Los mexicanos ganadores del Premio Fronteras: “Las candidatas presidenciales están perdidas en las cuestiones medioambientales”
La Fundación BBVA galardona a Gerardo Ceballos y Rodolfo Dirzo por sus investigaciones sobre el impacto del ser humano en la naturaleza y sus consecuencias: “Sin biodiversidad no podremos sobrevivir más de una década”
Gerardo Ceballos (Toluca, 65 años) y Rodolfo Dirzo (Cuernavaca, 72 años) se conocieron en la universidad cuando eran estudiantes de maestría. Ambos biólogos, decidieron conducir sus estudios hacia la Ecología, la conservación de las especies y el estudio de su extinción. Ahora, más de 40 años después, los dos científicos mexicanos han sido galardonados con el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBBVA por su contribución para documentar y cuantificar la magnitud de lo que han bautizado como la Sexta Gran Extinción de especies en el planeta. Sus investigaciones han establecido que las tasas actuales de extinción en muchos grupos de organismos son las más altas de los últimos dos millones de años y que esta pérdida masiva de animales y plantas está directamente relacionada con el impacto de los humanos en los ecosistemas.
“El trabajo de Dirzo y Ceballos contribuye de manera significativa a la comprensión de cómo estas pérdidas afectan a la resiliencia y la sostenibilidad de nuestros ecosistemas, arrojando luz sobre la urgente necesidad de acciones de conservación para preservar la integridad de estos sistemas vitales para nuestra supervivencia”, destacó el jurado del Premio Fronteras en su fallo. Los científicos hablan con EL PAÍS de sus hallazgos y de la importancia de ser reconocidos con el galardón.
Pregunta. De acuerdo a sus investigaciones, estamos ante la mayor pérdida de biodiversidad del planeta. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Rodolfo Dirzo: Nos encontramos en este punto porque hemos hecho varias cosas que impactan directa o indirectamente a las especies. Hemos dañado brutalmente los hábitats, hemos sobreexplotado los ecosistemas, estamos provocando cambios en el clima y todos esos factores están confabulándose entre sí para generar una caída brutal de la abundancia de las especies, seguida de la reducción de sus distribuciones geográficas y su eventual extinción.
Gerardo Ceballos: También tiene que ver con el crecimiento desmedido de la población humana. Somos 8.000 millones de humanos en el planeta y cada año aumenta la población entre 90 y 100 millones de pobladores. Es decir, estamos aumentando en una década lo que aumentó la población desde el origen del ser humano hasta 1800. A eso, se suma un consumo desmesurado, el tráfico de especies y tercero, tenemos economías basadas en tecnologías ineficientes, como es el uso del petróleo y del carbón que contaminan los ecosistemas.
P. Parece que no se está hablando mucho del medio ambiente en esta campaña electoral. ¿Qué le dirían ustedes a las candidatas que aspiran a ser la próxima presidenta de México?
R.D. Hay un componente que deberían tener muy claro los candidatos: la biodiversidad, en última instancia, es esencial para la supervivencia de la población humana. Comemos biodiversidad, respiramos decentemente porque hay entes en la biosfera que fotosintetizan y producen oxígeno y capturan el carbono... Necesitamos que haya una sociedad informada y exigente y que el tomador de decisiones esté predispuesto a tomar la bandera del medio ambiente para poder afrontar el problema que tenemos. Ojalá las sociedades tuvieran una comprensión profunda de lo que está en juego, de manera que fuésemos exigentes y drásticos sobre qué gobernantes queremos elegir.
G.C. Tendrían que tomar un agenda ambiental como el cuarto eje rector de desarrollo del país, algo que es fundamental para mantener nuestra viabilidad política, económica y social. Sin embargo, la autoridad y los candidatos están perdidos en las cuestiones medioambientales. Esto habla de un gran desconocimiento de lo que son los factores importantes para el desarrollo del planeta. Si el tema ambiental no se aborda como un tema de seguridad nacional, tiene la capacidad de poder colapsar a las sociedades en muy pocos años. Te ponemos el ejemplo del agua en Ciudad de México. Han señalado que para después de junio ya no va a haber agua en la capital y, sin embargo, no hay una expresión del Gobierno de qué es lo que está haciendo, qué va a hacer para enfrentar la situación. Y la ciudadanía está dormida.
P. Ustedes señalan que estamos viviendo la Sexta Extinción masiva de especies. ¿En qué momento se dieron cuenta de este fenómeno?
G.C. Tuvimos la fortuna de cambiar el paradigma en la ciencia, que es algo muy difícil que pase. Lo primero que hicimos fue entender que la extinción se compone una pérdida de especies y de poblaciones. Para que pudiéramos decir que estábamos en una crisis de extinción y que habíamos entrado a la Sexta Extinción masiva, comparamos las tasas de extinción actuales con las que ocurrieron en los últimos millones de años, que documentó nuestro colega Tony Barnoski de Berkeley. Sabíamos que iba a ser diferente y grave, pero nunca nos imaginamos que en 100 años se han extinguido especies que debían haber desaparecido en 10.000 años.
R.D. También encontramos que más de la mitad de especies analizadas estaban perdiendo poblaciones, lo que se conoce como “defaunación”. Es un problema que aqueja desde las especies abundantes a las poco abundantes. Y eso te da una medición palpable, dramática, fuerte, lamentable de la extinción de las poblaciones. La extinción de las poblaciones es el preludio de la extinción de la especie en su totalidad.
P. ¿Cómo nos afecta a los seres humanos esta gran extinción? Teniendo en cuenta que somos la principal amenaza de las especies...
R.D. Por ejemplo, una gran cantidad de los recursos médicos per se que se pueden obtener de plantas. Otro ejemplo. La base de la cadena alimenticia de la biosfera depende de los organismos que son capaces de fotosintetizar la luz. Suspendamos eso, alteremos eso, y nuestra especie y todas las que no somos fotosintetizadoras, estaríamos en un riesgo muy serio. Es posible que podamos sobrevivir al cambio climático algunas décadas, pero mi predicción es que no podríamos sobrevivir más de una década sin la biodiversidad.
G.C. No es coincidencia de por lo menos hasta donde sabemos, solo haya vida en la Tierra. Y esto solo pasa gracias a las plantas, animales y microorganismos. Hay muchas razones desde filosóficas, a morales, religiosas... para salvar la biodiversidad. El planeta no puede funcionar sin toda esta complejísima trama de interacciones entre las plantas y animales que hacen que se regule el ciclo hidrológico, el ciclo de carbono, los nutrientes, etcétera. El 70% de los cultivos son polinizados total o parcialmente por animales...
R.D. La vida que tenemos hoy en el planeta es el resultado de 4.000 millones de años de evolución orgánica. Es un período prácticamente impensable, inasequible en nuestra mentalidad, pero que nos da una idea del tiempo que le ha tomado al planeta llegar a ese nivel de diversificación biológica. Yo pienso que hay también una componente de ética, de moralidad, de solidaridad planetaria cuando hablamos de la extinción de las especies y el trabajo por evitarlo.
P. Me llama la atención que ambos acuden a la ética, la moralidad y la filosofía para tratar de combatir esta pérdida...
G.C. La naturaleza también tiene que ser salvada porque es bella. Tenemos la necesidad de la belleza y tenemos la necesidad de ser compasivos con todas estas plantas, con toda esa diversidad que nos provee de esa belleza. Había un naturalista francés que se llamaba Jean Dorst que publicó en 1965 un libro titulado Antes que la naturaleza muera y hablaba de eso: Si dejamos morir a los animales y plantas que nos han acompañado en este viaje, gracias a los que hemos llegado a ser en evolución lo que somos, demostraremos la enorme torpeza y miopía que estamos teniendo hacia la naturaleza. Por ejemplo, el esparcimiento, la educación, la cultura que nos da la naturaleza también son importantes. Imagínate que no hubiera un bosque donde pudieras caminar, un río limpio que pudieras ver... Hay estudios que muestran que el 70% de los seres humanos van a tener algún tipo de depresión en su vida. Los que caminan en la naturaleza, por lo menos dos veces a la semana, tienen 40% de probabilidades menos de que esto ocurra.
P. ¿Qué podemos hacer como ciudadanos? ¿Podemos revertir este gran problema que estamos viviendo?
G.C. Si te metes a Internet vas a encontrar 50 maneras de ayudar al medio ambiente y todo suma, pero todo va a ser insuficiente si no tenemos una propuesta planetaria coherente en donde todos los organismos internacionales, las grandes corporaciones y los gobiernos, sobre todo los más poderosos, tengan una política articulada para atacar el problema. Todo lo demás está perfecto y nos va a hacer sentirnos bien, pero ya no hay manera de que esas pequeñas acciones cambien el futuro en el que estamos. Necesitamos políticas públicas acompañadas de una inversión sin precedentes de muchos trillones de dólares por año. Es como si yo tengo 10.000 pesos en la bolsa y me dice el doctor: Se va a morir si no toma un tratamiento de cuatro pesos y yo le respondo que cuatro pesos es mucho dinero. Ese es el tamaño de la torpeza y de nuestra falta de sensibilidad hacia lo que está ocurriendo.
R.D. También es importante lo que comentábamos al principio: tener una ciudadanía informada. Tal vez para nosotros, los científicos, no es tan fácil tener una penetración cultural y emocional en sectores amplios de la sociedad, mientras que personas que son encargados de la comunicación o personas que son una celebridad pueden tener un poco de más impacto e implicar en esto a las generaciones más pequeñas de niños y niñas. Necesitamos una Greta Thunberg que hable de la extinción de las especies.
P. Ustedes son los primeros científicos latinoamericanos que reciben el Premio Fronteras de Ecología y Conservación. ¿Creen que por fin se está dando importancia a la ciencia que se hace en la región?
G. C. Yo creo que lo interesante de esto es que es un premio que valúa la aportación de científicos de cualquier parte del planeta a un tema fundamental. Lo que indica, básicamente, es que se puede hacer ciencia del más alto nivel tanto en países en desarrollo como en países desarrollados. También tiene que ver con que Latinoamérica es una de las regiones más diversas del planeta con mayor cantidad de especies.
P. ¿Estamos todavía a tiempo de salvar a esas especies en peligro?
G. C. Si pusieras de 0 a 10 mi optimismo ―siendo 10 que no hay problema y 0 que ya no hay nada que hacer― está como en dos o tres. Por un lado, tenemos toda la ciencia que necesitamos para saber qué se tiene que hacer y por el otro, aunque estamos perdiendo la guerra, hemos ganado algunas batallas. La ventana de oportunidad está abierta, aunque se está cerrando rápidamente. Si logramos empujar dos décadas este problema, lograremos de alguna manera mantener los ecosistemas. Si a eso le sumamos la inteligencia artificial, energías verdes etc. todavía tenemos una oportunidad.
R. D. Hay quien nos tilda de alarmistas, pero creo que el adjetivo correcto que nos deberían de poner es el de realistas. Es una obligación nuestra como científicos presentar las cosas tal como son, no podemos poner azúcar en una píldora que es demasiado amarga. Mírelo de esta manera, hemos tenido la fortuna de aparecer como especie en el momento en que el número de acompañantes es el más amplio y eso nos pone en un privilegio cósmico. Tenemos que cuidar de un patrimonio planetario de 4.000 millones de años. Qué privilegio vivir en un planeta tan maravilloso como el nuestro.
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