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Ecoansiedad: a los niños les preocupa la crisis climática

Se estima que las manifestaciones por el clima de septiembre de 2019 reunieron a casi dos millones de manifestantes en edad escolar pertenecientes a más de un centenar países

A los niños también les preocupa el cambio climático.
A los niños también les preocupa el cambio climático. Unsplash
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A los más jóvenes les preocupa la crisis climática. Y no solo les preocupa, sino que, además, se movilizan: se estima que las manifestaciones por el clima de septiembre de 2019 reunieron a casi dos millones de manifestantes en edad escolar pertenecientes a más de un centenar países. Exigían la toma de medidas urgentes y reales para combatir el deterioro del planeta. Las consecuencias para la salud física de ese deterioro se conocen, pero los efectos psicológicos que genera la crisis climática global apenas han sido investigados. Es lo que se denomina eco-ansiedad o angustia climática, un tipo de ansiedad de la que se desconoce su prevalencia en el mundo debido a la falta de investigación, pero que según los indicios podría ser especialmente preocupante entre los niños y jóvenes.

No se trata de una patología específica pero sí de un conjunto de emociones y manifestaciones. Según Silvia Collado Salas, psicóloga experta en Psicología Ambiental y coautora del libro Conciencia ecológica y bienestar en la infancia, la eco-ansiedad se manifiesta en forma de diferentes emociones como miedo, enfado, e incluso sentimientos de indefensión e incontrolabilidad (“Nada de lo que yo haga servirá para cambiar esta situación que me sobrepasa”) y pensamientos intrusivos y recurrentes sobre la amenaza climática. Sin embargo, la psicóloga apunta que “aunque sí se han reportado casos en los que los pacientes refieren ansiedad que podría ser causada por cuestiones relacionadas con los problemas ambientales, como el cambio climático, hoy por hoy, no se trata de una patología específica”.

Un problema reciente y con poca investigación en jóvenes

Un artículo publicado en The Lancet el pasado 9 de septiembre por investigadores de diversas universidades de Canadá ponía la atención en la escasa investigación actual en torno a los efectos psicológicos de la crisis climática, algo que consideran especialmente preocupante en los jóvenes de 10 a 24 años. “La crisis climática podría precipitar nuevas condiciones psicológicas y empeorar las enfermedades mentales existentes entre los jóvenes que experimentan ansiedad climática, pero las omnipresentes brechas de datos impiden nuestra capacidad de actuar”, explican en el texto.

Los primeros artículos científicos en los que se habla de ecoansiedad aparecen en 2007. Explica Silvia Collado que la mayoría de la literatura científica sobre este asunto son trabajos que se han llevado a cabo con adultos, por lo que se sabe menos acerca de cómo la población infantil afronta los problemas ambientales. Los autores del mencionado artículo de The Lancet también insisten en el texto en lo que señala Collado, y añaden que muchos de los estudios que se centran en los jóvenes no se enfocan específicamente en la ansiedad climática y sus efectos en la salud mental, sino que investigan resultados alternativos como la relación entre la preocupación climática y las acciones ambientales. Para mejorar la comprensión de los efectos a largo plazo sobre la salud mental, consideran fundamental el desarrollo de herramientas válidas y confiables para medir la ansiedad climática y la comparación de diversas poblaciones de jóvenes.

Un dato importante que aporta Silvia Collado es que los niños y las niñas muestran mayor empatía frente a la pérdida de biodiversidad y de los animales que les resultan más familiares (dibujos animados, personajes de cuentos, etc.), lo que se traduce en mayores sentimientos de tristeza, frustración y enfado. “En los estudios que yo he podido llevar a cabo se ha visto que, cada vez más, los niños y niñas muestran preocupación por los problemas ambientales. Se centran principalmente en el cambio climático, y en cómo esto puede afectar a su entorno (por ejemplo, inundaciones dadas las cada vez más fuertes tormentas, calor extremo en verano, incendios devastadores) pero también en aquellos elementos naturales que ellos aprecian en mayor medida, principalmente los animales y, dentro de estos, los mamíferos”.

En cuanto a la edad, Collado señala que son los niños de entre 7 y 9 años los que muestran una mayor preocupación por el medioambiente, y añade que si bien es cierto que el porcentaje de niños que pueden llegar a mostrar ansiedad por el deterioro del medioambiente no es elevado, “conforme pasan los años se observa que el porcentaje va en aumento”. En este sentido, para la psicóloga la para parte positiva de esto es que “los mensajes de los programas de educación y concienciación ambiental, así como de los medios de comunicación, están calando en la población más joven”. La negativa, “que los niños puedan llegan a mostrar sentimiento de “indefensión aprendida”, relacionados con la eco-ansiedad”. Es decir, que aparezca la sensación de que hagan lo que hagan, no podrán cambiar la situación. “Desde mi punto de vista, no basta con trasladar un mensaje de preocupación y temor a la población, sobre todo a los niños y niñas, pues esto podía frenar sus acciones proambientales (¿para qué voy a hacer algo, si no sirve de nada?). Lo que debemos intentar es darles herramientas y vías de acción claras sobre qué pueden hacer ellos para ayudar a mejorar la situación actual y futura”, sostiene.

Prevenir y aliviar el temor de los niños con relación a los problemas ambientales

La educación ambiental es importante ya en la primera infancia. Y no solo a través de lo que pueda integrarse en la escuela sino también en los hogares, y en las acciones cotidianas de las criaturas. Cuenta Silvia Collado que las investigaciones que se centran en la población joven “demuestran que aquellos niños que saben que sus acciones diarias ayudan a preservar la naturaleza muestran menos ansiedad en relación con los problemas ambientales y, además, llevan a cabo conductas proambientales con mayor frecuencia”. Por lo tanto, para la psicóloga una de las claves para prevenir la eco-ansiedad y, además, fomentar las acciones a favor del medioambiente consiste en enseñar a los niños que existe una clara relación entre sus acciones y el beneficio del planeta: “Por ejemplo, si yo, Juanito, de 9 años, dibujo por los dos lados del folio, en lugar de por uno, y lo hago así durante todo un curso, evitaré que se talen X árboles como estos del bosque de cerca de casa o del cole. Esto le da a los niños y niñas cierta sensación de control que, por un lado, disminuye la ansiedad y, por otro, les anima a actuar”.

¿Cómo hacer frente a los síntomas de angustia en el caso de que aparezca? Responde Silvia Collado que si nos encontramos con un niño o niña, o con una persona adulta, que muestre ansiedad relacionada con los problemas ambientales, lo ideal sería hablar sobre lo que les preocupa. Sin embargo, si esa ansiedad interfiere realmente en el día a día del niño o la niña entonces habría que acudir a un profesional.

“Desde mi punto de vista, la estrategia consistiría en afrontar la situación como es. Es decir, indicar la verdad: que efectivamente tenemos problemas serios en relación con el medioambiente pero que la parte positiva es que todos podemos poner nuestro pequeño granito de arena y ese granito de arena cuenta”, explica Silvia Colla. La psicóloga, por último, añade do que también se debería trabajar sobre las propias expectativas, ya que no podemos pretender cambiar nosotros un problema grave mundial. O lo que es igual: que los pequeños se centren en lo podemos controlar (como, por ejemplo, qué podemos hacer en nuestro barrio, en nuestro colegio, en nuestra familia), y no quedarnos con por aquello a lo que es imposible llegar.

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