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Harry Pater
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Los visitantes ¡No nacieron ayer!’ | Presentando al bebé en sociedad

Nuestro niño acaba de cumplir medio año y aún queda mucha gente para conocerlo, pero se trata del segundo, y como se parece a la mayor, ya queda convalidada la presentación anterior

Cuando tienes un bebé, te aparecen visitantes de todas partes y épocas, que traen regalos, cariño y estrés.
Cuando tienes un bebé, te aparecen visitantes de todas partes y épocas, que traen regalos, cariño y estrés.

Es tradición que cuando tienes una criatura quieras presentarla al mundo. Y era tradición también que hordas de familiares, amigos y gente del trabajo se presentaran en tu habitación de hospital cuál asalto al Capitolio azuzado por Trump. Ya fuera por deseo propio o aceptando las presiones del “hay que quedar bien”, recibías a la gente justo cuando estabas sin energía y sin dormir, en tu peor estado físico y con las emociones a flor de piel. Quien no aceptaba visitas era tachado de insociable por sus amigos. “¿Qué esconden? ¿Es que les ha salido un niño feo?” Pero la pandemia no te deja elegir. Al hospital no se puede ir. Y, en casa, que se presenten solo los imprescindibles, poco rato y con toda la higiene posible.

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Esto ha suprimido el carrusel incesante de visitas (anunciadas o sorpresa), que venían a demostrar cariño con toda la buena intención, pero que convertía tu casa en una especie de bar (contigo de camarero forzoso) y la presentación de la criatura en junket (sesión de prensa) promocional de Hollywood, donde siempre se responden las mismas preguntas. Por eso, nos están encantando las presentaciones escalonadas de nuestro nuevo bebé. Si son una o dos por semana, al aire libre, paseando (por decisión propia o porque los bares estaban cerrados con horarios coronavíricos), simplemente disfrutamos de la compañía y del exterior sin tener que bajar al súper de urgencia ni adecentar rápidamente la casa mientras los recién llegados suben en el ascensor.

Quizá para las visitas no es un planazo, pero tampoco lo era quedarse en un sofá mirando una cuna durante una hora o aguantando el llanto del pequeño. Con estos encuentros dinámicos, haces turismo, te baja el colesterol, consigues que la criatura vea mundo y quizá se duerma un rato, y además practicas el control de esfínteres, porque según la hora y la comunidad autónoma no hay donde mear.

Claro que es una pena no poderte abrazar con los que quieren conocer al retoño, tener que ir todo el día con mascarilla, convivir con el gel en todo momento, pero ¿cuántas pulmonías, bronquitis y demás infecciones de temporada nos hemos evitado nosotros y nuestros críos con este método? Que además, como la gente ya te aparece más sensibilizada, protegida y cuidadosa, ya no nos toca hacer de polis víricos. Porque el “déjame el bebé, que ya me he lavado las manos antes de salir de casa” ahora no cuela.

Nuestro niño acaba de cumplir medio año y aún queda mucha gente por conocerlo. (Pero se trata del segundo, y como se parece a la mayor, ya queda convalidada la presentación anterior.) Como podemos comparar, os aseguro que el agobio de mayores y bebé es menor y todo el mundo disfruta, sin sentir que estás haciendo cola en el banco para pagar una gestión. Olvidémonos de regalos, compromisos y estrés y disfrutemos de un tiempo de calidad con gente a la que apreciamos.

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