Menos posibilidades de compartir en tribu y otras consecuencias de la pandemia en los grupos de lactancia
La crisis del coronavirus ha provocado la desaparición del 22% de las redes de apoyo a las madres lactantes en España. La pérdida de la presencialidad ha sido uno de los factores desencadenantes
La pandemia ha tenido un efecto negativo sobre la lactancia materna. Así lo ha denunciado en varias ocasiones la Asociación Española de Pediatría (AEP), que en un comunicado esta semana volvía a alertar de la reducción de las tasas de lactancia a nivel mundial como consecuencia de la falta de personal de apoyo y las medidas tomadas durante estos años contra la covid. También desde LactApp, una aplicación dedicada a la lactancia, advertían hace unos meses en el Informe lactancia 2020 de los cambios que se habían producido. Durante el confinamiento de marzo de 2020, con las reuniones de los grupos de lactancia presenciales paradas y sin soporte a nivel sanitario, se incrementaron en la aplicación un 103,7% las preguntas sobre técnicas para dar el pecho y se dispararon en un 132,8% las consultas sobre relactación; estas últimas como consecuencia de las separaciones que se produjeron de madres y bebés recién nacidos en los hospitales.
Muchas mujeres han tenido estos dos últimos años más dificultades de las ya habituales para encontrar el acompañamiento y el sostén necesario en un momento tan vulnerable como es el postparto. Durante los primeros meses de pandemia, los grupos de lactancia empezaron a atender de forma online, bien con reuniones a través de aplicaciones de videochat, bien con soporte a través de teléfono, redes sociales o aplicaciones como WhatsApp o Telegram. Aunque es cierto que esto ya se hacía desde hace años, el problema surge de la sustitución de la presencialidad por lo virtual, ya que se pierde el contacto entre madres y la posibilidad de compartir en tribu.
Ayuda de madre a madre
Los grupos de apoyo a la lactancia nacen a finales del siglo XX como respuesta a las dificultades que una cultura del biberón y la soledad de la maternidad provocaban en las madres que deseaban amamantar, pero no contaban ni con la información ni con la red para hacerlo. “Si la lactancia se salva será porque las mujeres recuperen su cultura, no porque los médicos la salven”, decía el pediatra José María Paricio en una entrevista en EL PAÍS hace dos años. Ibone Olza, psiquiatra y directora del Instituto de Salud Perinatal, también ha destacado siempre el importante papel de los grupos de madres: “Es mucho más útil estar en un grupo, con otras madres, con otras familias, y compartir las dificultades, las dudas, los miedos, que cualquier manual que podamos leer”, contaba también en este mismo medio, el pasado marzo.
Las medidas llevadas a cabo para controlar la pandemia supusieron un mazazo para los grupos de apoyo a la lactancia. Inma Mellado, miembro de la Asociación Española de Consultoras en Lactancia Materna (IBCLC) y monitora de La Liga de La Leche, recuerda que la pérdida de la presencialidad la solucionaron con reuniones online, un espacio que, según la experta, se convirtió en un verdadero refugio para las familias que habían recibido a sus bebés en circunstancias inimaginables. “Vimos madres que habían sido dadas de alta tras una cesárea a las 24 horas; a otras que no habían recibido ningún tipo de ayuda en los hospitales con respecto a la lactancia y bebés que no recibían chequeo por parte de pediatría en muchos días. Además, también vimos a progenitoras solas para las que las reuniones online supusieron una ventana de apoyo en la que poder volcar sus dudas, sus miedos, sus angustias y su soledad y, a la vez, recibir el calor, aunque de forma virtual, de otras familias en su misma situación”, explica. Desde entonces, aunque han recuperado la presencialidad porque la consideran clave para crear tribu, siguen haciendo al menos una reunión online semanal.
Julia Mínguez, enfermera del Hospital de Barbastro (Huesca) y voluntaria de la asociación Vía Láctea, que fue el primer grupo de apoyo a la lactancia materna que se creó en España (1987), cuenta que hasta diciembre de 2021 también optaron por hacer encuentros vía Zoom para que las madres tuvieran un “lugar” al que acudir. Sin embargo, decidieron retomar la presencialidad en cuanto pudieron porque consideran que muchas de las dificultades con la lactancia difícilmente pueden resolverse sin el contacto directo y que la función de los grupos va más allá: “La maternidad vivida sin el apoyo de otras madres se hace muy dura. Poder compartir con otras mujeres lo que te pasa lo hace más fácil”.
Y es que, más allá de servir para solucionar cuestiones físicas relacionadas con el amamantamiento, los grupos de apoyo a la lactancia son un verdadero soporte emocional. Así lo explica también María Rendo, coordinadora del grupo de apoyo a la lactancia Madre a madre de Cartagena (Región de Murcia). Este grupo hizo acompañamiento online en un principio, pero tuvo como objetivo prioritario organizar cuanto antes reuniones al aire libre, creando así espacios seguros para las madres y para los bebés. “En los grupos de apoyo hemos observado que las madres no necesitan que alguien les diga lo que tienen que hacer, sino que es en la observación de lo que otras mujeres hacen donde encuentran resuelta esa pequeña dificultad que tenían. Además, es cierto que en los primeros días de la lactancia pueden surgir muchas dudas, pero la necesidad de compartir con otras mujeres no acaba ahí, sino que a medida que avanza la crianza surgen otras muchas dudas y dificultades que requieren de acompañamiento”.
El relevo de las voluntarias
Anaís Ferrández, presidenta de la Federación Española de Asociaciones Pro-Lactancia Materna (FEDALMA), señala que la pandemia ha afectado mucho al mantenimiento de los grupos, especialmente por el relevo generacional: “Están formados por un voluntariado que suele surgir de madres que son ayudadas y, tras superar los obstáculos, descubren la importancia de la ayuda de madre a madre y la quieren devolver”. La pandemia ha hecho que este piel con piel entre ellas no exista y muchos grupos han sufrido la sobrecarga del voluntariado entre unas pocas sin relevo, lo que ha producido la desaparición del 22% de las redes de apoyo en España, según datos de FEDALMA.
Esto mismo es lo que ha observado Julia Cañero, antropóloga y copresidenta de la asociación PETRA Maternidades Feministas, en la elaboración de su tesis doctoral sobre este tipo de grupos. Según Cañero, la ausencia de presencialidad ha enfriado la posibilidad de establecer relaciones entre madres de forma más cercana y, además, ha acrecentado una tendencia individualista que ya es propia de nuestra sociedad. “Cada vez más madres buscan resolver una consulta concreta, que la ayuden con un problema o una dificultad de su lactancia, y después se van. La cuestión es que entonces no se establece un compromiso con el grupo ni se establecen lazos de afecto y apoyo entre las que asisten”, señala. Esto podría explicar, según la antropóloga, el auge de las asesorías de lactancia privada cuyo papel es muy diferente a lo que supone esta otra red: “En una asesoría te resuelven un problema, en un grupo de apoyo se forma una tribu”.
Para Sylvie Riesco, autora de La Magia de la Leche, la pandemia ha servido para tomar conciencia de la importancia de la presencialidad, pero también de la necesidad de recursos. Lactard, un grupo de lactancia en el que es asesora, busca desde hace meses un espacio en el que reunirse de nuevo de forma presencial. Es aquí, en la falta de inversión por parte de las instituciones, donde las asociaciones encuentran otro punto débil. La presidenta de FEDALMA insiste en la nula inversión como una herramienta esencial: “Según el BOE, se destinan 150.000 euros a lactancia, pero es una cifra destinada a profesionales sanitarios, mientras que a los grupos de apoyo de madres no se destina nada. Son espacios seguros, gratuitos y accesibles a todas las mujeres y serán imprescindibles mientras la lactancia no sea valorada por toda la sociedad”.
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