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La odisea de recuperar el suelo pélvico tras el parto

Esta afección es una alteración de los músculos que soportan la vejiga, el útero y el ano, siendo el embarazo o el estreñimiento, algunos factores de riesgo evidentes

Una mujer tumbada en un sillón.
Una mujer tumbada en un sillón.Unsplash

Correr, saltar, caminar rápido, estornudar, toser. Acciones que se convierten en auténtico suplicio cuando tras ellas se suceden pérdidas de orina. Es el recordatorio de que algo falla en nuestro suelo pélvico y, por menor que pueda parecer, es en realidad un trastorno muy limitante y desgastante que afecta enormemente a la calidad de vida de quienes lo padecen. También invisible. Asunción Ferri Morales, fisioterapeuta, enfermera e investigadora de las disfunciones de suelo pélvico, cuenta que, aunque cada vez se habla más del suelo pélvico, todavía hay muchas personas que no consultan problemas de incontinencia por el tabú que aún suponen, pero también porque socialmente se considera que es normal tener pérdidas como consecuencia de la edad o de los partos. “Sabemos que la prevalencia registrada es inferior a la real y efectivamente las disfunciones del suelo pélvico están infradiagnosticadas, no solo la incontinencia urinaria, también los prolapsos o las disfunciones sexuales”, señala.

Las patologías del suelo pélvico afectan tanto a hombres como a mujeres, pero son más habituales en las segundas. Las disfunciones son muy numerosas: incontinencia urinaria y/o fecal, prolapso de órganos pélvicos, disfunción sexual o dolor crónico de la zona pélvica, entre otras. Se debe a la alteración de los músculos que soportan la vejiga, el útero y el ano, siendo el embarazo, el parto, el estreñimiento, el sedentarismo, los cambios hormonales y el propio envejecimiento factores de riesgo evidentes. ¿Qué influye exactamente en la salud del suelo pélvico? ¿Qué papel juega la prevención? ¿Cómo lo solucionamos cuando aparece? El camino para dar respuesta a estas preguntas a menudo está plagado de desinformación, falta de recursos y pseudociencias que, como piedras en un camino llano, dificultan que podamos avanzar.

Más allá de la prevención

Es con el embarazo y el parto que muchas mujeres se encuentran con síntomas de alguna disfunción del suelo pélvico. Para Blanca González Sánchez, fisioterapeuta del Centro de Fisioterapia Duofis y profesora asociada de la Universidad de Extremadura, esto ocurre porque el suelo pélvico sufre durante el embarazo debido a que tiene que soportar un gran peso y no siempre está preparado: “Lo ideal es tener ese suelo pélvico tonificado y en buenas condiciones para conseguir así que ese aumento de peso al que se ve sometido no le provoque daños o lesiones. Además, en el parto siempre hay un sufrimiento de esta musculatura, sobre todo en el proceso de expulsivo, que se puede ver agravado por el tipo de parto, el tamaño del bebé, la situación previa del suelo pélvico de la mujer o las prácticas hospitalarias iatrogénicas”.

Pese a la importancia de la prevención, pocas mujeres saben que el ejercicio es esencial para mantener una musculatura pélvica sana. Lo idóneo sería comenzar a realizarlo previamente a un embarazo y, por supuesto, durante y después. También si no se tiene planeado ser madre. “La prevención es clave para evitar futuras lesiones. Igual que una persona va al gimnasio a ejercitar piernas, por ejemplo, los ejercicios de fortalecimiento de suelo pélvico deberían incluirse en la rutina de cualquier mujer”, explica Blanca González.

Una hoja explicativa de los ejercicios de Kegel y una revisión superficial es todo lo que muchas mujeres reciben en la revisión con su matrona tras el parto. Probablemente, poca más información habrán recibido hasta ese momento, y puede que tampoco reciban más a lo largo de su vida a no ser que presenten algún problema. Para Jorge Romero, matrón del Hospital Universitario de Valme (Sevilla), no se hace lo suficiente desde el punto de vista de la prevención primaria: “Desde mi punto de vista es un tema multifactorial que incluye la falta de formación por parte de los profesionales responsables de poder llevar a cabo una prevención primaria antes de que surjan problemas como son los prolapsos, las incontinencias urinarias o fecales, la dispareunia o el dolor en las relaciones sexuales”, explica.

“Matronas, enfermeras y médicos de familia”, prosigue, “deberían incidir mucho antes en la importancia de los ejercicios de Kegel o del entrenamiento muscular del suelo pélvico. Y, por supuesto, la concienciación y un correcto aprendizaje requiere una consulta individual que valore el estado del suelo pélvico y la enseñanza de la realización correcta. Es fácil que se hagan mal si esto no se hace así porque es difícil de identificar cómo contraer de manera adecuada esta musculatura”. El conocimiento del propio cuerpo, la autoexploración vaginal y la superación de la idea de las pérdidas de orina como algo normal completan para el matrón los factores esenciales para el cuidado del suelo pélvico.

Reconoce Jorge Romero que, aunque en su hospital se cita a las mujeres con desgarros tipo III y/o IV, se las estudia y se les hace tratamiento multiprofesional, esto es a todas luces insuficiente porque se trata de prevención secundaria, una vez que ya está el problema. Además, no en todos los hospitales se encuentra una unidad de suelo pélvico que cuente con un equipo multidisciplinar de ginecólogos, fisioterapeutas, matronas, enfermeras y urólogos para tratar los problemas derivados de un mal funcionamiento del suelo pélvico, y suelen quedar fuera los casos de mujeres que tienen debilidad e incontinencias sin lesiones aparentes en el parto.

Muchas mujeres acaban embarcándose en una Odisea buscando especialistas que puedan resolver el problema; algo que económicamente no todas pueden permitirse. “Es cierto que, si no se incluye en la cartera de servicios de la sanidad pública, algunas personas que lo necesitan no van a poder beneficiarse de estos tratamientos. Al igual que ocurre con los dentistas u otras especialidades que tienen poca cobertura en la Seguridad Social”, sostiene Asunción Ferri.

Según la experta, aunque las unidades de suelo pélvico han ido incrementándose en los últimos años, ese aumento aún es del todo insuficiente. Tampoco existe un protocolo de atención generalizado para las mujeres en el postparto, como ocurre en otros países de nuestro entorno donde todas las mujeres después del parto tienen incluidas unas sesiones de reeducación de suelo pélvico. “En la sanidad pública española no se atiende salvo que la mujer consulte por incontinencia urinaria o incontinencia fecal, y siempre y cuando su hospital de referencia cuente con unidad de suelo pélvico. Esta atención debería ofrecerse a todas las mujeres en el postparto en los centros de Atención Primaria, para mejorar la salud del suelo pélvico en el postparto y prevenir futuras disfunciones más severas”, sostiene.

Un campo abierto a pseudociencias y “amimefuncionismos”

Las prácticas sin evidencia científica también alcanzan a los tratamientos de las disfunciones del suelo pélvico. El caldo de cultivo es propicio. La desinformación, la falta de formación de los profesionales, la ausencia de atención en la sanidad pública y la falta de tiempo contribuyen enormemente a que a nivel privado se haya incrementado la oferta y la demanda de este tipo de tratamientos. Tratamientos que, según Jorge Romero, no siempre están basados en la mejor evidencia científica o no pueden ser costeados por muchas mujeres.


«La reeducación del suelo pélvico no se realiza con un aparato», insiste Asunción Ferri. Para la fisioterapeuta e investigadora, si bien es cierto que algunos como el biofeedback, el ecógrafo, el láser o simplemente el trabajo manual pueden ser útiles, deben ser vistos como complemento de la reeducación. Añade también que un instrumento mal usado puede ser perjudicial. Un ejemplo serían las bolas chinas, ya que en el caso de un suelo pélvico distendido incrementarán esa distensión. «La reeducación debe ser ejecutada por profesionales especializados en este campo y son los fisioterapeutas con formación de postgrado los que pueden hacer una correcta evaluación y en función de ello aplicar el tratamiento adecuado a cada caso concreto», concluye.

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