Juan Carlos Rulfo: “Creo que mi padre habría votado por Sheinbaum”
El documentalista, hijo del mítico escritor Juan Rulfo, analiza a detalle la contienda electoral, México, la ‘pornoviolencia’, las candidatas o la militarización
Juan Carlos Rulfo (60 años, Ciudad de México) es uno de esos ciudadanos arrollados por la rapidez y la frivolidad de las noticias que nos bombardean con masacres, miseria y corrupción para, unos segundos después, dar paso a publicidad. Al cineasta le quema esa idea que reduce México a sus muertos. Él prefiere centrar su ojo —su cámara, ese instrumento que le ha llevado a ser uno de los documentalistas más premiados del país— en la fuerza de lo cotidiano. En estos tiempos convulsos y electorales, el hijo del tótem de las letras mexicanas, Juan Rulfo, busca la otra política: las historias de gente que se organiza a pesar de todo. Últimamente, su atención ha estado en el desabastecimiento de agua y nuestra relación con el entorno que habitamos y explotamos, pero no entendemos.
Pregunta. Dice que el agua es un privilegio, ¿también un recurso político?
Respuesta. Completamente. Desde que me acuerdo, ha habido lucha por el agua. Siempre te han estado diciendo de cuidarla gota a gota, pero ahorita debería ser declarada emergencia nacional. Nunca había tocado vivir una escasez así.
P. ¿Es la escasez uno de los principales problemas de México?
R. El principal es la seguridad, la impunidad, y, después, el agua, pero van paralelos. El nuevo botín del crimen organizado son los recursos naturales. Y se les dice ‘el crimen organizado’. ¿No puede haber una sociedad organizada?
P. La inseguridad y la impunidad son problemas que no se resuelven aunque pasen los años. ¿Se ha asumido como algo normal que no puede cambiarse?
R. Para mí la cultura y la educación son lo más importante. Pero no es lo que se menciona: todavía los candidatos no han tocado la palabra cultura. Si la educación está bien cimentada, creo que el respeto al medio ambiente y al otro se pueden generar. Incentivar el odio y el rencor en medio del proceso electoral me genera más preocupación. Para mí, el tema importante es subterráneo: la gente, la cultura, la sociedad, la vida cotidiana, el amor, la empatía. Pero eso no suena.
P. Ha trabajado los conceptos de memoria y olvido. ¿México ha decidido no tener memoria para cicatrizar?
R. Lo que más me ha llamado la atención es la memoria y el lugar en los recuerdos de la gente, pero no para regodearte en el sufrimiento. Me recargo mucho en una frase que decía mi padre: todo aquel que insiste en ir hacia adelante sin remediar su pasado está irremediablemente condenado a volver a repetir el mismo error.
P. Su padre hablaba de caciques, campesinos, guerras. Alguien que no esté familiarizado con la actualidad de México y un día cualquiera leyera la prensa podría pensar que no hay tanto cambio. ¿Se parecen el país que retrataba su padre y el que documenta usted?
R. Mi padre es perfectamente actual. Los caciques siguen existiendo; los problemas agrarios, el despojo y la violencia siguen existiendo. Si prendes las noticias fuera de México, seguramente la primera va a ser roja, la pornografía de la violencia. Y qué pena, pues, pero al mismo tiempo viviendo aquí veo que no necesariamente es eso. Por eso insisto: también está el otro lado.
P. ¿Cómo se hace interesante una película sobre ese otro lado?
R. Ese es el punto. No conocemos este país. Vamos tan al día que estamos tratando de crear mensajes en el presente, dentro de esa violencia que nos surgió. No vemos eso que ocurre en el cine sudamericano, que ya está viendo la luz y puede apreciar la vida cotidiana. A mí no me gusta el cine de ficción mexicano porque creo que se queda muy por encima de la realidad. Se recarga muchísimo en lo que llamo la pornoviolencia, que es muy oscura, tiene mucho drama y mucho atractivo hacia el extranjero. Cuando uno hace otra cosa un poco más ligera o más juguetona, más rica en colores, no la quieren ver. Tiene que haber contraste entre la vida y la muerte, eso es México también.
P. ¿Ve un cambio positivo en las próximas elecciones?
R. Estamos en cambio, ha habido cambio y la gente está sintiéndolo. Eso duele en distintas partes de la sociedad. Puedes estar de acuerdo con uno u otro candidato, pero es evidente que el nivel de discusión que se pone en la mesa es muy bajo. Hay que ser más inteligentes, más brillantes, levantar la mirada y ser mucho más propositivos. Ya no hay ni izquierdas ni derechas, eso quedó en el pasado. Las uniones entre partidos de izquierda, centro y derecha (PRD, PRI y PAN) son un poco raras. Es más bien: ‘Juntémonos todos para tratar de aplastar a Morena’, que es la conjunción de muchas otras cosas también muy raras. La clase política mexicana es un camaleón. Se visten del color según les convenga.
P. Es la primera vez que va a haber una presidenta. ¿Ve a alguna de las candidatas con más ideas que la otra?
R. Definitivamente, sí. Independientemente de a cuál le vayas, hay una capacidad de expresión y una escuela mucho más sólida en una que en la otra. Yo creo que una de ellas no está muy bien asesorada porque hay coraje, hay lucha campal hacia el interior. Obviamente pienso en Xóchitl [Gálvez, candidata de la coalición de PAN, PRI y PRD]. Pensaba que Beatriz Paredes era mejor candidata: una mujer de mayor carrera, priísta de hueso colorado, pero muy sólida. Xóchitl pues… es lo que es. No se va a ganar al pueblo con decir que es indígena.
En el otro lado, hay quienes dicen que [Claudia Sheinbaum] va a seguir la línea de [el presidente, Andrés Manuel] López Obrador. Ella se defendió diciendo: ‘Yo soy yo, déjenme a mí, pero somos parte de Morena y tenemos una línea’. Cuando se dice que ‘primero los pobres’, no tengo la más mínima discusión. El problema es que ha habido rupturas en distintos sectores —culturales, científicos—, y se les ha tildado de pseudoambientalistas, pseudocientíficos. Hay gente muy cuestionable en Morena, pero es un poco el problema más allá de los partidos. Más allá de si hay cuarta transformación, el país necesita transformarse. Lo interesante y bonito sería que fuera en conjunto.
P. ¿Votará por Sheinbaum?
R. Sí.
P. ¿Por quién hubiera votado su padre?
R. Yo creo que por ella. Aunque en estos treinta y tantos años que no le tocó vivir, no vio la emancipación del mundo indígena, que es muy joven. Los zapatistas dieron la cara en el 94. Él se quedó con una imagen del indigenismo paternalista donde estaban los antropólogos, todos extranjeros, viendo sus objetos de estudio. De entonces para acá hay cineastas indígenas, literatura indígena, cine indígena, un movimiento indígena como el Congreso Nacional Indígena que está tratando de juntar todas estas maneras de ver el mundo distintas a las del centro del poder federal. Creo que mi padre se sorprendería muchísimo y estaría completamente a favor de conocer ese nuevo mundo que ha estado callado durante 500 años.
P. ¿Qué pensaría al ver este México?
R. No sé si diría: ‘Mejor me voy donde estaba, estoy más a gusto con mis recuerdos’. Todo este rollo de la violencia, del supernarco, es algo que no vivió. Sí vivió la Guerra Fría de los 70. Cuestionaba mucho al Ejército por ser un espacio completamente inescrutable.
P. ¿Y usted?
R. Yo no puedo decir que el país esté militarizado. Hay países militares; esto es otra cosa. Puedo pensar que se confía más en el Ejército que en un civil para que maneje la aduana, por ejemplo, sin embargo, es muy cuestionable lo que está pasando porque Ayotzinapa sigue sin aclararse. Quiero dar el beneficio de la duda. No sé si está funcionando porque las cosas siguen estando como estaban. ¿Dónde está la seguridad? Depende de muchos acuerdos y estrategias que están secretamente relacionadas y van más allá de la voluntad de un presidente. Estados Unidos seguramente le dijo a López Obrador: ‘Pones ahí una serie de industria y de tapones para que toda la migración de Sudamérica se quede en el sur del país, y a ver cómo le haces, pero que no pasen’. Yo creo que de eso nada necesariamente le importa a la gente.
P. ¿Qué cree que le importa a la gente?
R. Yo creo que los beneficios sociales que les están dando. Esta supuesta sensación de progreso de la cuarta transformación, de que estamos tratando de salir de la corrupción.
P. ¿Es una sensación de progreso o progreso en sí?
R. Está por verse, es muy poco tiempo para saber, para limpiar el país de todo lo de antes. Por eso es importante lo que se puede hacer ahora. Yo apuesto al poder femenino, soy matriarcal, pero ahora si no es mujer, no está de moda. Siento que también es parte del patriarcado: ahora vamos a poner a las mujeres. ¿Será sincero? Porque, finalmente, ¿el poder quién lo tiene?
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