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Guillermo Arriaga: “Desde chiquito ensayaba con una botella de Coca Cola para recibir el Oscar”

El escritor y guionista mexicano analiza su nueva novela, ‘Extrañas’ (Alfaguara), y su pasión por la escritura, que nació siendo apenas un niño. “Mi vida esta dedicada a escribir”, dice

Guillermo Arriaga
El escritor mexicano Guillermo Arriaga.Alvaro Garcia
Carlos S. Maldonado

Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 65 años) ha dado un giro radical en su narrativa. Tras el éxito arrollador de novelas y guiones como Amores perros, que muestran un retrato descarnado de una Ciudad de México salvaje, el escritor mexicano presenta ahora Extrañas (Alfaguara), una novela con una narrativa de vértigo, la historia de unas criaturas entre fantásticas y reales, grotescas y poéticas, que sumerge al lector en un mundo donde los avances científicos marcan el paso. La novela se desarrolla en la Inglaterra de finales del siglo XVIII de la mano de un joven protagonista, el aristócrata William Burton, que cuestiona las creencias y supersticiones de su tiempo y busca en la ciencia un asidero para explicar lo que para muchos son decisiones divinas. Expulsado de su condición de rico y desarraigado por su padre por empeñarse en estudiar medicina, este Burton decide romper sus propios prejuicios y temores y buscar explicaciones a hechos que pueden parecer extraordinarios, como la presencia en el mundo de humanos que han nacido deformados, tullidos, o criaturas que parecen sobrenaturales, como las llamadas extrañas. Arriaga —nominado al Oscar por Babel y ganador del premio al mejor escritor en el Festival de Cine de Cannes por Los tres entierros de Melquiades— conversa en esta entrevista sobre su interés en esta historia, pero también su pasión por la escritura, que lo ha convertido en una de las firmas más leídas de la literatura en castellano.

Pregunta. Ha escrito una novela en la que la ciencia es gran protagonista. ¿Por qué ha decidido enfocarse en temas científicos, en la medicina?

Respuesta. La historia la pensaba hacer originalmente sobre las ‘extrañas’. Este tipo de seres sólo surgen cada 300 años. No pensaba hablar de ciencia, pero cuando entré al tema me dí cuenta que para poder llegar hasta ellas tenía que hacer un recorrido por la ciencia, porque es muy fuerte encontrarse un ser como las ‘extrañas’. Me pareció fundamental que hubiera por lo menos una explicación lo más científica posible.

P. ¿Cómo fue el proceso de investigación sobre estas criaturas?

R. No soy alguien que se documenta mucho, pero siempre he estado interesado por la medicina. Mi hermano estudiaba veterinaria y yo iba a la escuela preparatoria, pero en las tardes me iba con él de oyente en la universidad. Luego en la maestría en historia tuve materias específicas de historia de la ciencia. Y la ciencia siempre me ha llamado la atención, en particular la medicina.

P. ¿Por qué decidió contar la historias de estas criaturas, las extrañas?

R. Casi todo lo que he escrito siempre ha sido sobre una experiencia personal. Esta historia llegó de pronto en la mitad de una carretera. Venía un amigo manejando, me volteé y le dije: ‘esto es lo que quiero contar’. Y me dijo que estaba completamente desquiciado. Esto sucedió hace 12 años. Rara vez escribo una historia que se me ocurre en el momento. Dejo que pase mucho tiempo para ver si de verdad es una historia que vale la pena.

Guillermo Arriaga en Milán (Italia), en 2018.
Guillermo Arriaga en Milán (Italia), en 2018. Leonardo Cendamo (Getty Images)

P. William Burton, el personaje principal de la novela, se sumerge en esta búsqueda personal en la ciencia para entender el mundo, pero también está rodeado de mucha superstición. La religión tiene todavía mucho peso en esta época. ¿Está el ser humano en una lucha continua entre lo racional y lo espiritual, o necesita de lo espiritual para entender su existencia?

R. Como ateo radical que creció sin una educación religiosa, para mi lo espiritual realmente no es una esfera de la vida que yo requiera. Creo que soy un amante de la razón y del humanismo. Si algo tenemos los ateos es que nos volvemos mucho más humanistas y nos preocupa más el bienestar del otro, porque en lugar de estar viendo arriba, vemos a los ojos al otro, el otro se convierte en mi realidad inmediata. Yo creo que cuando la ciencia no está ensuciada por usos fuera de ella, como políticos, económicos o sociales, porque la ciencia también puede ser manipulada, cuando la ciencia tiene un interés puro, por así decirlo, me parece fascinante.

P. En el libro dice usted que la ciencia solo podía progresar si la sociedad creía en ella. Y estamos hablando del siglo XVIII. Mire ahora lo que ha pasado con la pandemia, mucha gente cuestionó no solo su origen, sino los métodos científicos para hacerle frente. ¿Por qué cree que mucha gente cuestiona ahora a la ciencia y sus avances?

R. Como especies estamos verdaderamente en procesos muy incipientes de comprensión del cuerpo. Y obviamente cualquier decisión que afecta al cuerpo, cualquier cosa que se introduce en nuestro cuerpo, va a ocasionar discusiones. Es curioso como la izquierda apoyaba el conocimiento científico, que eran las vacunas, y la derecha se oponía a ellas. Era verdaderamente patético. Es obvio que las vacunas iban a tener consecuencias inesperadas. No sabes cómo va a reaccionar cada cuerpo. Si algo aprendí con esta novela es que la conformación de un cuerpo es mucho más compleja de lo que imaginamos. Nosotros no somos individuos, somos una suma de células. Y cómo estas células se unen y cómo esas células progresan es un misterio aún para los seres humanos. En la pandemia se politizó la ciencia.

P. ¿Cuando escribe una novela en algún momento del proceso piensa que se puede convertir en una película?

R. Nunca. Yo escribo un libro pensando que va a ser libro. Nunca pienso ‘esto podría ser una gran serie, una gran película’, porque entonces estás traicionando a la literatura como tal, la empiezas a prostituir y empiezas a hacer concesiones y la literatura no tiene concesiones. Tampoco la dramaturgia de cine las tiene, no se puede decir ‘esto se puede convertir en un libro, o en un cómic, o en una obra de teatro o en una ópera’. Quisieron hacer una ópera de Amores perros y un cómic de 21 gramos y yo no estoy pensando en hacer una película o un libro para que lo transformen en otro medio.

P. Ha hablado muchas veces de su niñez, de la violencia que enfrentó en el barrio de Ciudad de México donde creció, donde tenía que pelearse como una forma de supervivencia. ¿Cómo ha influido ese pasado, esas primeras experiencias en su trabajo como creador?

R. Ha sido una marca total. Pero por suerte fue una marca matizada por la familia en la que crecí, que era muy culta, muy amorosa, muy solidaria. Era inconcebible para mis padres decirme no seas escritor. Al contrario, me decían se escritor, ve con todo. Mi padre me dijo que es mejor estar tranquilo con la profesión que tienes y ganar poco, que ganar mucho en una profesión que te va a comer el alma. Esto matizaba lo que sucedía en la calle, pero también en la calle había mucha complicidad, mucha solidaridad, mucha hermandad. Afortunadamente esa violencia no me afectó, no me marcó negativamente.

Retrato del escritor Guillermo Arriaga, en Mantova (Italia).
Retrato del escritor Guillermo Arriaga, en Mantova (Italia).Leonardo Cendamo (Getty Images)

P. Pero influyó en sus historias, porque hay algo negro en ellas, siempre violento.

R. Por supuesto que influye. Sí me quedó esa cosa de la calle de decir las cosas de frente y de no tenerle miedo a las cuestiones oscuras. En la calle no puedes tener miedo. Ese tipo que ves, va a venir a ponerte una golpiza. No hay forma de zafarte, te la va a poner. Aprendes a que no te den tanto miedo las cosas. A mí, aunque no lo creas, me llenaron de optimismo las golpizas. Si las pude sobrevivir, puedo sobrevivir otras cosas. Siento que puedo aguantar de todo. Escribir un libro significa una golpiza. Cuando lo sacas de pronto vienen unas críticas o unos comentarios que si no tuvieras la doble piel que tienes, te dolerían muchísimo.

P. ¿Cómo lleva esas críticas?

R. Te dan ganas de ir a matarlos, pero dices ni modo, así es esto. A mí no me importa que haya críticas negativas, siempre y cuando no sean críticas personales. Cuando hay una burla, una humillación personal, entonces dices, pérate, compadre. Si es sobre el libro, pues ni modo, no le gustó, no lo entiende, no es para él. Sí, todas las críticas duelen porque dejas tu alma en un libro. Pones años de tu vida, sacrificas tu salud por escribir un libro para que de pronto hagan críticas muy ligeras.

P. ¿Cuándo decidió que quería contar historias?

R. A los ocho o nueve años. Ya desde chiquito ensayaba con una botella de Coca Cola para recibir el Oscar. Siempre quise ser escritor y director. Eso no era algo que estaba en duda. En algún momento, obviamente, quise ser futbolista profesional. Y quise ser veterinario también.

P. ¿Se siente un privilegiado por vivir de la escritura?

R. Vivo exclusivamente de eso, con eso pagué las universidades de mis hijos, compro los coches, compro la comida. La verdad, me siento muy contento de vivir de escribir. Mi vida es completamente dedicarme a escribir.

P. ¿Cuánto tiempo de esa vida lo dedica a escribir?

R. Doce horas diarias durante varios años.

P. ¿Vale la pena todo ese esfuerzo?

R. Olvídate si gano dinero de eso, si me dan premios o no me dan premios. Es tan divertido escribir, es tan adictivo. No sé como es el caso de otros escritores, pero yo tengo una necesidad compulsiva de estar escribiendo una historia. Yo escribo en taxis, escribo en aviones, en estaciones de tren, en cafeterías, a veces en reuniones con amigos. Claro que vale la pena y es un privilegio poder escribir y que me paguen por eso.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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