¿Rosa o azul? Hay más colores para educar a los niños
Los estereotipos sobre cuestiones de género incluyen desde aspectos que parecen insignificantes hasta cómo se les exige a los menores que gestionen sus emociones. Favorecer el ocio igualitario, aportar modelos de igualdad o supervisar los contenidos que consumen apoyan su individualidad
La ropa azul es para los niños y la rosa, para las niñas. La tristeza es femenina y el enfado, masculino. Los colores o las emociones son parte de la forma en que la sociedad puede encasillar a las personas según su género. Una familia con dos hermanos de distinto sexo es el caldo de cultivo ideal para educarles en un marco de igualdad o bien todo lo contrario. Sin embargo, no resulta sencillo escapar de los roles sociales femeninos o masculinos que se asignan desde el nacimiento, ya que las creencias condicionan las acciones y no siempre se es consciente de ello. “El lenguaje, las compras o los gustos son fruto de haber crecido en una sociedad sexista, no siempre con mala intención, pero sí con la inercia de la costumbre. La casilla de salida es tomar conciencia de la desigualdad para iniciar el camino de la transformación”, indica Mar Romera, maestra, psicopedagoga y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci —organización que se dedica a fomentar en todos los foros posibles los derechos fundamentales de los niños y niñas—.
Las familias con hermanos de distinto género pueden perpetuar de forma inconsciente ciertos roles con sus hijos. Se suele afirmar por parte de los progenitores que, en su hogar, hijos e hijas reciben un trato igualitario, pero según Romera esto no es real, porque aquello de lo que no se es consciente no existe: “Los comportamientos y las creencias estereotipadas nos acompañan en cada decisión y hay que tener en cuenta que la familia no es el único agente socializador en cuestiones de género. Los medios de comunicación o las redes sociales se han convertido en el péndulo que marca el tempo de los hábitos y las costumbres que, en muchos casos, están cargados de estereotipos”, continúa Romera.
Para la experta, desde los colegios se puede hacer mucho porque, en demasiadas ocasiones, los intereses de los niños y niñas están centrados en aquellas cuestiones, gustos, preferencias o hábitos que viven en su entorno familiar y social: “La vida del alumnado es un reflejo de sus vivencias en casa. Se trata de que, en un entorno reglado, demos ejemplo de equidad y respeto, porque si les ayudamos a identificar las desigualdades les estaremos ayudando a evitarlas”.
La igualdad de género en la educación escolar es otra cuestión pendiente. Según un estudio llevado a cabo por Mario Castillo y Ronny Gamboa, investigadores de la universidad de Costa Rica, en el año 2013, los docentes tienden a prestar más atención y a dar más la palabra a los niños que a las niñas en el aula. Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, identifica las diferencias sociales según el sexo en cuestiones como que se tiende a tratar a las niñas de un modo más dulce y afectivo. “O se las consuela más y se les permite expresar más sus emociones; se les refuerza menos la autonomía; se les pide más responsabilidad en tareas del hogar o menos de actividad física, mientras que a los niños se les tiende a tratar con más distancia emocional; se promueve que toleren mejor el dolor; se refuerza su autonomía o se apoya más su actividad física”, especifica.
Educar a hermanos de diferente género en un marco de igualdad se puede conseguir con algunas pautas como las que indica la psicóloga Mercedes Bermejo.
- Reflexionar como adultos si se ofrece una educación igualitaria o si se están estableciendo diferencias por género.
- Dialogar con los niños sobre temas que puedan surgir en el día a día sobre cuestiones de igualdad de género, por ejemplo a través de mensajes en los cuentos, situaciones sobre la convivencia o que se puedan ver en películas.
- Ofrecer el mismo cariño a ambos y dar libertad para que puedan reaccionar como deseen y sin condicionamientos a la hora de expresar sus emociones, independientemente de su género.
- Supervisar los contenidos que los menores consumen a través de la tecnología. Cuidamos mucho quién entra en casa, pero no tanto a quién lo hace a través de las pantallas y conviene que no accedan a estereotipos sexistas.
- Aportar modelos de igualdad adecuados, porque el ejemplo en casa es fundamental para los niños. Es aconsejable establecer roles para la madre y el padre alejados de estereotipos de género y que aboguen por compartir en igualdad de condiciones las tareas y responsabilidades de la cotidianidad.
- Favorecer un ocio igualitario entre los hermanos para que, independientemente de su género, cada uno elija lo que más le gusta; sin censuras.
- Distribuir de manera equitativa las tareas en casa y no de manera condicionada por los roles de género. En este sentido, se puede rotar la actividad para que ambos hermanos hagan todo lo que el otro hace.
El cerebro de niños y niñas, una hoja en blanco
La mente nace limpia y se desarrolla según la estimulación que recibe. Las capacidades son humanas y no masculinas o femeninas. “Aunque hay evidentes diferencias físicas entre niños y niñas, no hay distinción entre sus aptitudes para cuestiones como dirigir, organizar, gestionar información o para el razonamiento lingüístico y matemático, ni tampoco para el desarrollo emocional, como la empatía o el sentido de la solidaridad”, asegura Olga Barroso, psicóloga experta en violencia de género, trauma y apego y autora del libro Ni rosa ni azul.
“El cerebro nace con todas las neuronas, pero sin conectar. Así que la estructura mental se adquiere con la estimulación", añade. De forma que, según la experta, si a una niña se le dice que atienda las emociones de los demás tenderá a hacerlo, pero al igual que si se le pide a un niño: "Los dos acabarán por tener un gran nivel de empatía", asegura Barroso.
La sociedad determina y moldea las elecciones de los niños según su sexo. “La presión es tan grande que, implícitamente, estamos empujando a los niños hacia un lado y a las niñas hacia otro, así que al final te van a pedir cosas distintas, pero no debido a su género", incide. Y pone un ejemplo: si a una niña, desde su libertad, le encanta jugar con muñecas, al igual que si le gustara el deporte, hay que apoyar sus preferencias y elecciones, porque sus peculiaridades son como personas, no por ser hombre o mujer.
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