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Tribuna
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Las mentiras de Ortega se están pagando con vidas

Para poner fin a esta situación y acabar con el régimen es necesario ser realistas y desechar quimeras que solo llevan a la frustración

Una mujer con mascarilla frente a un mural de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Managua, Nicaragua, el 27 de marzo.
Una mujer con mascarilla frente a un mural de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Managua, Nicaragua, el 27 de marzo.OSWALDO RIVAS

Durante cinco días consecutivos recibí la noticia de que algún conocido había muerto. Es la primera vez que me pasa algo similar y espero sea la última. Aunque tristemente tengo que reconocer que dada la perspectiva actual, esto apenas comienza. Un tío doctor muy buena gente, un viejo amigo con quien pescaba, el colega de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) a quien había llegado a apreciar por su ponderación, el padre de una amiga y un periodista admirable. Estas son solo algunas de las amistades con las que ya no cuento. Demasiadas vidas esfumadas en cuestión de días. Lo que advertíamos que vendría llegó y las mentiras del régimen de Daniel Ortega cayeron por su propio peso.

Desde hace varios años Nicaragua está atravesando una grave crisis política, institucional, social y económica, agravada ahora por la pandemia de covid-19 y la inacción de un régimen que le miente a la población.

Se suele decir que la información salva vidas y es cierto. Pero de la misma manera, la desinformación y, peor aún, la mentira pueden matar y lo estamos constatando. Quisieron engañar a la población hablando de un fabuloso sistema de atención y de hospitales de primera, pero hoy están colapsados. Aseguraron que esta era una enfermedad que afectaba solo a los ricos y que existía una mágica vacuna cubana que curaría este y todos los males. Visitaron casas en falsas campañas de salud y muchos fueron contagiados. Dijeron que este era un resfrío común y que los golpistas estaban alarmando a la población.

No se podía esperar menos de ellos, ya que todo lo proveniente de la dictadura decadente que oprime Nicaragua está basado en mentiras. Engañaron al decir que serían solidarios, porque lo fueron solo de la boca para afuera, y al proclamarse cristianos mientras acusaban a los obispos de golpistas. Ocultan el número de contagiados y de muertos. Mienten en todo. Pero la mentira tiene piernas cortas y aunque a veces puede correr rápido, al final termina vencida porque la verdad se acaba imponiendo.

Con sus falacias llevaron a sus seguidores como a un rebaño a actividades, desfiles y ferias. El rebaño engañado, dócil y disciplinado cumplió las orientaciones del glorioso partido. Hasta un despistado e ingenuo diputado se metió en un hospital para demostrar lo bien preparado que estaba el sistema de salud. Ahora el hombre, junto a otros tres de su bancada, no aparece. El rebaño caminó alegremente escuchando cantos y consignas, para luego ir cayendo uno a uno por el despeñadero.

Decir que en Nicaragua se quiso implementar el modelo sueco es darle demasiado crédito a la dictadura. El que siguieron no es el sueco, sino el típico modelo de las dictaduras marxistas, que para mantenerse en el poder y suprimir cualquier descontento ocultan la realidad a la población.

A pesar de este engaño, cada día los ciudadanos adoptan más medidas de autoprotección mientras el régimen le sigue dando la espalda y vulnerando sistemáticamente los derechos humanos, atacando la libertad de expresión y reunión, asesinando y encarcelando a opositores y provocando que miles se exilien huyendo de la represión, el hambre o la desesperación.

Es evidente, y ya se percibe con claridad, que este Gobierno está aislado, sin iniciativa y de espaldas a la ciudadanía. Hay un vacío de poder. Se distingue una soledad propia de los tiranos ausentes, desconectados de la realidad y en su fase terminal. La insensibilidad del tirano ya afecta a sus propias bases, que están siendo testigos del cruel engaño del que fueron víctimas y por el que ahora muchos están pagando con sus vidas.

Para poner fin a esta situación y acabar con el régimen de Ortega-Murillo, es necesario ser realistas y desechar quimeras que solo llevan a la frustración. Primero hay que forzar el cumplimento de los compromisos firmados, que incluyen, entre otras cosas, la liberación de los presos políticos y la restitución de las garantías democráticas. Segundo, hay que apostar y presionar con claridad por una reforma electoral que permita elecciones libres, democráticas y verificables por organismos creíbles. Solo de esta forma, mediante el voto de la ciudadanía, podremos avanzar hacia un nuevo tiempo de democracia, paz, libertad, estabilidad, progreso económico y bienestar para todos

Para lograrlo hay que trabajar sin descanso. Solo desde la máxima unidad en la oposición derrotaremos a la dictadura. Y con el respaldo mayoritario de los nicaragüenses, abriremos un nuevo tiempo para una Nicaragua mejor. Tiempo en el que la prioridad será impartir justicia, crear empleos, modernizar el país, reconstruir los servicios públicos y garantizar que todos los hombres y mujeres de Nicaragua puedan desarrollar un proyecto de vida digno.

El único camino posible para acabar con la dictadura de Ortega es la democracia. El escenario más deseable en este momento es el de unas elecciones libres y verificables como desea la mayoría de nuestro pueblo y reclama la comunidad internacional. Se equivocan gravemente aquellos que apuestan por viejas rutas, que en el siglo XXI ya no tienen legitimidad.

Hago un llamado para que nos unamos contra la mentira y a favor de un proyecto compartido entre todos los que queremos una Nicaragua en la que haya paz y libertad y que anhelamos una revolución democrática. No desistamos. ¡Unidos lo vamos a lograr!

Juan Sebastián Chamorro G. es economista y director ejecutivo de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia.

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