Huertos urbanos: una forma de fomentar la sostenibilidad en la infancia, también en verano
Se aconseja la utilización de estos espacios por parte de las familias para promover en los niños su dimensión social, responsabilidad proambiental y compromiso con estilos de vida más respetuosos con el entorno
Pimientos, cebollas o pepinos son algunas de las verduras que los usuarios de los huertos urbanos, diseminados por las ciudades, recogen en sus cestas durante estos meses de verano. Son pequeñas parcelas acondicionadas para que los vecinos de la zona hagan uso de ellas con el fin de aproximarse a la sostenibilidad, tejer relaciones entre unos y otros, crear vínculos intergeneracionales y desarrollar proyectos de convivencia. Además, también se trata de espacios a los que algunos padres y madres acuden con sus hijos para enseñarles que los alimentos de los que disponen diariamente en la mesa no crecen en los supermercados y ampliar, así, su conciencia medioambiental.
Actualmente, el concepto de huerto urbano va más allá de adornar las ciudades con espacios de la naturaleza que proporcionan alimentos y relajación. “Los huertos urbanos trascienden, en el sentido de que incorporan una dimensión social y de compromiso de las familias con la sostenibilidad”, asegura Ricardo García, psicólogo medioambiental de la Universidad de A Coruña. Esto incluye valores colectivos de cohesión social y de pertenencia que aparecen en el proceso. Y también de desarrollo de una identidad, con la voluntad de activar cambios en los estilos de vida, por ejemplo, en cuanto a una alimentación más saludable y sostenible. “Los niños y las niñas son los primeros beneficiarios de esta transmisión de valores activada desde abajo hacia arriba. Con los huertos urbanos tienen la oportunidad de perpetuar ese sentido de responsabilidad con estilos de vida más verdes y sostenibles”, añade el experto.
Los huertos comunitarios permiten desarrollar competencias en términos de gobernanza, “al tratarse normalmente de una propiedad de titularidad pública que se destina a uso de la ciudadanía de un entorno residencial especifico o una propiedad colectiva”, explica García. En ambos casos, dice, ha de administrarse democráticamente, con algún tipo de organización básica que lo gestione. También son una oportunidad para que los menores incorporen el aprendizaje social de valores, como el respeto. “Al tiempo que aprenden a comprometerse con estilos de vida más sostenibles, están accediendo a comprender un modelo económico, representado a pequeña escala, que es alternativo y constituye un modo de abaratar ciertos productos de consumo que pueden plantar por sí mismos. Una actividad de interés, especialmente cuando los ingresos familiares son más bajos”, afirma.
Las experiencias en este tipo “fomentan la resiliencia de la comunidad, promueven una identidad cultural más fuerte, ayudan al cuidado del medio ambiente y mejora la salud mental de los usuarios”, asegura Silvia Collado, psicóloga ambiental y profesora titular de la Universidad de Zaragoza. Asimismo, la población infantil que participa en este tipo de actividades recibe un aprendizaje experiencial; es decir, aprenden haciendo, “algo que influye positivamente en su entendimiento de los fenómenos naturales (por ejemplo, cómo crecen las plantas), así como en su relación con el entorno”, agrega. “Los menores que participan en estos espacios tienden a llevar estilos de vida más saludables”, prosigue, “y a buscar acceso más sostenible a la comida conforme crecen”.
El verano se presenta como un buen momento para que las familias disfruten de las actividades que pueden ponerse en práctica en los huertos urbanos porque las agendas, abarrotadas durante el resto del año, se distienden. “Los niños tienen más tiempo para explorar su entorno y para involucrarse en un juego desestructurado, que potencia su imaginación y estimula su desarrollo”, explica Collado. Eso sí, las prácticas familiares en estos entornos durante las vacaciones estivales “deben hacerse a las horas de menos calor y protegiéndose bien de las inclemencias climáticas”, incide la psicóloga ambiental. Teniendo esto en cuenta, estos meses son un momento ideal para disfrutar de la naturaleza en familia.
El uso de estos entornos por parte de las nuevas generaciones los convierte en movimientos de abajo-arriba, “porque constituyen no solo una corriente de resistencia, sino de organización de la seguridad, diseñada desde el nivel residencial, y que a nivel político está muy cuestionada”, opina el experto de la Universidad de A Coruña. Ofrecen todo un conjunto de beneficios, basados en conexiones sociales, actividades comunitarias, acceso a alimentos frescos y saludables. “Además, contribuyen a extender más espacio verde sobre las ciudades y a fomentar el amor por la naturaleza en los más jóvenes”, asegura. Del mismo modo, estas áreas “refuerzan la contribución de los ciudadanos y de las ciudades a la implementación de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), destacando el papel de la infancia y promoviendo su participación en la gestión urbana”, declara.
Las experiencias positivas en la naturaleza, incluyendo en huertos urbanos, tienen un efecto beneficioso en el comportamiento sostenible de niños y niñas y este es mayor si van acompañados de un adulto implicado en la conservación de la naturaleza. “Por eso, debemos ser conscientes del ejemplo que damos a los más pequeños cuando estamos en el huerto. Lo ideal es permitir que los niños exploren libremente el entorno y fomentar su curiosidad hacia los fenómenos naturales, como el crecimiento de plantas o la observación de diferentes especiales animales y vegetales”, afirma la psicóloga ambiental. Eso sí, evitando que los progenitores trasladen a sus hijos la idea de que es una obligación y entendiéndola como una oportunidad de pasar tiempo en familia.
Para José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, disfrutar del cuidado de los huertos urbanos entre padres e hijos facilita la reconexión con formas de vida natural para aumentar la afinidad con ellas: “Nos hace conscientes del impacto que nuestro estilo de vida diario tiene en la naturaleza y es una oportunidad de tener una experiencia ambiental significativa que marcará nuestro presente y futuro”. Como adultos, según explica, aproximar a los más jóvenes a este tipo de actividades desarrollará su capacidad de observar la vida exterior o reducir el estrés percibido, asociado a veces a su rutina diaria: “En definitiva, el contacto frecuente con la vida natural no solo nos ayudará a estar mejor, sino a ser mejores”.
Puedes seguir Mamas & Papas en Facebook, X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter quincenal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.