Buenos espías
De usted y de mí se difunden cosas que uno no ha dicho y no ha hecho, pero ahí siguen, en lo profundo del mar de las redes
La vida consiste en una infinita red de espionajes, y grandes figuras de la historia cayeron en ella, por el bien de su patria o en defensa de ideologías subrepticias. Una de mis espías favoritas es la artista Sophie Calle, que se hacía seguir para obtener a través de las fotos y los informes del detective contratado un retrato externo, sin honduras, de sí misma. Viene luego la caterva de los aprovechados y las conspiradoras, que persiguen con malas artes la ocultación de un delito o el desfalco. Nuestra historia última está plagada de casos delictivos con nombre autóctono: el Naseiro, el ERE, el Palau, el Púnica, chapucero y municipal este aunque de recia sonoridad cartaginesa. Los más recientes llevan títulos extranjeros, preferibles en su versión doblada: el Correa, no el Gürtel, el Cocina en vez del Kitchen.
Hoy se acaba sabiendo todo de todos; hay espías a sueldo y mucho acusica espontáneo, así como sutiles métodos de detección. De usted y de mí se difunden cosas que uno no ha dicho y no ha hecho, pero ahí siguen, en lo profundo del mar de las redes. La brigada antiespías, formada por personas rectas, nos insta a perseguir estos abusos. Llevan razón. Sin embargo, anteayer yo fui objeto de una violación de mi intimidad que he renunciado a denunciar. Recibí un correo de una multinacional de la venta on line que me hablaba de tú a tú: “Basándonos en tu actividad reciente, hemos pensado que esto podría interesarte”, y a continuación el paradero de un libro de Ramon Llull que en efecto yo había buscado, por otros canales. La información me favorecía, pero ¿qué más saben de mí? ¿Saben de mí más que yo? ¿Se comunican ellos a nuestras espaldas? ¿Espían nuestras vidas y se las cambian como cromos repes? Y lo más inquietante: ¿sabe el PP lo que anoto en mis libros a? ¿Hay una caja b universal? ¿O es todo ya KGB?
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