según algunos parlamentarios europeos. ¿Será, pues, ese nuestro futuro? ¿Esa es la esperanza que proponen a sus votantes? No es extraño que los jóvenes se precipiten en masa sobre el primer botellón que les anuncien. He aquí que el Gobierno progresista, según se denominan ellos mismos con su patética vanidad, avanza a toda velocidad hacia el siglo XIX. ¡Cómo aplasta el pasado a esta clase política incapaz de proponer ni un solo proyecto digno a su doblegada población!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.