Los amigos y el deporte de alta intensidad, aliados de la autoestima en la adolescencia
Más allá de los beneficios que tiene una imagen corporal determinada y el apoyo social de la misma es que el ejercicio modifica nuestro cerebro y lo hace más eficiente para el aprendizaje
Cerca de casa hay un instituto que, después del cierre de sus aulas, por la tarde, abre su puerta principal para que asistan los jóvenes que realizan alguna actividad física fuera de las horas de la educación formal. Deportes sujetos a “extraescolares”. Dos o tres días por semana, entrenan al voleibol un grupo de chicas, de unos 14 años. Suelo detenerme a observarlas mientras juegan. Me gusta ver la destreza con la que mueven el balón entre ellas, levantándolo suavemente con la yema de los dedos, evitando que se precipite al suelo y manteniéndolo en el aire el tiempo necesario, hasta que una de ellas golpea bruscamente el balón por encima de la red con la seguridad de que el contrario no podrá bloquearlo y caerá al suelo para conseguir que un nuevo punto suba al marcador. Aunque la técnica que emplean en el juego es importante para lograr sus objetivos, ganar el partido, no es el único elemento necesario para que eso suceda. Igual de importante que una buena práctica en la ejecución del deporte es la conexión entre sus integrantes, si hablamos de deporte de equipo, aunque también es extrapolable a cualquier actividad física vigorosa que se realice “junto a amigos”. Porque la conexión entre el apoyo del mejor amigo y la actividad física vigorosa favorece una buena autoestima global. Esa es una de las principales conclusiones a la que ha llegado el estudio El apoyo proporcionado por el mejor amigo y la actividad física de alta intensidad en relación con los beneficios y la autoestima global en adolescentes, publicado por Diogo Monteiro, Filipe Rodrigues y Víctor P. Lopes en la Revista de Psicodidáctica.
Diogo Monteiro (PhD), Profesor del Politécnico de Leiria e investigador del Centro de Investigación en Ciencias del Deporte, Ciencias de la Salud y Desarrollo Humano (CIDESD) afiliado al Colegio Europeo de Ciencias del Deporte, explica que con el desarrollo de este estudio han tratado de profundizar en si la actividad física predice la autoestima general o si la autoestima general predice la actividad física. Y el resultado con el que nos hemos encontrado, prosigue Diogo Monteiro, “es que la asociación entre el apoyo del mejor amigo/a y la actividad física vigorosa son dos fuertes mediadores entre la percepción de los beneficios de la actividad física y la autoestima general, especialmente en los/las adolescentes, que se encuentran en un período vital lleno de múltiples transformaciones. Por eso, tanto el apoyo del mejor amigo/a como la actividad física vigorosa pueden ser dos variables clave en la promoción de la autoestima general”.
En los adolescentes se considera actividad física vigorosa una práctica de 60 minutos al día con una intensidad fuerte; es decir, actividad realizada con gran esfuerzo, que da lugar a una frecuencia cardíaca y a un gasto energético sustancialmente mayores. Puesto que, sostiene Diogo Monteiro, “este tipo de actividad física es la que permite a los/las adolescentes conseguir más beneficios en términos de salud física y psicológica, tal y como recomiendan Bull et al., (2020) en las nuevas directrices de la Organización Mundial de la Salud para la promoción de la actividad física”. En ese sentido, continúa este experto, “cuanto más vigorosa sea la actividad física que realicen los y las adolescentes, mejor será su autoestima general, ya que es un indicador importante de su equilibrio mental, teniendo en cuenta las distintas transformaciones psicológicas que tienen lugar durante la adolescencia”. Una opinión que coincide con la expuesta por Augusto García Zapico (PhD), profesor de Ciencias del Deporte de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del grupo ImFINE-UPM, que sostiene que tanto el apoyo social percibido como la actividad física son dos variables que han sido correlacionadas a menudo con el bienestar emocional y, dentro de este, con la autoestima. “Por un lado, la etapa adolescente es un período crítico en la adquisición de hábitos y el afianzamiento de la personalidad. En el caso del apoyo social percibido, en esta etapa, el papel de los amigos cercanos es fundamental en la imagen que los adolescentes se crean de sí mismos. Además, las sinergias creadas con esos mejores amigos pueden condicionar en gran medida los hábitos de ejercicio y actividad física. Por lo tanto, son un elemento clave a la hora de intervenir tanto en la adquisición de hábitos saludables, como en la mejora de la autoestima de los adolescentes a través de los mismos. El papel que juega aquí la intensidad del ejercicio resulta la parte más novedosa de la ecuación”, agrega este profesor de Ciencias del Deporte de la UCM.
Augusto García Zapico apunta que “se da la circunstancia de que el tipo de ejercicio que más suele gustar en la adolescencia -deportes de equipo, entrenamiento de fuerza, etc- cumple los parámetros de ejercicios de alta intensidad. Además, son actividades que se realizan con otras personas, normalmente de nuestro círculo cercano de amigos. Esto no quiere decir que realizar ejercicios de media o baja intensidad con amigos no reporte grandes beneficios en salud emocional e incluso de mejoras en la autoestima, pero parece que el que más la mejora en estas etapas es el ejercicio de alta intensidad”.
El apoyo del mejor amigo/amiga se describe como una acción o conjunto de acciones que ayudan a una persona a adoptar o mantener una práctica específica. Esta explicación sería la que justificaría, en parte, como el apoyo social mejora la autoeficacia, lo que, a su vez podría influir en la voluntad de realizar y mantener la actividad física (Sheridan et al., 2014). “Los/las adolescentes tienden a pasar mucho tiempo con sus amigos/as y mejores amigos/as, compartiendo entornos contextuales comunes (por ejemplo, el colegio o los clubes deportivos). De hecho, parece existir una tendencia en los/las adolescentes a adoptar conductas similares a las de sus amigos/as (Bandura, 1986, 2004). Y esto explicaría que los/las adolescentes que practican actividad física podrían brindar apoyo social a otros amigos/as para que adopten esta conducta en su vida diaria”, manifiesta el investigador del estudio.
A la pregunta de si se podría extrapolar el apoyo de los “pares” en la mejora en cualquier otro ámbito de la vida, Diogo Monteiro considera que sí: “como afirma Bandura (1986; 2004), existe una tendencia a replicar los comportamientos de las personas que percibimos como modelos de conducta, por lo que cualquier comportamiento puede verse influido por el apoyo social de los mejores amigos/as. En cualquier caso, la investigación es un campo en constante evolución y, como tal, sería interesante explorar estas relaciones en otros ámbitos de la vida como, por ejemplo, entender hasta qué punto el apoyo social del mejor amigo/a puede influir en la adopción de comportamientos más saludables en otros ámbitos de la vida”.
Lo que está claro, más allá de los beneficios que, desde el punto de vista psicológico, tiene una imagen corporal determinada y el apoyo social de la misma, dice Augusto García Zapico, “es que el ejercicio modifica nuestro cerebro y lo hace más eficiente para el aprendizaje, la memoria, las funciones ejecutivas. También sirve de protector contra la degeneración propiciada por el paso de los años, reduce fisiológicamente los niveles de ansiedad y estrés, etc. Una de las mejores estrategias que todos podemos seguir para conseguir una buena salud mental es llevar una vida activa”.
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