‘Tradwife’ a la mexicana
El perfil de la esposa tradicional mexicana desafía el estereotipo que se observa en redes sociales


No es difícil encontrar en redes sociales a mujeres que se identifican como “esposas tradicionales” o tradwives: personas que, por decisión propia, dedican su tiempo al hogar y a satisfacer las necesidades de sus esposos.
A diferencia de sus contrapartes estadounidenses o europeas –que suelen presentarse como parte de clases medias o incluso rurales– las tradwives mexicanas más visibles son, en su mayoría, mujeres urbanas que se reconocen abiertamente como pertenecientes a la clase alta. Es común que se autodenominen “Señoras de Las Lomas” o “Sanpetrinas”, en referencia a zonas de alto poder adquisitivo en la Ciudad de México y Nuevo León.
En redes sociales se las observa cocinando, organizando eventos escolares o sociales y atendiendo a sus hijos. Sin embargo, a diferencia del imaginario internacional, las tradwives mexicanas también aparecen frecuentemente en gimnasios exclusivos, desayunando en restaurantes de lujo, asistiendo a estudios de belleza o participando en actividades recreativas de clubes privados.
La pregunta es si esta fuerte connotación de clase constituye realmente el perfil esencial de la tradwife “a la mexicana”, y si, como sugieren las plataformas digitales, este modelo de vida está creciendo entre las generaciones más jóvenes.
Para explorarlo, analicé la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI en busca de mujeres casadas –o que viven en unión libre– que no trabajan, no tienen intención de trabajar y reportan no tener necesidad ni deseo de hacerlo. Es decir, mujeres dedicadas al hogar cuyos hogares dependen totalmente del ingreso generado por su pareja, un hombre identificado oficialmente como “jefe del hogar”.
Los resultados muestran que, más allá de lo que circula en redes, en México las tradwives son pocas y su proporción no ha variado sustancialmente. Solo el 9% de las mujeres adultas cumplen con este perfil, prácticamente el mismo porcentaje que hace dos décadas, cuando representaban el 11%.
Contrario a la imagen difundida por redes, las tradwives mexicanas no suelen pertenecer a los estratos más ricos, ni más pobres, sino a niveles intermedios de ingreso. De hecho, la mayoría forma parte de hogares en situación de vulnerabilidad o de pobreza, pero no extrema.
Esto también se refleja en su nivel educativo: las tradwives son más comunes entre mujeres con educación secundaria (13%). En cambio, entre quienes tienen posgrado o no cuentan con educación primaria las tradwives casi no existen (4% o menos). En el primer caso, porque prevalece el deseo de trabajar. En el segundo, porque la necesidad económica obliga a hacerlo.

Sin embargo, no por ello puede decirse que las “Sanpetrinas” no existen. Existen y son muchas. Nuevo León es el Estado con más tradwives urbanas del país (14%). Y sobre todo, se destaca por tener una gran cantidad de tradwives de clase alta. De hecho, el 20% de todas las tradwives urbanas del Estado tienen nivel licenciatura o posgrado, algo que se correlaciona claramente con los ingresos altos.
También existen, aunque en menor medida, las “Señoras de Las Lomas”. En Ciudad de México, hay muy pocas tradwives (solo el 6% de las mujeres adultas lo son), pero a diferencia de otros estados, las pocas tradwives chilangas que existen parecen tener un nivel de ingreso mayor que en el resto del país. El 25% de las tradwives en Ciudad de México tienen licenciatura o posgrado, un dato que está fuertemente correlacionado con mejores ingresos. Se trata de mujeres de alto poder adquisitivo que invirtieron tiempo y recursos significativos en su formación profesional, pero que no buscan incorporarse al mercado laboral. Hace veinte años, únicamente el 11% de las tradwives de Ciudad de México tenía educación superior. Sinaloa es el único Estado donde una mayor proporción de tradwives tienen licenciatura (26%).

Una de las dudas más frecuentes en redes es si el estilo de vida tradwife está aumentando, particularmente entre mujeres jóvenes. Los datos no respaldan esta idea. En las últimas dos décadas, el porcentaje de tradwives de 35 años o menos no ha mostrado cambios significativos.
Así, más que constituir un retorno al conservadurismo, el fenómeno tradwife en México revela una tensión entre una idea aspiracional que se construye en las redes sociales, en este caso ser una mujer rica que no tiene que trabajar, y una realidad en la que el país avanza, casi en su totalidad, hacia mayores niveles de autonomía económica y acceso a la educación para mujeres.
Esta coexistencia de tendencias opuestas muestra que México no transita por una sola ruta cultural, sino por varias al mismo tiempo. Y que, incluso entre aquellas mujeres que han decidido dedicarse al hogar, tener un título universitario es cada vez más común, lo que abre la puerta a que ser tradwife sea solo temporal.
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