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Leticia Garcés, pedagoga: “Es bueno que los hijos nos vean llorar o discutir”

La experta en educación emocional, autora de ‘Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada’, señala que si los padres sienten que pueden mejorar, ganarán confianza y resultarán ejemplo de superación para sus hijos

Leticia Garcés
Leticia Garcés Larrea presenta su nueva obra 'Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada'.

Leticia Garcés Larrea (Pamplona, 41 años) presenta su nueva obra. La pedagoga, con un máster en inteligencia emocional, un postgrado en educación emocional y fundadora en 2010 de la plataforma Padres Formados —plataforma que orientar a los progenitores para que lleven a cabo una educación emocional, consciente y respetuosa— acaba de lanzar Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada (Desclée de Brouwer, 2023).

Este libro está dirigido a padres y docentes que tengan interés por acercarse a la adolescencia de sus hijos sintiéndose seguros, exigiéndose menos y estando bien formados para hacer frente a sus necesidades de un modo óptimo. La también autora del libro Padres formados, hijos educados (Tébar Flores, 2017) explica que los niños aprenden a perdonar perdonando, y a disculparse cuando están bien acompañados y se ha favorecido el diálogo entre las partes implicadas.

PREGUNTA. En su libro habla sobre la importancia de la escucha. ¿Considera usted que es difícil lograr una escucha consciente a día de hoy?

RESPUESTA. En muchas familias el estrés es uno más del hogar, ya desde primera hora de la mañana. Los adultos entendemos lo que supone llegar tarde, tenemos la responsabilidad de cumplir con nuestro trabajo, por ejemplo. Los niños por la mañana tienen otras preocupaciones y quizás lo que les frustra es algo insignificante para nosotros, como acordarse en el coche que querían llevar a la escuela el juguete nuevo para enseñarlo. En esos momentos, escucharlo o tener en cuenta lo que pide no será fácil, por lo que tendremos que estar abiertos a que la frustración se instale en nosotros. Por lo tanto, hemos de corresponderle en otros momentos a lo largo del día donde nos resulte más fácil. Lo ideal es llegar a la cena habiendo lidiado lo mejor posible con tres o cuatro rabietas o frustraciones, porque de esta forma podemos esperar que la noche sea más calmada.

P. Alude a una receta científica que genera beneficios en la educación del hijo, ¿de qué se trata?

R. La palabra ciencia está compuesta por siete letras y, pensando sobre ello, se me ocurrió seleccionar siete aspectos educativos que hay que cuidar en la crianza para desarrollar una buena autoestima. Estos son: la comunicación; la inteligencia emocional; la educación emocional; la neurociencia; la crianza respetuosa y el amor incondicional. Este último a veces parece representar más un premio que un derecho inherente al vínculo afectivo.

P. Usted habla de la necesidad de poner límites, ¿esto puede asegurar el éxito en la relación de padres e hijos?

R. Los límites suponen la clave para tener una relación de confianza y respeto porque si están bien puestos y bien acompañados son la mejor alternativa a los castigos. Los límites no son decirle al niño lo que tiene que hacer y castigarlo si no cumple lo acordado, sino entender que su reacción ante ellos puede ser reactiva, impulsiva o de frustración por el hecho de dejar de hacer lo que desea. Los niños y adolescentes pueden sentirse reprimidos cuando nuestras indicaciones les impiden seguir jugando. Pero precisamente porque es importante lo que les estamos pidiendo, no nos conviene enfadarnos, pero sí ser coherentes y firmes hasta el final.

P. ¿El castigo puede ayudar a corregir ciertas actitudes? ¿Es positivo que se dé de una forma habitual en la crianza de los hijos?

R. El castigo bajo mi punto de vista es innecesario para educar. En las familias, podemos utilizar otras estrategias mucho más adecuadas, aunque evidentemente requieren de más presencia e implicación adulta. Si estudiar es un requisito para obtener tiempo para ver la televisión, estudiar deja de ser importante; o si por haber bajado las calificaciones se impide al hijo ver la tableta, no aprenderá a organizar mejor su estudio, que es lo que necesita, y el problema seguirá sin resolverse. Interesa que ellos tomen decisiones responsables.

P. Se habla mucho de acompañar emocionalmente al hijo, ¿cuál es el modo más acertado de hacerlo?

R. Hay niños a los que les gusta que les abracemos (normalmente al final de la rabieta) y otros que te dicen que te alejes, aunque seguramente no quieren dejar de verte. Lo ideal suele ser que el mismo progenitor que ha tenido el conflicto sea quien lo termine y, puntualmente y por un corto espacio de tiempo, que se haga cargo otra persona.

P. ¿Es adecuado hablar de mal comportamiento? ¿Cómo se procede cuando parece que el niño no atiende a peticiones y desobedece constantemente?

R. A mí me gusta hablar más del daño generado que de la conducta en sí; por ejemplo, si un niño pega a otro, puedes señalar la conducta y la agresión (“no se pega, eso está mal”). Sin embargo, por norma general, quien pega ya sabe que no hay que hacerlo porque habitualmente no lo hace. Con frecuencia cuando un niño pega es porque no ha encontrado la forma de regular su enfado y por eso hay que hacerle consciente del daño generado y darle la oportunidad de que se haga responsable y lo repare.

P. Mostrarse tal y como uno es para que el niño lo haga también. ¿Es importante que los hijos vean a sus padres como personas naturales que también sufren y sienten falta de confianza?

R. Sin duda. Es bueno que los hijos nos vean llorar, incluso discutir, entendiendo la discusión como una forma de llegar a acuerdos de forma respetuosa.

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