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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si quieres que tu hijo sea feliz, hazle responsable de sus cosas

Tener la capacidad de cumplir con obligaciones depende del desarrollo evolutivo del niño, del modelo educativo en el que es criado y del nivel de exigencia de los adultos que lo acompañan, entre otros factores

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Desde que los niños son muy pequeños, las familias deberán dar responsabilidades a sus hijos en casa para que vayan adquiriendo el valor del esfuerzo.Imgorthand (Getty Images)

Si hay algo que agota a las familias en su día a día en casa es tener que repetirle a sus hijos, una y otra vez, que cumplan con sus obligaciones. Que se hagan responsables de sus tareas sin que mamá o papá, a modo de disco rayado, se lo tengan que repetir. Una irresponsabilidad que genera muchos conflictos y mal humor en la convivencia y que provoca un gran agotamiento a la hora de educar.

Los deberes del colegio, que recojan el cuarto de baño después de ducharse, que mantengan un mínimo de orden en su habitación, que realicen las tareas escolares o que pongan correctamente la mesa antes de empezar a comer son algunas de las responsabilidades que a los niños o jóvenes les cuesta mucho asumir.

La responsabilidad es uno de los valores más importantes que las familias deben educar. Es proceso largo y costoso que conlleva mucha paciencia y confianza. Supone no hacer por los hijos lo que son perfectamente capaces de hacer por ellos mismos, aunque en muchas ocasiones, eso suponga que las cosas se hagan a un ritmo mucho más lento de lo que esperamos y con una calidad peor. Una tarea a largo plazo que ayudará a los niños y jóvenes a desarrollar habilidades sociales, personales y a establecer buenas relaciones con su entorno. Que les enseñará a comprometerse con aquello que quieren y a trabajar duro hasta conseguirlo.

Ser responsable implica comprometerse, ser perseverante y cumplir puntualmente con todas las obligaciones que tengas sin depender que otros te lo recuerden o te lo exijan. Es la capacidad de asumir las consecuencias de las propias acciones y decisiones, buscando un bien propio y común. Para que un niño sea responsable necesita adultos que confíen en él, que le ayuden a ir ganando confianza en sí mismo a través del reconocimiento de las propias habilidades, que le expliquen que el error es parte imprescindible en el proceso de aprendizaje y que le regalen el tiempo que necesita para aprender.

La responsabilidad se va adquiriendo poco a poco de acuerdo al desarrollo evolutivo de cada niño a través de la imitación y la aprobación de los demás. Existen varios factores que influirán en su adquisición: el modelo educativo en el que es criado el niño, la personalidad de cada individuo o el nivel de exigencia de los adultos que le acompañan.

Un niño responsable poseerá las herramientas necesarias para poder construir una buena identidad, se mostrará seguro de sí mismo, poseerá una buena autoestima, será capaz de decidir qué debe hacer y cuando y de reflexionar antes de actuar y tomar decisiones. Será una persona que disfruta de todo aquello que hace y reconoce sus errores sin sentirse avergonzado.

En cambio, cuando un niño no tenga responsabilidades mostrará muchas dificultades para saber lo que debe o no hacer, será muy dependiente de los adultos y no aceptará sus tropiezos. Será una persona miedosa y desconfiada a la que le costará establecer relaciones sociales sanas y siempre le echará la culpa de sus problemas a los demás.

Por este motivo, desde muy pequeños, las familias deberán dar responsabilidades a sus hijos en casa para que vayan adquiriendo el valor del esfuerzo y la perseverancia, para que sientan que son parte importante en la familia y para ayudarles a desarrollar estrategias de planificación y trabajo.

Claves para enseñar a un niño a ser responsable:

  1. Fomentar la participación en casa, asignándole al niño pequeñas responsabilidades adecuadas para su edad y dándole el tiempo que necesite para realizarlas. Los padres y madres deben asegurarse que entiende que es lo que debe hacer sin exigirle la perfección o esperar que lo que haga como nosotros lo haríamos.
  2. Dejar que el niño tome sus propias decisiones y que se haga responsable de las consecuencias. Que resuelva sus problemas de forma autónoma, evitando las actitudes sobreprotectoras y sin reprocharle los errores que pueda cometer. Consensuar bien los límites y las normas le ayudará a que entienda bien qué se espera de él. Los gritos o los castigos no conseguirán a que el niño sea más responsable.
  3. Hacer entender al niño o joven que si no cumple con sus responsabilidades como hacerse la cama, colocar los utensilios de cocina del lavavajillas o recoger sus juguetes cuando se haya acabado el tiempo de juego, supondrá que otro miembro de la familia lo tendrá que hacer por él. Explicarle claramente que en casa se debe colaborar formando un gran equipo, le ayudará a entender la importancia de hacer las cosas cuando tocan y no cuando le apetece.

Lo mejor que le puede pasar a un niño es sentirse responsable y protagonista de su propia vida. Ser capaz de conseguir aquello que desea trabajando cada día hasta alcanzar sus objetivos. Así, el menor será capaz de asumir riesgos, de buscar alternativas a las dificultades y reconocer sus errores. Como decía Winston Churchill: “El precio de la grandeza es la responsabilidad”.

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