Javier Urra, psicólogo clínico: “Recetar psicofármacos a los jóvenes es más rápido, pero solo minimiza el problema”
El que fuera primer Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid asegura que la importancia a la hora de hablar de salud mental en niños y adolescentes radica en considerarla una cuestión global y social
La mayor parte de las psicopatologías aparecen en la infancia y en la adolescencia, y han de abordarse para que no se manifiesten al llegar a la edad adulta. Estas palabras son de Javier Urra (Estella, Navarra, 65 años), doctor en Psicología, pedagogo y terapeuta. “Un 70% de las psicopatologías se da en estas etapas”, puntualiza el también docente universitario y autor de libros como Déjale crecer (La esfera de los libros, 2018) o Cuando la salud mental quiebra (Díaz de Santos, 2022). Además, ejerció como primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.
Urra considera de suma necesidad poner el foco y todo el trabajo en las edades tempranas: “Hay niños y adolescentes que no se sienten queridos; otros son acosados por su imagen, pudiendo darse en ellos trastornos alimenticios (TCA) al entender que su cuerpo no es atractivo para otros; o bien sufren acoso escolar, que supone la mayor causa de suicidios entre los niños”, asegura. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2021, se quitaron la vida 4.003 personas, de las cuales 22 eran menores. En la actualidad, es director clínico y presidente de la comisión rectora del centro de referencia Recurra Ginso, donde trabajan 118 personas, entre psicólogos, psiquiatras y educadores y donde desde hace 12 años ejercen una labor de apoyo a familias y su relación con sus hijos ofreciéndoles diversos tratamientos para resolver conflictos, adicciones, trastornos de conducta o de personalidad, entre otros.
El experto, recientemente galardonado con el reconocimiento a la Excelencia en Bienestar Emocional y Psicología 2023 de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), reclama más dedicación a la formación de profesionales como sanitarios y profesores, así como un mayor esfuerzo en la evaluación y el diagnóstico de los trastornos. “Por ejemplo, en la detección de falsos positivos en el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad y el infradiagnóstico de la depresión cuando cursa en la adolescencia; son jóvenes con una visión negativista del mundo”.
Además, recuerda que hay pocos psicólogos clínicos y psiquiatras trabajando en España en comparación con otros países: “En la actualidad, disponemos de seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, en el resto de Europa tienen 18 y los países en la OCDE, 24. En cuanto a psiquiatras, hablamos de 11 por cada 100.000, cuando en Francia tienen 22. Algo positivo y a destacar supone que Madrid designará psiquiatras de atención perinatal en hospitales públicos, algo que supone un avance”, asevera el terapeuta.
Se habla mucho de salud mental, sobre todo estos tres últimos años —desde el inicio de la pandemia— y, para el experto, la clave es conocer qué está pasando. “Mi diagnóstico es muy simple: tratamos cada caso individual cuando el problema es global, la patología es a nivel social. Por ejemplo, en cuanto al consumo de drogas habría que atender al número de personas que consumen, cómo lo vive la juventud o los riesgos que entraña. En el caso concreto de la ludopatía, habría que poner el foco en la edad para acceder a las salas de juego o a la predisposición para esta adicción”, señala.
Para Urra, el ser humano es espiritual, además de social y cultural: “Si uno tiene un sentimiento de contacto con los demás, de compromiso y de fraternidad, tiene una razón para vivir y puede superar muchas situaciones difíciles de la vida, como el no tener un trabajo digno o no poder acceder a una vivienda”. Pero si el joven no siente un vínculo con nada y su familia le sobreprotege y no le deja resolver sus propios conflictos, subraya, no encontrará motivos por los que continuar.
Espacios familiares para conversar
Urra apunta a la necesidad de encontrar espacios de diálogo en los hogares y satisfacer las necesidades urgentes de los hijos, ya que la ansiedad y el agotamiento que los trabajos generan en los padres lo dificulta en muchas ocasiones, aunque considera que en algunos colegios se practica convenientemente la gestión de las emociones: “Pese a que en los problemas de salud mental influyen aspectos hereditarios o patologías, podría lograrse que no fuesen tantos. Habría que regalar a los niños la enseñanza sobre cómo afrontar la vida o el sufrimiento con esperanza”. El experto cita diversos ejemplos para poner en práctica esta afirmación: que visiten a otros niños enfermos en un hospital o que tengan más contacto con la naturaleza.
El profesional concibe una educación para los jóvenes que repercuta positivamente en la sociedad y que ellos sean conscientes de que lo verdaderamente placentero lo encontrarán al compartir con amigos una tertulia y no en encerrarse en las redes sociales. Como asegura el psicólogo, los chicos internos en Recurra, por ejemplo, pueden pasar meses en el centro y encontrarse bien sin ordenadores y móviles, a excepción de sus momentos de estudio. El psicólogo clínico también recuerda la importancia de hacer sentir a los jóvenes que son parte necesaria de algo, además de atender a sus intereses y preocupaciones: “Para atajar el serio problema que sufrimos hay que apostar y trabajar por la psicoterapia o la atención residencial. Recetar psicofármacos es más rápido, pero tan solo lo minimiza”.
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