René Merino, ilustrador: “Si uno lo reflexiona de manera racional, quizá la mejor decisión sea no traer hijos a un mundo que se cae a pedazos”
En ‘No se admiten devoluciones’ el ilustrador madrileño describe el tránsito a la paternidad con humor y altas dosis de realidad. La pérdida de independencia, la asunción de un nuevo lugar y las expectativas previas son algunos retos que ha encontrado
Para René Merino (Madrid, 43 años) es difícil pensar en una vida sin el superpoder del humor. Ahora que es padre, considera que este recurso es imprescindible para poder sobrellevar la montaña rusa de emociones que conlleva la experiencia. Así lo refleja en No se admiten devoluciones (Lunwerg), un cómic en el que el ilustrador madrileño describe con sencillez y altas dosis de realidad el tránsito a la paternidad, inspirándose en su propia experiencia y en las paternidades que observa en su entorno más cercano.
“En mis ilustraciones me gusta hablar no solo de lo que me sucede, sino de lo que veo a mi alrededor”, cuenta. La pérdida de independencia, la asunción de un nuevo lugar y las expectativas previas son algunos de los retos que dice haber encontrado.
PREGUNTA: ¿Qué le ha animado a hablar de paternidad?
RESPUESTA: El nacimiento de mi hija, su crianza, que es lo más importante que me ha pasado y que me está pasando.
P. Ilustradoras como Amaia Arrazola, con El meteorito, o Lyona, con Madr¿eh?, han contado sus experiencias con la maternidad. Usted se ha lanzado a hablar de su propia paternidad. ¿Son valiosos los testimonios en primera persona?
R. Los testimonios en primera persona pueden ser muy valiosos porque seguramente transmiten un retrato muy fiel de la experiencia, pero creo que hay historias desde la ficción que también pueden ser muy importantes.
P. ¿Cuántos mitos sobre la paternidad nos quedan por desmontar?
R. Pues supongo que aún quedan muchos mitos por desmontar y que según vayan pasando los años, continuarán cayendo más. Influye mucho el momento en el que nos situamos. Cosas que ahora nos parecen una barbaridad, hace unos años eran lo normal. Lo que sí es cierto, es que cuando estás en la primera línea de la experiencia, te das cuenta de que lo que funciona para una familia, lo que puede ser una verdad absoluta, para otros no funciona. La crianza es una ciencia que va redescubriéndose con cada experiencia.
P. ¿A qué miedos diría que se enfrentan los padres hoy cuando se encuentran con este nuevo lugar?
R. Desde mi experiencia, y desde lo que veo en mi entorno más cercano, los principales miedos tienen que ver con la pérdida de independencia. Cuando llega el momento en el que puedes tener hijos, pasados ya los 30 o los 35, te sueles encontrar en un momento vital en el que vives bien, tienes estabilidad en el trabajo, te organizas más o menos como quieres… Tener hijos implica renunciar a muchas de estas cosas y eso creo que genera muchos miedos e inquietudes. También creo que como los hijos se tienen cada vez más tarde, uno de los miedos que pueden surgir es si se va a conseguir llegar al embarazo y si, después, puede surgir un problema. No es lo mismo tener hijos con 25 que con 40.
P. ¿Cuánto influyen las expectativas en la experiencia?
R. Como cualquier experiencia vital, a mayores expectativas, mayor es la decepción cuando las cosas no salen como se espera. Así que sí, influyen bastante, sobre todo si tenemos muy idealizada la experiencia, porque tener un bebé es maravilloso, pero también es muy duro. Si no se tiene claro esto, uno se puede dar una buena hostia.
P. En parte por el tipo de educación recibida, muchos padres llegan a la paternidad sin enterarse mucho de qué va la cosa. ¿Le ha pasado a usted?
R. En mi caso, haber sido padre a los 42 años me ha permitido hacer un trabajo previo de preguntar mucho, de mentalizarme, de ver a mi alrededor cómo era la experiencia… Yo ya iba prevenido con que iba a ser una cosa que no iba a ser nada fácil, pero es cierto que si no haces ese trabajo previo puede pillarte por sorpresa.
P. ¿Cómo ve la paternidad en su entorno? ¿Progresan adecuadamente o necesitan mejorar?
R. A los padres que tengo a mi alrededor les veo unos padres responsables, cariñosos, que hacen buen equipo con sus parejas. Veo que progresan adecuadamente.
P. ¿Qué me dice de los padrazos? ¿Se les exige menos a los padres de lo que se exige socialmente a las madres?
R. Sí, es verdad que todavía arrastramos que haya comportamientos normales que se sigan viendo como si fueran extraordinarios. La palabra padrazo lo define perfectamente. Yo recuerdo que la forma en la que me miraban a mí cuando llevaba a nuestra hija en el pañuelo de porteo era muy distinta a la forma en la que miraban a mi pareja, como si fuese algo extraordinariamente valioso que lo estuviera haciendo yo por el hecho de ser hombre. Esto tiene mucho que ver con la sociedad en la que vivimos, en la que tradicionalmente se les ha atribuido la labor de la crianza.
P. ¿De qué cree que depende que sea más o menos difícil la crianza?
R. Puede depender de muchas cosas: del contexto, de los recursos, de la personalidad de cada cual… En mi caso, mi pareja y yo hacemos un buen equipo y pienso que compartir el camino y el peso del trabajo que conlleva atenúa bastante las curvas y los baches. También sostiene mucho dejarse ayudar, saber pedir ayuda. No todo el mundo lo hace, ni puede permitirse hacerlo.
P. ¿Qué nos lleva a ser padres y madres en un mundo que parece derrumbarse cada día un poco más?
R. Esta pregunta es muy buena. En mi caso, el deseo de ser padre ha sido un deseo totalmente irracional. La pulsión de ser padre ha venido de las tripas, ha sido algo muy animal. Yo me alegro mucho de haber tomado esa decisión, pero es cierto que, si uno lo reflexiona de manera racional, quizá la mejor decisión sea no traer hijos a un mundo que se cae a pedazos.
P. A lo largo del libro resulta inevitable reírse con muchas de las situaciones que, en muchos casos, hemos vivido padres y madres hoy. ¿Necesitamos el humor para sobrevivir a la montaña rusa que es la crianza?
R. Absolutamente. Pero creo que necesitamos el humor no solo para la crianza, sino para la vida en general. De hecho, yo no entiendo la vida sin sentido del humor. Tener la capacidad de reírse en situaciones adversas es un superpoder. Primero, porque te hace sentirte bien, pero también porque cuando eres capaz de reírte de algo es porque has conseguido cierto distanciamiento.
P. En su libro hay humor, pero aprovecha para visibilizar cuestiones serias como el retraso de la maternidad y la paternidad, las pérdidas gestacionales o la infertilidad… Temas que nos atraviesan de una u otra forma, pero de los que aún queda mucho que decir.
R. Es importante que hablemos de las cosas que tienen que ver con el dolor, con lo emocional, con lo que nos preocupa... porque tendemos a invisibilizarlo. Debemos mostrar que todas estas cosas ocurren, aunque nos duelan o no nos gusten, porque nos ayuda a sentir que no estamos solos y eso nos permite sobrellevarlo, incluso encontrar soluciones.
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