El regreso de Jean Monnet
Estamos en el fondo del pozo, con las fronteras cerradas y las libertades del mercado único suspendidas pero es el mismo impulso federalista del fundador de la UE el que puede salvarnos
De crisis en crisis. Así se hace Europa. Son palabras de Jean Monnet, más llanas que las del poeta: donde está el peligro está también la salvación. Se trata de aprovechar las crisis para crear solidaridades de hecho en cuestiones concretas entre los europeos y avanzar con pequeños pasos, a ser posible irreversibles, hacia el objetivo común.
Hay que recordar las palabras de Monnet, hace 70 años, el 20 de junio de 1950, en la conferencia convocada en París para aplicar el Plan Schumann (por el nombre de otro padre fundador, el entonces ministro de Exteriores francés) que estableció la Comunidad el Carbón y del Acero, el primer núcleo fundacional de la UE: “En una federación no hay secesión por decisión unilateral. Solo hay una comunidad de pueblos que se comprometen sin límite de tiempo y sin espíritu de retroceso”.
Monnet consiguió imponer su método, pero siempre contando con las reticencias nacionalistas. Las primeras, las de Charles de Gaulle, que llegó a declarar vacía la silla de Francia en Bruselas, con su reivindicación del derecho de veto al presupuesto agrícola. Margaret Thatcher convirtió el federalismo en un espantajo frente al heredero de Monet, Jacques Delors, pero no pudo impedir que los pequeños pasos se convirtieran en grandes zancadas en dirección a la unificación del continente, el horizonte de la unión política y el euro.
Luego llegaron el cansancio y los liderazgos débiles. Perdió impulso la Comisión Europea, guardiana de los tratados y dueña de la iniciativa política. Se aflojaron las solidaridades con tanta ampliación y tan poca profundización. Fracasó la Constitución Europea, un intento grandilocuente incompatible con los “pequeños pasos”. Y llegó la crisis de 2008, que amenazó la supervivencia del euro.
Angela Merkel decretó el final del método Monet, sustituido por el método intergubernamental. Iban a mandar los Gobiernos en vez de trasladar la soberanía a Bruselas. “Si cae el euro, cae Europa”, anunció desde su reticente liderazgo. El federalismo se refugió en Fráncfort, en el BCE de Mario Draghi. Solo faltaba el Brexit, primero carga y ahora alivio con la pandemia. David Cameron se negó a votar el pacto fiscal para salvar el euro en 2011, por lo que poco cabría esperar ahora del Reino Unido si formara parte de la UE. No habría salvación para Europa con Londres dentro.
El fondo de recuperación va más allá del bazooka que debe levantar la deprimida economía y salvar el mercado único. Es también un golpe de timón institucional de consecuencias geopolíticas. Francia y Alemania, el doble motor, vuelven a tirar: juntas son imprescindibles, aunque no suficientes. Como antaño, triangulan con la Comisión, reforzada de nuevo y enfrentada al reto novísimo de la unión sanitaria que corrija la vergüenza antieuropea de los errores cometidos ante el coronavirus.
Estamos en el fondo del pozo, con las fronteras cerradas y las libertades del mercado único suspendidas, como en la posguerra mundial, pero es el mismo impulso de Monnet el que puede salvarnos.
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