Hashim Sarkis: “Los mexicanos son muy ingeniosos con el espacio público. Las taquerías son un ejemplo”
El comisario de la 17ª Bienal de Arquitectura de Venecia discute los retos y avances que la pandemia ha suscitado en la manera en la que los humanos habitan sus espacios
El arquitecto Hashim Sarkis (Beirut, 1964) tenía lista la 17ª Bienal de Arquitectura de Venecia cuando atacó la pandemia. Dos años después, la pregunta en la que había centrado el encuentro –¿Cómo viviremos juntos?– tocaba una fibra totalmente distinta. La Bienal se inauguró en mayo pasado, y el arquitecto ni siquiera pensó en cambiar la consigna a pesar del huracán que significó el coronavirus para la vida diaria. “Es tan pertinente como irónica”, resume en una entrevista el doctor en Filosofía y decano de la Escuela de Arquitectura y Planeamiento Urbano del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Sarkis es uno de los invitados estrella de Mextrópoli, el festival de Urbanismo y Arquitectura más grande de Latinoamérica que la revista Arquine organiza en Ciudad de México. Viviendo entre Cambridge y Venecia por su trabajo como profesor y al frente de la Bienal, su participación será virtual. “La pandemia ha descubierto a la arquitectura en un primer plano. Ahora somos mucho más conscientes de nuestro entorno, comenzando por lo que tenemos alrededor cuando nos ponemos frente a la cámara”, afirma por videollamada.
Pregunta. ¿Extrañará no haber venido a México?
Respuesta. Estuve al menos tres veces por ahí. La Ciudad de México es una metrópolis bellísima. Todo el mundo debería verla, y sus jacarandás. El otro día estuve en una taquería de mi ciudad y, a pesar de que ya la había visitado antes de la pandemia, noté que tenía otra vida. Una taquería como las de cualquier esquina en México es una espacio ideal para nuestra situación: debajo de una simple carpa, en la calle, ese lugar tan suave que inventaron entre el interior y el exterior. Siempre se dice que México está en problemas y que tiene sus crisis, que será verdad, pero tiene mucho para enseñarle a otras grandes ciudades del mundo.
P. ¿Cuál es su mayor problema urbanístico?
R. El tráfico es una crisis, el acceso a la vivienda, la infraestructura en general. Pero los mexicanos son muy ingeniosos con su uso del espacio público. Las taquerías son solo un ejemplo, pero está en todas partes. Hay una habilidad en adecuar espacios apretados para cualquier tipo de actividad pública, en la manera en la que tantos medios de transporte confluyen con cierta armonía en sus barrios.
P. ¿Estaban las ciudades preparadas para los cambios que hemos vivido?
R. Todo lo que hemos estado haciendo, incluido Zoom, ya existía antes de la pandemia. La crisis ha acelerado ciertos cambios, que están tan atados a la crisis que los asumimos como consecuencia de ella. Probablemente continuarán y nos olvidaremos de esa conexión, que es algo que también suele pasar tras una crisis.
P. ¿Qué cambios le han llamado la atención?
R. Esta gran discusión sobre el éxodo de las ciudades, sobre la gente que se muda a los suburbios o a áreas rurales. Es algo impresionante, pero solo aplica para la gente rica.
P. ¿Qué le queda a la gran mayoría de la población?
R. Las ciudades han florecido durante la pandemia. Una simple vereda, por ejemplo, tiene un significado completamente nuevo cuando se convierte en un lugar donde encontrarse con el otro es más seguro. Hemos creado nuevos espacios para encontrarnos, y creo que somos muchísimo más conscientes de la importancia de los espacios que compartimos. De que necesitamos pensar mejor nuestras ciudades porque nos ofrecen esa infraestructura que la gran mayoría no puede procurarse por su cuenta.
P. ¿Cómo se concilia este rol social de la arquitectura con viviendas sin condiciones mínimas, con un mercado restrictivo, con fenómenos como la gentrificación?
R. La arquitectura siempre ha sido un arte que depende del patronazgo. Sea una realeza, la iglesia, o corporaciones y fundaciones. Aún así se ha mantenido su capacidad creativa, su manera de proyectar un futuro que no necesariamente está dictado por nuestra forma de vida actual.
P. Su propia pregunta: ¿Cómo viviremos juntos?
R. Al plantearla uno esperaría que viniese de una ambición para resolver todos nuestros problemas. La verdad es que solo tenemos una contribución particular contra el problema, la capacidad de desplegar la imaginación con la esperanza de que esas ideas tengan eco en la sociedad y en la política.
P. ¿En el futuro inmediato?
R. Tenemos que comprender nuestra diversidad y el espacio que compartimos con otras especies. Solo el 30% de nuestras viviendas están compuestas por una familia nuclear, ¿por qué no somos atentos a las distintas maneras de vida colectiva? También están las comunidades emergentes, desde millennials hasta migrantes, cuyas ideas de ciudadanía son distintas. ¿Por qué no darles lugares que les den sus propias instituciones, espacios públicos? Tenemos que pensar más allá de nuestras categorías actuales, comenzando por la diferencia entre la ciudad y las áreas rurales.
P. Usted es profesor desde hace 20 años, ¿esas preguntas se plantean?
R. Ya es evidente que la salud pública significa mejorar nuestras ciudades. ¿Cómo continuará? Es muy temprano para saber. En México veo mucha esperanza en gente que busca volver a conectar con el paisaje, tengo estudiantes que se preguntan estas cosas pensando en la naturaleza que duerme bajo la ciudad, los ríos, los volcanes, es hora de que sean parte de la vida de la ciudad. La capital mexicana es una de las ciudades más grandes del planeta, con infinitos problemas, pero en medio de todo eso también vive y se mueve.
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