Cómo controlar el miedo de niños y adolescentes ante un examen
Las familias tienen un papel importante para ayudar a sus hijos a hacer frente a los temores ocasionados por la realización de ese tipo de pruebas
El curso poco a poco llega a su fin. Unas semanas más y los estudiantes podrán disfrutar de las tan ansiadas vacaciones estivales. Previamente a su disfrute, el alumnado se enfrenta a la última evaluación del año escolar. Esto supone la realización de exámenes en las distintas materias que conforman el currículum para comprobar si han aprendido los conocimientos manejados en el aula. Una época, la de los exámenes, que muchos estudiantes viven con verdadero temor, que les ocasiona a veces dolor de cabeza, problemas digestivos, falta de apetito, dificultad para conciliar el sueño y, en los casos más extremos, hasta estrés y ansiedad.
En algún momento de la vida nos hemos enfrentado a la realización de alguna prueba para saber cuáles eran los conocimientos que habíamos adquirido sobre alguna de las materias que estudiábamos y, en la mayoría de las veces, hemos coincidido en valorar ese momento de enfrentarnos a ella como desasosegante. Sobre todo, si esta prueba está relacionada con el hecho de “demostrar” los conocimientos o habilidades sobre temas concretos, y aún más si de su resultado, positivo o negativo, depende en parte nuestro futuro.
Ernesto López Gómez, profesor titular de Universidad y coordinador del Máster Universitario EstraTIC de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), sostiene que “es el resultado el que inquieta a los estudiantes y con el que tienen que lidiar antes de la prueba: ¿conseguiré aprobar?, ¿alcanzaré la nota de corte?... Por lo tanto, el miedo no nace tanto del examen como del resultado de no superarlo o de no alcanzar las expectativas que se habían marcado. Por ello, creo que el motivo principal del miedo a los exámenes se puede atribuir a las expectativas de fracaso y a sus consecuencias”. Por su parte, María Sánchez Corrales, psicóloga sanitaria, experta en psicología infantil y directora de Creciendo Psicología, apunta que otros motivos por los que se inician esos miedos son “un elevado grado de autoexigencia, competitividad entre compañeros y con uno mismo o temor a las reacciones de los padres”. Esta psicóloga dice que “aunque, en general, los profesores tienden a ser prudentes a la hora de entregar las notas, precisamente para reducir la competitividad y las exposiciones públicas de los alumnos, estos a veces tienden a compararse entre sí”.
Desde las primeras etapas de Primaria, los estudiantes comienzan a tener exámenes y es entonces, según María Sánchez Corrales, cuando se activa la experiencia competitiva, “si bien, cada vez más temprano observamos cómo los padres y madres sobreestimulan a sus hijos y “compiten” con otros padres a la hora de mostrar orgullo por la inteligencia de sus hijos”. En opinión de esta psicóloga sanitaria, cierto grado de nerviosismo es normal e incluso positivo “ya que les mantiene activos, agudiza la atención y permite que se concentren en el desempeño, pero cuando esta tensión se hace muy bloqueante puede llegar a paralizar”.
La tensión de los estudiantes frente a los exámenes se incrementa durante la educación secundaria y universitaria. Esto se debe, según el coordinador del Máster Universitario EstraTIC, “a que son etapas en las que los estudiantes se juegan mucho en sus exámenes, y, por ello, los miedos al fracaso pueden acentuarse. Los miedos aparecerán con más fuerza cuanto más decisivo sea tener éxito en el examen. Y son miedos asociados a diversos factores, como la familia, el centro educativo ó el grupo de iguales, que pueden aparecer como una fuente de presión que, en determinados casos, comprometan la salud mental e, incluso, física de los estudiantes”.
Durante la época de exámenes, los expertos consideran que las familias tienen un papel importante para ayudar a sus hijos a afrontar los temores ocasionados por la realización de ese tipo de pruebas. La directora de Creciendo Psicología cree conveniente acompañar al niño o niña “dando recursos para gestionar los nervios, para que aprenda a autorregularse cuando está nervioso, utilizar técnicas de estudio y estrategias para abordar los exámenes, dosificar el aprendizaje y no dejarlo todo para los días previos al examen, asegurarse de que se conoce el contenido de lo que entra y características del examen, tener bien establecidas rutinas saludables de descanso, alimentación, hidratación, ejercicio y sueño, y procurar un equilibrio entre exigencia y búsqueda de resultados, ya que a veces se pierde de vista que el objetivo de un examen es demostrar que se entienden las cosas y no tanto ser mejor que los demás”. Asimismo, los docentes tienen que tomar un papel activo en la manera en que los niños y niñas afrontan los exámenes. Para ello, según María Sánchez Corrales, “los profesores pueden ayudar trasladando los contenidos de manera clara, explicando las características del examen, evaluando de manera justa a cada alumno y valorando la posibilidad de existencia de dificultades de aprendizaje de un alumno”. Aunque, “corresponde al entorno familiar, estimular la capacidad de afrontamiento de manera serena. Un buen profesor/a sabe valorar el trabajo de cada alumno más allá de los resultados en una prueba determinada y reconocer los esfuerzos realizados por cada estudiante”, mantiene la experta psicóloga.
Aunque resulte un tópico, la mejor forma de afrontar los exámenes es prepararlos bien. “Una buena preparación es resultado de haber dispuesto los tiempos y los recursos necesarios para el estudio. Y si es importante trazar un plan de trabajo, más relevante es cumplirlo decididamente. Y esto, efectivamente, resulta más fácil enunciarlo que hacerlo, más aún con todos los distractores que habitan el entorno y que merman la capacidad para estudiar. Quizás también puede ser útil afrontar los exámenes desde la perspectiva del aprendizaje, como una ocasión para dar cuenta de todo lo aprendido”, concluye Ernesto López Gómez.
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