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Columna
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¿Nueva normalidad?

Aún no sabemos cuáles serán los cambios que esta pandemia que estamos viviendo provocará en la sociedad

Julio Llamazares
Varias personas paseando este viernes por Barcelona.
Varias personas paseando este viernes por Barcelona.Toni Albir (EFE)

Aparte de ser un oxímoron: si es normal no será nueva, y si es nueva no será normal, la nueva normalidad de la que habla el Gobierno, y que se nos presenta como una meta al final de la desescalada (otra palabra que ha pasado al vocabulario común, como confinamiento o distancia social, otro oxímoron: distancia y social son conceptos antagónicos, a causa de esta pandemia del coronavirus), está provocando un río de conjeturas sobre sus características y su materialidad. En general, la gente se divide en dos grandes grupos: los que opinan que nada volverá a ser como era antes de la llegada del virus y los que, por el contrario, piensan que lo vivido en estos dos meses, que se van a alargar uno más si todo va según lo esperado, solo será un paréntesis y todo seguirá igual. Motivos hay para argumentar en una dirección y en otra y posiblemente las dos corrientes tengan razón. El impacto de la pandemia está siendo tan tremendo que sus efectos han hecho tambalearse muchas convicciones, pero la condición humana es la que es y cambia difícilmente.

En el próximo número de la revista La aventura de la Historia, el catedrático de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid Pedro García Martín publica un artículo titulado Renacer de los malos tiempos de la peste en el que hace un recorrido por las grandes crisis de salud históricas y su influencia en los cambios sociales. Desde las plagas bíblicas o las diversas epidemias vividas en la antigüedad por el hombre (el tifus en la Atenas de Pericles, el cólera en la Roma de Marco Aurelio, la viruela en la Bizancio de Justiniano, la peste que causó la ruina del Imperio Chino Han) hasta la llamada gripe española de 1918 o el sida en épocas más recientes, todas las epidemias provocaron grandes cambios no solo en la medicina y la ciencia, sino en la forma de pensar y de vivir de las personas. Así, la peste negra medieval alumbró una sociedad nueva muy diferente de la anterior (Pedro García Martín) y un nuevo arte, el Renacimiento (Rafael Argullol, en EL PAÍS el 21 de abril de 2020), las epidemias del XIX alumbraron grandes avances científicos y económicos, o el sida, al final del XX, cambió las costumbres sexuales de la población. Nada siguió siendo igual después de cada una de esas crisis de salud.

¿Cuáles serán los cambios que esta pandemia que estamos viviendo hoy provocará en la sociedad actual? Yo no soy profeta, pero intuyo algunos. O, mejor dicho, me los planteo: ¿seguiremos hacinándonos en ciudades, en pisos mínimos y hasta insalubres, y abandonando el campo y sus anchos horizontes? ¿Continuaremos almacenando a nuestros viejos en residencias para que allí esperen sin molestar la muerte o los reintegraremos a la sociedad? ¿Seguirá el trabajo mayoritario siendo presencial, incluso cuando se pueda realizar vía Internet o telefónica? ¿Seguirá siendo el consumo desaforado el motor de la economía mundial? ¿Continuaremos contaminando el planeta como hasta hoy? ¿Seguirá siendo la política el arte del enfrentamiento entre grupos de personas y países o mutará en algo diferente?...

Me gustaría tener una respuesta, pero de momento al menos solo poseo intuiciones. El tiempo dirá cuáles son las respuestas. Lo único que yo tengo claro es que la nueva normalidad no será normal ni nueva, en todo caso diferente, puesto que la condición humana, para bien y para mal, seguirá siendo la de siempre.

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