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El lago de Texcoco ya está protegido: las aguas vuelven a sus cauces

México declara área natural protegida el mayor vaso de regulación hídrica de la capital y 14.000 hectáreas de enorme valor ambiental e histórico

Lago de Texcoco Parque Ecológico
Vista aérea del Parque Ecológico en el Lago de Texcoco.Monica Gonzalez
Carmen Morán Breña

A veces, para dar un paso adelante hay que dar, primero, uno atrás. Eso fue lo que se hizo cuando se paralizó el proyecto del aeropuerto en Texcoco, ubicado en una de las zonas naturales más robustas y con más historia de la Ciudad de México y su entorno urbano. Coincidiendo con el día del agua, este año providencialmente dedicado a las aguas subterráneas, se ha declarado este territorio Área Natural Protegida. Todo un símbolo de los que gusta el presidente Andrés Manuel López Obrador. En el escudo del país está el lago de Texcoco, que desde antiguo se ha querido desecar. Lo intentaron los españoles, y los siguientes. Unos por desconocimiento y otros por deseos urbanísticos, siempre ha habido proyectos para secar esta zona con la idea de evitar inundaciones a la megalópolis, pero el efecto ha sido el contrario: la ciudad se hunde centímetro a centímetro con estas intervenciones humanas en el subsuelo. Y pasa sed. Texcoco puede ser ahora lo que siempre fue: el vaso regulador hídrico más importante de la capital mexicana. Así lo saludan los ambientalistas. Un día histórico, dicen algunos. Un salvavidas en términos hídricos.

La zona protegida ocupará más de 14.000 hectáreas, que siempre han sido zona de paso para aves migratorias y donde todavía sobreviven especies como el pez mexclapique, aves como el tecolote llanero, la rana de árbol plegada o el lagarto alicante cuello rugoso. El ajolote ya no existe, pero puede volver a navegar estas lagunas, a decir de los expertos. “La naturaleza es resiliente y las aguas reclaman su territorio, a veces basta con que el ser humano dé un paso atrás”, resume satisfecho el doctor Fernando Córdova Tapia, profesor de Ciencias en la UNAM. Con todo, animales y vegetación, la protagonista de esta nueva protección para Texcoco es el agua. “Extraemos más de la que se recarga, hay que dejar de sobreexplotar los acuíferos y permitir que las lagunas vuelvan a regularse. Si eso se consigue podremos hablar de una gran victoria de los pueblos que ha demandado tanto tiempo el resguardo de este hábitat”, dice Córdova Tapia. Atenco, Texcoco, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Ecatepec, la toponimia prehispánica resuena hoy con más fuerza que nunca. Nadie como aquellos pueblos originarios supieron convivir con sus ríos y sus lagos, extrayendo sin menoscabo todo y nada más que lo que necesitaban.

Plan de manejo. Uno tras otro, los especialistas consultados mencionan estas palabras. “El paso dado hay que reconocer que ha sido importante, pero para poder decir que se está protegiendo o rescatando un área, hay que disponer de un plan de manejo”, explica Manuel Perló Cohen, experto en agua y urbanismo y profesor de la UNAM. Cómo se van a preservar los suelos, qué plan de inversiones se describirá. “No es solo dejar la naturaleza a la mano de Dios”, dice el profesor, “porque estamos hablando de una zona muy deteriorada, con plagas, aguas negras, enorme salinidad”. Para Perló Cohen se trata de rescatar los acuíferos sobreexplotados “porque se extraen 246 millones de metros cúbicos de agua y se recargan 145 de forma natural”. La agricultura, la industria, la minería y el uso doméstico son los responsables de este sobreconsumo. 14 municipios dependen del agua de esta zona. “Esta declaración que protege Texcoco tiene que interaccionar con las aguas subterráneas para hacer bueno el eslógan del día del agua este año: hacer visible lo invisible”, añade Perló Cohen.

A falta de un plan de manejo que detalle finamente los nuevos usos de esos suelos, la protección publicada en el Diario Oficial De la Federación (DOF) da las primeras pistas de lo que podrá o no hacerse en esa zona protegida: por ejemplo, ecoturismo o restauración ecológica, reforestación, agricultura o ganadería sustentables y otros aprovechamientos para la conservación de la vida silvestre “en beneficio de las comunidades”. Pero no se podrán alterar o destruir ecosistemas, ni levantar desarrollos urbanísticos, tampoco “nuevas obras de exploración o explotación mineras” ni modificar el entorno natural de los vestigios históricos o arqueológicos”.

En todo México hay 182 áreas protegidas, que ocupan 90 millones de hectáreas aproximadamente, y suponen un 11% de la superficie terrestre y un 22% de las aguas marinas mexicanas. “Pero solo la mitad de estas áreas están realmente protegidas”, se queja la coordinadora de la Maestría en Sociedad Sustentable de la UAM Aleida Azamar. La minería es la culpable de ello. Cuando se protege una zona hay un núcleo central donde la protección suele ser rigurosa, pero está rodeado de un cinturón de amortiguamiento “donde se ha permitido la minería, el fracking, la extracción de agua”, todas estas actividades que dañan el medioambiente” critica Azamar, también presidenta de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica. “En 95 de estas 182 áreas protegidas sigue habiendo procesos mineros”, advierte. Por eso desconfía también del gran Parque Ecológico Lago de Texcoco (PELT), la gran intervención proyectada sobre esta zona que ya avanza al 25%, con la creación de zonas deportivas, viveros, caminos de bicicletas, humedales, etcétera.

El director general del PELT es Iñaki Echeverría, que se manifiesta contento por cómo avanza el proyecto, con un presupuesto de 4.600 millones de pesos en números redondos. “Se recuperarán 260 hectáreas de cuerpos de agua y varios humedales a los lados de los ríos que servirán también para tratar las aguas y devolverlas limpias. Será una gran reserva, con sus retos, desde luego, como siempre que se habla de obras públicas”, explica. Este martes lo presentó junto al presidente en la conferencia matutina diaria.

Aleida Azamar pone la voz crítica. No está segura, dice, de que los proyectos para ese parque ecológico, con la entrada y salida de camiones, etcétera, no alteren de nuevo los ecosistemas, y, desde luego, opina que la población no ha sido suficientemente consultada: “Hay que escucharles, han trabajado mucho y se han acompañado de expertos. Por supuesto la declaración de zona protegida es importante, un gran adelanto, pero hay mucho por hacer, mucho de lo que estar vigilantes”, dice. Cómo se van a cerrar las minas por completo, qué residuos se generaron, qué especies afectaron, diagnóstico con indicadores medioambientales, medir partículas, análisis social y poner multas a quienes hayan infringido la ley es parte de una enorme lista técnica que expone Azamar.

Mientras tanto, la profesora Lucía Almeida Leñero, titular de la facultad de Ciencias de la UNAM y del Centro de Ciencias de la Complejidad, celebra desde Barcelona, donde lleva un año sabático, la declaración de área protegida para Texcoco. “Es una buena noticia. La base de cemento para el aeropuerto que no se hizo finalmente supuso una perturbación muy fuerte para la naturaleza. Yo creo que es importante dejar que todo eso se regenere y mantener como un cinturón verde las zonas más degradadas para que se permita hacer un uso deportivo, pero controlado. Necesitamos ver cuanto antes el plan de manejo donde se debe especificar de forma fina, con un estudio muy serio, qué y dónde se pueden hacer determinadas cosas. En muchas áreas protegidas tardó mucho en llegar el plan de manejo. Texcoco es un gran laboratorio natural que se ha desaprovechado mucho tiempo. Ahora debe buscarse un equilibrio entre la conservación de la naturaleza y las zonas recreativas. No puede ser un Disneylandia”, previene.

No hay proyecto ambiental en el que no se mencione el cambio climático. En este de Texcoco, se prevé que una vez devuelta a la naturaleza lo que es suyo, la zona sirva para regular las temperaturas y que regresen, por qué no, especies como el ajolote. “Cuando se proyectó ahí el aeropuerto decían que ya no quedaba nada, no es verdad, con un buen manejo se puede recuperar toda la zona lacustre”, afirma Almeida Leñero.

Especialmente feliz se muestra Córdova Tapia, siempre pendiente de las presiones que ha soportado la zona, la última, el controvertido aeropuerto. “Nueve ríos desembocan en esa región, hay que empezar a gestionar bien el agua y retenerla en lugar de expulsarla. Si es exitoso, el lago Texcoco volverá a tener sus lagunas y sus humedales. En esta ciudad han pasado 500 años de lucha contra el agua y ahora la ciudad pende de un hilo, o mejor, de un tubo, ¿de dónde vamos a traer el agua si no?”, dice el profesor de la UNAM. “Si además se logra un manejo en armonía con las comunidades, con los pueblos que lo circundan, entonces sí podremos empezar a hablar de un cambio verdadero. Ellos, la población son los más interesados en protegerlo”, asegura.

¿Y si llega otra administración y echa abajo la protección medioambiental de la que ahora goza Texcoco? Córdova contesta: “Eso es prácticamente imposible. Enfrentarían una enorme lucha social”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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