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PAQUITA LA DEL BARRIO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Paquita la del Barrio y el insulto como arte

Su música puede distar mucho del feminismo, pero ha funcionado durante décadas como una catarsis colectiva contra el maltrato y la infidelidad, una válvula de escape para que millones de mujeres desahoguen algo más que una pena de amor

Paquita la del Barrio en Ciudad de México, en septiembre 2005.
Paquita la del Barrio en Ciudad de México, en septiembre 2005.Miguel Dimayuga (Cuartoscuro)
Carlos S. Maldonado

Ni feminista ni empoderada. La cantante mexicana Paquita la del Barrio dejó claro el año pasado que a ella no le gustan las etiquetas en tiempos cuando etiquetamos todo. Para ella, dijo, “lo único que debe hacer una mujer es quererse”. Sí, su música puede distar mucho del feminismo, pero ha funcionado durante décadas como una catarsis colectiva contra el maltrato y la infidelidad. En todos los rincones de América (y más allá) su Rata de dos patas se ha gritado a todo pulmón, un grito liberador, sobre todo de mujeres, que encierra un trasfondo contra los abusos. La intérprete mexicana, fallecida el lunes a los 77 años, no quiso que la etiquetaran de mujer empoderada, pero no hay duda que su música ha sido una válvula de escape para que millones de mujeres desahoguen algo más que una pena de amor.

Francisca Viveros Barradas, nacida en Alto Lucero (Veracruz), ha sido una de las voces más queridas de la música mexicana. Artista de palenques, esas coloridas fiestas populares, Paquita la del Barrio era adorada por millones de personas en su país. Su genio agrio, los insultos en su música, eran parte de una figura que encandilaba y llenaba estadios. Sus canciones hablan de despecho, de desamor, de infidelidad, de traiciones. Pero también son un canto de desahogo. Que, qué traigo con los hombres. Que por qué diablos los odio tanto. Y como no voy a odiarlos. Si son la causa de tanto llanto. El insulto hecho sin temor, con furia extrema, un desquite sanador. En sus canciones no se ruega, se toma revancha. Tú que me dejabas. Yo que te esperaba. Yo que tontamente siempre te era fiel. Desgraciadamente, hoy fue diferente. Me topé con alguien. Creo que sin querer. Tres veces te engañé. Tres veces te engañé. Tres veces te engañé. El sufrimiento como madera para encender la llama liberadora, aunque sea solo por unos minutos. “Como habemos tantas dolidas, mi música llega mucho a las mujeres”, decía Paquita en una entrevista con EL PAÍS. Si dijo que no era una mujer empoderada, por lo menos trasmitía a sus iguales la idea de poner freno al maltrato. “Vamos con todo las mujeres de hoy en día. Ya no se vale soportar los malos tratos. Alza la voz si eres la víctima callada de esos malditos malandrines pelagatos”, cantaba en Las mujeres mandan.

Era una figura popular querida, aunque no exenta de polémicas. En redes sociales circula un video en el que afirma que prefería ver muerto a un niño antes de que sea adoptado por una pareja homosexual. A pesar de ese conservadurismo, hombres y mujeres mostraban su adoración a la cantante de la hipérbole. En sus conciertos corría el tequila, la cerveza y el whisky y los gritos de amor hacia la cantante del despecho, una figura de calibre en la cultura mexicana, tal vez al nivel de otros grandes intérpretes que también han cantado al desamor, de Juan Gabriel a José José o Marco Antonio Solís. La música de Paquita la del Barrio recorre sentimientos profundos de las clases populares, a las que pone a cantar con un mohín de burla en la cara. Si a dormir me llevaste a tu cama, me lo hubieras dicho para no reservarme las ganas, canta la de Veracruz en Pobre pistolita, una canción en la que se ríe de la capacidad sexual de su pareja. Es en ella donde suena su celebrado grito: “Me estás oyendo, inútil”. Uno que se ha convertido en un rugido de ajustes. Las mujeres, dijo en una ocasión, “desde que escuchan a esta servidora, pues agarran las canciones para defenderse”.

Su música iracunda cuenta con un espacio importante en el cancionero mexicano, que tantas grandes estrellas ha dado. Sus insultos se han convertido en música de culto, con incontables fiestas que han degenerado en una catarsis gracias a las descalificaciones que la veracruzana, que desde las bocinas grita su famoso Rata inmunda. Animal rastrero. Escoria de la vida. Adefesio mal hecho. Su éxito no solo ha traspasado las fronteras mexicanas, sino que la hizo merecedoras de tres nominaciones a los Premios Grammy en la categoría de música ranchera por sus álbumes Puro Dolor (2007), Eres un Farsante (2010) y Romeo y su nieta (2013). La Secretaría de Cultura de México ha recordado que “su repertorio, con más de 40 producciones discográficas que incluyen rancheras, banda y norteñas, se distinguió por alzar la voz en contra de las injusticias hacia las mujeres”. Desde los Grammy Latinos han dicho que “deja un legado inolvidable en la música latina con su inigualable interpretación”.

Una interpretación que llenaba auditorios de pueblos y ciudades. El arte del insulto que ponía de buen humor a quienes asistían a sus espectáculos, como el que concedió en la Feria de Texcoco en abril de 2023, donde se despidió de los palenques y de parte de un público que la adoraba. “Sus aplausos se van conmigo hasta la tumba”, dijo la cantante que en esa ocasión actúo en una silla por complicaciones con la ciática y una úlcera estomacal. Aparecía envuelta en gasa, joyas y lentejuelas. Emocionada se entregó a su público, porque decía que ella estaba con la gente humilde de México. Es la reina de la música popular, la que cantaba con valentía, la que no quería etiquetas, pero que deja para la posteridad el insulto en la música como válvula de escape, sus canciones interpretadas a gritos, en una catarsis colectiva. Porque “cuando hay amor se sufre y si no hay amor también”.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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