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paternidad
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los bebés como agentes del caos

Mi hija despliega el desorden por casa como un campo de minas y todavía no diferencia, muy sabiamente, entre suciedad y limpieza

Un bebé juega con un tambor.
Un bebé juega con un tambor.Rawpixel (Getty Images/iStockphoto)
Sergio C. Fanjul

Candela, que ya tiene más de un año, repta como Rambo y parece ir adquiriendo conocimientos especializados de estrategia militar: movida por no sé qué ansias de emboscada y sabotaje, tiene la casa sembrada de cosas como un campo de minas que cuida y recompone muy minuciosamente. Luego se ríe y espera a que pasemos. Tiene pocos juguetes, pero en manos de un niño todo es un juguete, eso es lo bonito, de modo que trastea con el mando a distancia, las pinzas de la ropa, las últimas novedades editoriales. Para ella un libro es un mecano. Si no he pisado un muñeco puntiagudo durante el día es porque voy muy atento. Si no lo he pisado durante la noche es porque me acompaña la diosa Fortuna.

Cuando no era padre y visitaba a mis amigos con hijos me horrorizaban aquellas casas llenas de cosas tiradas por todas partes y me preguntaba por qué demonios no las recogían. Mucho antes, de joven, como buen estudiante de Ciencias Físicas, yo había sido partidario de ceder ante el inevitable aumento de la entropía: las cosas en el Cosmos siempre van a estar más desordenadas. De modo que no le veía sentido a hacer cada mañana una cama que cada noche iba a deshacer. Pero con la edad uno se va haciendo antientrópico y empieza a valorar una cosa que valoran muchos humanos: el orden.

Entonces uno se hace padre y tiene un bebé, y un bebé es, por definición, un agente del caos. Nos dicen que lo maravilloso de la vida es que crea orden del desorden, como un chorro de entropía negativa. Y es cierto: las células de Candela, todas sus estructuras corporales, son sumamente ordenadas, porque los seres humanos somos como castillos de naipes que algún día se derrumbarán. Pero mientras tanto, para mantener ese orden, generamos desorden alrededor, y así evitamos contradecir los principios de la termodinámica. Respirando, digiriendo, realizando el metabolismo, viviendo, generamos entropía.

Los bebés, además, la generan alrededor muy notablemente. Solo hay que ver a Candela en la trona, distribuyendo la comida, que come con las manos, por todas las superficies del salón y por buena parte de su cuerpo. El yogur en el pelo, una semilla de granada en la frente, como el tercer ojo. Es fascinante: los bebés no diferencian entre lo sucio y lo limpio. Para un adulto, un pedazo de salsa boloñesa sobre un espagueti es comida, pero el mismo pedazo de salsa boloñesa sobre la mejilla o sobre el parqué es suciedad. Es una alucinante metamorfosis, a la par que absurda, como la transmutación de algunas mercancías en basura, una cazadora, una silla vieja, un libro. Los niños, que van a las esencias, no diferencian entre orden y desorden o entre sucio y limpio, porque sus intereses no son de este mundo, sino de una dimensión superior que todavía no han abandonado del todo. Pero pronto les lavaremos el cerebro, nunca mejor dicho.

Y Candela sigue y sigue. Es imposible que renuncie a tocarlo todo, a investigarlo, a observarlo y sopesarlo y, una vez observado y sopesado, a arrojarlo en cualquier dirección, mientras recorre nuestro hogar tan azarosamente e igual de tenaz que nuestra aspiradora Roomba, su gran rival y enemiga. Hay días que, demonios, preferimos rendirnos a la inevitable disgregación del cosmos que nos lleva hacia la nada. Al fin y al cabo, no hay otra cosa que merezca más la pena en la vida que mirar cómo Candela, inspirada en Shiva, lo va destruyendo todo.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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