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Columna
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La maleta del dinero

Si algo nos muestra esta salida de la crisis es el papel regulador y de estímulo con que la política teledirige la economía

David Trueba
Pasajeros llegan al aeropuerto de Palma de Mallorca, el pasado 21 de junio.
Pasajeros llegan al aeropuerto de Palma de Mallorca, el pasado 21 de junio.ENRIQUE CALVO (Reuters)

Dos obras maestras del cine, Rififí y Atraco perfecto, explican nuestra relación con el dinero. Nos abrasamos por conseguirlo hasta que una burla del destino nos obliga a dejarlo escapar entre los dedos. La pugna política actual tiene mucho de disputa por la maleta del dinero. Hasta los más pragmáticos defensores del crudo mercado han venido a exigir que el Estado sea la fuente de su recuperación. Siempre fue raro que los integrantes del Ballet Nacional tuvieran que sentirse culpables por ser mantenidos por el erario público, mientras que los constructores que viven de ampliar autopistas y alargar vías de tren se presenten como héroes de la iniciativa privada. No hagamos comparaciones odiosas. Todos los sectores necesitan ayuda. Las cantidades anunciadas para estimular el turismo y la automoción tras la crisis equivalen cada una de ellas a un siglo de ayudas a la producción de cine en España. Pero no corran a sacar a sus hijos de las escuelas de arte ni de las clases de ballet, música o teatro. Allí tendrán que enseñarles que parten desde el abandono en busca de su sitio en la vida. Si no les enseñan eso, malas escuelas serán. Tan grandioso es encontrarle el punto de canela que ha de llevar la jarra de sangría como pintar Las lanzas, al menos en lo que a la economía del país se refiere.

No caigamos en la estupidez de señalar a algunos sectores como subvencionados y con otros utilizar eufemismos como plan de estímulo, rescate financiero y aval de inversión. Todos corren detrás de la maleta del dinero, y tienen derecho a hacerlo. Si algo nos muestra esta salida de la crisis es el papel regulador y de estímulo con que la política teledirige la economía. Por eso hay que participar en la discusión de fondo con algo más que tópicos. El respeto reverencial por el cual solo la gente con mucho dinero puede opinar sobre el curso natural del dinero ha de completarse con visiones de país. La imaginación es fundamental para un buen negocio. Hace años que sabemos que las vacaciones del Imserso no son tanto una subvención a los jubilados como a los turoperadores y hoteles en temporada baja.

El lobby automovilístico ha logrado que las ayudas al coche no marginen al combustible clásico, en un ejemplo de resistencia al cambio. Sería interesante primar la sustitución de calderas de calefacción en los hogares, porque han aparecido modelos más eficaces en ahorro energético y estimularíamos así al conjunto de la población. También si apostáramos por el transporte público mejoraría la previsible vuelta a los atascos en las grandes ciudades. Pero hay que invertir en ello. Como hay que invertir en la recuperación de la escuela pública, la única institución que corrige la desigualdad y la marginación que vemos aumentar día a día. No hay plan renove ni estimulación turística tampoco en la sanidad y las residencias de ancianos, ¿volveremos a abandonarlas a su suerte? El aplauso ahora sirve de bienvenida a los turistas alemanes a su llegada a Baleares, pero invita a reflexionar sobre un nuevo diseño del visitante modelo. Conviene un turista que alargue su estancia, también por razones sanitarias, y alejarnos de la despedida de soltero y la borrachera de bajo coste. Sin duda es un gran negocio, pero será triste obligar a los empleados de hotel a ovacionar a quien se lanza desde el balcón a la piscina tras una noche de cocaína y pastillas.

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