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“El contrato espacial es fundamental para el contrato social”

Hashim Sarkis, comisario de la 17ª Bienal de Arquitectura de Venecia, alude a la necesidad de escuchar para dar respuesta a las necesidades urbanas

Anatxu Zabalbeascoa
Bienal de Arquitectura de Venecia
El arquitecto Hashim Sarkis en Venecia en 2019, durante la presentación de la Bienal, prevista para 2020 y aplazada un año debido a la pandemia.Stefano Mazzola/Awakening (Getty Images)

El arquitecto Hashim Sarkis (Beirut, 1964) es el comisario de la Bienal de Arquitectura de Venecia que se inaugura el sábado, tras sufrir un aplazamiento de un año por la pandemia. El arquitecto aboga por la conciliación. El título de su Bienal, ¿Cómo viviremos juntos?, alude a la necesidad de escuchar y dar respuesta a los problemas en lugar de imponer criterios desde una vanguardia que da la espalda a los problemas del mundo. Su elección ―homenajear a arquitectos tan dispares como la italiana Lina Bo Bardi o Rafael Moneo, con el León de Oro honorífico― revela ese talante. Libanés, estudió en una escuela creativa, Rhode Island School of Design y continuó en las aulas de Harvard, cuando Moneo organizaba los estudios. Tras doctorarse, se quedó allí dando clase de paisajismo ―y escribiendo el gran libro sobre Josep Lluis Sert―. Ahora dirige, desde 2015, la parte más tecnológica de la arquitectura en el MIT (Massachusetts Institute of Technology). También vivió un año en Madrid, donde trabajó con Moneo.

Pregunta. ¿No es un poco extraño que le conceda a Moneo el León de Oro honorífico?

Respuesta. Lo extraño es que aún no se lo hayan dado. Yo, y muchos arquitectos de mi generación, le debemos la fe en el papel fundamental que la arquitectura juega en la sociedad, la importancia de su materialidad.

“Moneo y Bo Bardi buscan una dimensión cívica de su trabajo”

P. Ha sido el primer comisario en reconocer con el León de Oro honorífico a una mujer.

R. Otra deuda.

P. Moneo y Bo Bardi: honor para dos arquitecturas radicalmente distintas.

R. ¿Puedo decir que en realidad son parecidas? Son cercanas porque cada proyecto es distinto del anterior y eso sucede porque cada uno es una solución específica a un problema específico. Han sido arquitectos que no han invertido en tener un estilo singular, sino en conseguir una arquitectura única. Por eso, siendo distintos, se parecen. Ambos buscan una dimensión cívica, colectiva, pública de su trabajo. Y al final, eso es lo que importa.

P. ¿Cuál es más actual?

R. Moneo ha sido una persona clave en la educación de muchos arquitectos. Como profesor, como académico y como crítico ha trabajado en las redes de conocimiento convencionales. Mientras que Lina Bo Bardi intentó trabajar desde fuera de esa academia y desde allí tendió puentes. No hay un modelo único sobre cómo ser arquitecto.

P. ¿Cómo viviremos juntos?

R. No podemos esperar a los políticos para diseñar las ciudades del futuro. Y la respuesta no vendrá de una sola fuente. Solo mezclando nuestra diversidad lograremos construir sólidamente un futuro que la arquitectura anticipa proponiendo convivencia. Los edificios de Moneo y Lina Bo Bardi dan a la comunidad una forma cuestionando cómo se hacen las cosas, repensándolas. Intentando trascender lo que existe, ambos son respetuosos con el contexto urbano, natural, social.

P. ¿Cómo se puede ser cuidadoso y a la vez cambiar las cosas?

R. Los mejores arquitectos son como prestidigitadores manejando argumentos para convencer al cliente de que es probablemente mejor ser inclusivo que segregar, que es mejor que el edificio acoja a que se muestre hostil. Los políticos siempre miran a las ciudades y a su arquitectura para explicar una idea de la sociedad. Para explicar cuestiones políticas hablan de cuestiones espaciales. La ciudad que me interesa es la del consenso. La que la gente consigue ceder parte de su intimidad para convertirse en comunidad. Los espacios comunes son lo que construye una sociedad. Sin ellos no existe la sociedad. Es otra cosa.

“No podemos esperar a los políticos para diseñar las ciudades del futuro”

P. ¿Sin espacios comunes qué somos?

R. El filósofo Michael J. Sandel en su último libro explica que hoy el mérito ha pasado por delante del bien común. ¿La razón? El bien común solo se construye en espacios comunes. Y nos los han quitado. Necesitamos la oportunidad de encontrarnos con lo diferente, de dialogar con lo que no es como nosotros. Y eso sucede en las plazas, en los cafés, en las calles: el contrato espacial es fundamental para el contrato social. Eso trato de mostrar en esta bienal.

P. Habla de pasar de una arquitectura monumental a una transformadora, ¿a qué se refiere?

R. A la que permite cambiar por ejemplo ampliando los espacios de intercambio social.

P. El chileno Alejandro Aravena abrió, hace tres bienales, la puerta a pasar del pensamiento crítico a la construcción de la realidad. ¿Cuánto ha cambiado la Bienal de Venecia?

R. Necesitamos sentido crítico pero también cambios palpables. Necesitamos arquitectura construida además de arquitectura pensada. Tengo una gran complicidad con Aravena. Y creo que se debe a que ambos venimos del sur. Él del occidental (Chile) y yo del oriental (Líbano).

“No se trata tanto de mostrar el camino como de construirlo entre todos”.

P. Tienen en común haber llegado al poder desde culturas y países no dominantes.

R. Y creo que por eso vemos y miramos a otro mundo. No creo que sea una casualidad que la Bienal nos invitara a los dos a comisariar una edición para abrirse al mundo. En el pasado, la Bienal estaba centrada en dictar la vanguardia en Europa Occidental.

P. ¿Y ahora?

R. Ahora la Bienal quiere meter todo el mundo en la discusión, estudiar lo que es importante, lo que es bueno y darlo a conocer. Ya no es tanto mostrar el camino como dialogarlo y construirlo entre todos.

P. ¿La pandemia ha cuestionado la ciudad densa y concentrada a favor de recuperar las urbes expandidas?

R. La última gran crisis fue la Segunda Guerra Mundial. La gente abandonó las ciudades por los bombardeos, la destrucción y el hambre. Desde que terminó la guerra se volvió a hablar del regreso al centro, pero a la vez: se construyeron las autopistas y las ciudades satélite. Hoy hemos redescubierto valores de una vida urbana más tranquila. Y la posibilidad de tender puentes entre la ciudad y el campo. En lugar de oponerlos, mezclarlos ocupando el espacio intermedio: los intersticios entre lo urbano y lo rural que habíamos olvidado.

P. Durante años fue profesor de paisajismo en Harvard.

R. Y trabajé la idea del espacio intermedio: ¿lo que no es ni campo ni ciudad qué es? De eso trata mi exposición Across Borders (Entre límites). En el [espacio expositivo del] Arsenale también se investigan los modelos de vivienda que podrían acomodar esa vida, entre lo urbano y lo rural. Ahí es donde comenzó la pandemia: justo en el borde entre lo urbano y lo rural.

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