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El desafío de aplicar la disciplina positiva con un hijo adolescente: sin ira, con escucha y desde la honestidad

Este método de crianza invita a los padres a buscar qué hay detrás de la mala conducta de los jóvenes, ya que muchas veces es su forma de pedir ayuda, aunque no lo digan explícitamente. Es importante conseguir una conexión saludable con ellos y un equilibrio entre la autoridad y la permisividad

La disciplina positiva ayuda a los padres a acompañar a sus hijos en el proceso de cambio que implica entrar en la adolescencia.
La disciplina positiva ayuda a los padres a acompañar a sus hijos en el proceso de cambio que implica entrar en la adolescencia.Ghislain & Marie David de Lossy (Getty)

Muchos padres y madres creen que deben controlar a sus hijos adolescentes exactamente como lo hacían con ellos cuando eran niños. Les castigan, sermonean, chantajean... Actúan de esta manera porque acreditan que es lo que se debe hacer, por eso de: “Soy tu padre-madre, no tu amigo”. Sin embargo, según los expertos, la disciplina positiva defiende que los progenitores deben abandonar los estilos demasiado autoritarios o permisivos por otros donde la relación sea horizontal entre adultos y adolescentes, con respeto mutuo, y donde se enseñan habilidades de vida a los chicos, es decir, a buscar soluciones para sus problemas sin esperar ser rescatados por sus padres. Marisa Moya, psicóloga y maestra especializada en Ciencias Humanas, explica que este método es una filosofía de vida que invita a los adultos a aprender y a desarrollar habilidades con sus hijos para trabajar la empatía: “Para eso, es necesario trabajar nuestro autoconocimiento; los padres necesitan hacer un trabajo interior para poder ayudar a los hijos a hacer este aprendizaje de habilidades, ya que, a veces, sale el grito de manera automática. Y hay que entender por qué se reacciona así, buscar las causas de la ira”.

La disciplina positiva fue creada por Jane Nelsen y Lynn Lott, dos conferencistas estadounidenses, y es una corriente que propone una educación parental donde hay un equilibrio entre la autoridad y la permisividad. Al educar al niño se buscan soluciones cuando surge una mala conducta o un problema como un mal desempeño escolar, un objeto de alto valor que se ha roto por culpa del menor, un exceso de horas dedicadas a las pantallas... La realidad es que, en la actualidad, han proliferado talleres para padres, madres y educadores de niños y niñas en edad escolar, pero lo que todavía no es tan conocido es que este método puede ser igual de válido para educar a las personas adolescentes.

En su libro Disciplina positiva para adolescentes, Nelsen y Lott explican que los padres están acostumbrados a tres estilos de educación: el controlador, el permisivo y el negligente. Estos modelos se refieren al corto plazo, según sostienen, porque no se les estimula para ser adultos capaces. Sus efectos son rápidos, pero no duran en el tiempo, según explican. Sin embargo, “una educación con el foco en el largo plazo sí posibilita que los chicos desarrollen habilidades de vida necesarias para convertirse en miembros cooperativos de la sociedad, y de esto trata la disciplina positiva”, recalcan en el libro.

“La disciplina positiva se integra en todos los contextos, sirve para niños, adolescentes y también, por qué no, para adultos”, afirma la psicoterapeuta Bibiana Infante. Ella explica que esta filosofía ayuda a los padres a acompañar a sus hijos en el proceso de cambio “de forma que puedan abonar el terreno para que se sientan escuchados, sin necesitar humillar a los demás y a colocar el foco en las soluciones”.

Según la experta, en los talleres que imparte anima a progenitores a realizar dinámicas para cambiar la mirada hacia las personas adolescentes: “Una de esas actividades consiste en dibujar a un chico típico. Muchas veces dibujan personajes llevando gorras y ropas de marca, tecleando el smartphone y pidiendo que se les deje en paz. Sin embargo, este es un estereotipo que no está alineado con la realidad”. “El adulto en esta etapa vive en la incertidumbre. A medida que su hijo entra más en la adolescencia, su miedo crece. Debería comprender que tiene que aceptar al ser humano que es su hijo”, agrega Moya.

“Es común que los padres lleguen a los talleres después de que la conexión con sus hijos esté dañada”, argumenta Diana Jiménez, psicóloga y educadora. “Estas familias vienen tras un camino largo y difícil, a punto de tirar la toalla, muy desanimados y pidiendo ayuda. Algunos expresan el deseo de que la adolescencia pase rápido y quieren recuperar al niño que perdieron”, sostiene. “No los reconocen, sienten que hay un muro entre ellos, porque los chicos buscan independencia y no aprueban sus ideas. No consiguen comunicarse”, se lamenta.

“Efectivamente, muchas veces los progenitores quieren que sus hijos hagan exactamente lo que ellos desean, pero los chicos tienen otra idea y quieren ser escuchados”, incide Infante. Para esta experta, el resultado es que los chicos se alejan de sus padres, acreditando que no son comprendidos y que no hay empatía. “También existe un temor desde el lado de los adultos sobre el crecimiento de las nuevas tecnologías en las manos de los chicos”. Lo mejor, asegura, siempre es prevenir. “Es necesario informarse sobre el proceso de la adolescencia para no tomar las actitudes de los jóvenes como algo personal contra nosotros”, agrega Jiménez.

Moya recuerda que los adolescentes están en un momento muy especial de su desarrollo: “Esta etapa es el renacimiento. Tienen que posicionarse en el mundo. Están en proceso de construcción humana. Hay que respetar la necesidad de separarse de la familia que tienen las personas adolescentes”. Infante recalca que la disciplina positiva invita a buscar lo que hay detrás de una mala conducta, ya que muchas veces es su forma de pedir ayuda a los adultos: “Aunque no diga nada y parezca que quiera estar solo, es importante que sepa que sus padres estarán siempre a su lado”. La psicoterapeuta señala que hay que demostrar interés por su mundo y compartir cómo fue su propia adolescencia: “Son maneras muy eficaces de mantener una conexión saludable con ellos”.

Además, Moya destaca la importancia de dejar claro a los chicos que cuentan con la confianza de sus padres: “El adulto debe abandonar el miedo y ser honesto con la persona adolescente. Buscar la honestidad emocional, en lugar de controlarle, confiar en lo que toda la familia ha trabajado durante todos los años de crianza que lleva junta”.

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