Grito de libertad contra el fascismo
Oyendo el canto de ‘Bella Ciao’ en Italia sentí una fuerte emoción. Más honda de lo que esperaba
Días atrás se celebró en Italia el 75 aniversario de la derrota del fascismo. Vi las imágenes de un edificio en el que casi todas las ventanas estaban ocupadas por hombres y mujeres que cantaban la canción Bella Ciao enarbolando la bandera de su país. Confieso haber sentido una honda impresión de envidia y emoción al contemplarlo. Recordé que nosotros también vencimos al fascismo y, aunque nos faltara la épica de la lucha armada, nos desbordaba la cifra de las decenas de miles de testimonios de españoles y españolas que perdieron su trabajo, su libertad y hasta su vida en la lucha antifascista que representaba intentar acabar con la dictadura franquista. No tenemos una fecha que simbolice debidamente esa victoria. Podría haber sido el 6 de diciembre, pero desde el primer momento se asoció la Constitución con el presente y futuro de la democracia y no con el resultado del triunfo sobre el fascismo.
No puede considerarse negativo este hecho. Al contrario, defendimos voluntariamente mirar hacia delante y superar la fratricida historia de “las dos Españas”. Pero de ahí a que no sean pocos los que pretendan que lo que nos quede sea el cuestionamiento de la propia Constitución, de la que uno de los más caracterizados componentes del actual poder político llegó a decir tiempo atrás que era un “candado” que había que romper; de ahí a que no ya los paladines del secesionismo se permitan afirmar que el régimen político que construimos no ha sido una democracia, sino que, con más o menos disimulo, haya fuerzas que se reclaman de izquierdas que, sistemáticamente, les vienen dando aliento y justificación; de ahí a que abunden los dirigentes políticos que se atribuyen ideas progresistas y consideran que pronunciar el nombre de España y defender su bandera es una concesión inasumible. De ahí, en suma, que sienta envidia de los países cuyos ciudadanos enarbolan con orgullo la bandera de su patria y no reniegan de su uso ni la utilizan partidariamente contra sus compatriotas. Decía que oyendo la canción también sentí una fuerte emoción. Más honda de lo que esperaba. Se me agolparon los recuerdos de las varias ocasiones en que con motivo de un Primero de Mayo o un hecho que lo mereciera la cantábamos en la cárcel de Carabanchel los presos de Comisiones Obreras y del Partido Comunista. Constituía un momento singular donde la tensión por la prohibición de hacerlo se superaba por el orgullo de transmitir que también cantando seguíamos en la pelea. El medio siglo transcurrido y los mil y un avatares que lo han atravesado no han borrado un ápice las emociones que acompañaban el grito de libertad que representan las estrofas de esta canción. Aunque probablemente la conozcáis, confío en que volváis a escucharla con interés.
Julián Ariza es cofundador de Comisiones Obreras.
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