Los retos que esperan al próximo presidente de Estados Unidos
La polarización política, el derecho al aborto y la inmigración figuran entre los principales desafíos de la próxima legislatura
El escrutinio de los votos en las elecciones de Estados Unidos decidirá quién será el presidente número 47 del país: la demócrata Kamala Harris o el republicano Donald Trump. Gane quien gane, ambos tendrán por delante importantes desafíos por resolver, desde las guerras en Ucrania y Oriente Próximo a la inmigración, pasando por el remate a la lucha contra la inflación. Aunque el desafío primordial será conseguir que los votantes del candidato perdedor acepten los resultados oficiales y se evite una violencia similar a la del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Algunos indicios resultan preocupantes. Un nuevo informe del Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo (GPAHE) encuentra pautas en las conversaciones en las redes sociales similares a las que precedieron a aquella insurrección. Trump ya ha ido dejando caer que no aceptaría otro resultado que su triunfo, y podría alentar, como hizo hace cuatro años, a que sus partidarios siembren el caos en el proceso de escrutinio y certificación de los resultados. Entre los demócratas, Harris ya ha declarado que aceptará el resultado sea cual sea, y no hay señales de que sus simpatizantes estén dispuestos a lanzarse a la violencia, pero no es descartable que individuos aislados quisieran tomarse la justicia por su mano, en un año en el que el republicano ya ha sido objeto de dos intentos de asesinato.
Más adelante, y una vez que el ganador pueda comenzar el proceso de transición y tomar posesión del Despacho Oval, estos son los grandes asuntos para los que tendrá que ponerse manos a la obra:
Polarización
Pase lo que pase, el nuevo presidente heredará un país profundamente dividido a partes casi exactamente iguales. Parte de su tarea deberá ser tratar de restañar las heridas y la profunda desconfianza entre demócratas y republicanos, tan extrema que incluso conduce de manera creciente a escoger el lugar de residencia según la afinidad política. Harris ha asegurado que ella buscará ser la presidenta de todos los estadounidenses y fomentar la unidad. Una de sus frases favoritas en las últimas semanas de campaña sostiene que al llegar al Despacho Oval se pondrá en marcha con una “lista de tareas pendientes para ayudar a los estadounidenses”. Trump, por contra, ha hablado de ser un “dictador” en su primer día de regreso en la Casa Blanca. En especial en las últimas semanas de campaña también ha amenazado con “venganzas” contra sus enemigos políticos, entre los que incluye a representantes del partido rival y a medios de comunicación.
Economía
La gran preocupación en términos absolutos para los estadounidenses es la economía. Un 44%, según una encuesta de You.Gov en octubre, está convencido de que hay un peligro inminente de “colapso económico”. Y, sin embargo, la salud económica del país parece difícil de mejorar. El PIB estadounidense es uno de los que más crece entre las economías avanzadas; la tasa de paro se sitúa en el 4,1% y a efectos prácticos el nivel es de casi pleno empleo; la inflación, que llegó a superar el 9% en la primera mitad del mandato de Biden, ya ha quedado bajo control. Pero, ante la percepción de los votantes, Trump promete la aplicación de aranceles a los productos extranjeros para forzar a las empresas a traer de vuelta la producción manufacturera a territorio estadounidense, y una rebaja generalizada de impuestos. Kamala Harris propone, entre otras cosas, una serie de medidas para facilitar la compra de vivienda, que incluyen la construcción de tres millones de casas y apartamentos nuevos.
Política exterior
Entre las prioridades más urgentes que el nuevo inquilino de la Casa Blanca tendrá que asumir se encuentran Oriente Próximo y Ucrania. El conflicto entre Israel, de un lado, y Hamás, Hezbolá e Irán, del otro, ha arrasado Gaza, ha dejado más de 42.000 muertos en la Franja —la mayor parte, mujeres niños— y ya se ha extendido a Líbano, donde las fuerzas israelíes han invadido el sur del país.
La Administración del presidente Joe Biden ha tratado de mediar, sin éxito hasta el momento, para un acuerdo de algo el fuego que permita el intercambio de prisioneros entre Hamás e Israel y ponga fin a la guerra. El conflicto ha desempeñado un papel en la política interna de Estados Unidos, donde la comunidad árabe estadounidense y los grupos progresistas denunciaban el apoyo incondicional de la Casa Blanca a Israel, reclamaban el fin de la guerra o, cuando menos, el veto de Washington al suministro de armas a Israel como condición para apoyar a la candidata demócrata. Por su parte, Trump aseguraba que él es “el mejor amigo de Israel” y, aunque considera que la guerra debe acabar “lo antes posible”, también ha puntualizado que el conflicto debe terminar con la victoria israelí.
En Ucrania, el próximo responsable estadounidense tendrá que decidir si continúa el respaldo al Gobierno del presidente, Volodímir Zelenski, frente a la agresión rusa. Harris ha subrayado constantemente que mantendrá el apoyo económico y militar de la Administración Biden, ante la creencia de que un triunfo ruso solo serviría para alentar al presidente, Vladímir Putin, a repetir esa intentona en otros puntos de Europa, y sería una señal para otros autócratas de que pueden actuar con impunidad contra el orden mundial establecido. Trump, en cambio, ha criticado la asistencia estadounidense a Kiev, elogia al autócrata ruso y asegura que acabaría con la guerra comenzada en febrero de 2022 en un solo día. Previsiblemente, esa solución pasaría por forzar a Zelenski a que acepte los términos rusos.
Además, el futuro jefe de Estado tendrá que hacer frente a lo que es la gran prioridad de fondo de la política exterior estadounidense, su rivalidad con una China en auge y el futuro de Taiwán, la isla autogobernada aliada con Washington y que Pekín considera parte de su territorio.
Derecho al aborto
En el terreno interno, la demócrata o el republicano tendrán que tomar decisiones de calado en torno a un asunto que, según las encuestas, era el asunto principal, o el segundo, para una mayoría de las mujeres votantes: el aborto. Harris ha hecho de las libertades reproductivas una de sus grandes banderas de campaña, que ha defendido apasionadamente. Trump, aunque durante la campaña ha asegurado que no firmaría una prohibición nacional, ha elogiado al Tribunal Supremo que canceló ese derecho federal en 2022: él nombró a tres de sus nueve miembros. También ha afirmado que se convertirá en “protector” de las mujeres, “lo quieran ellas o no”.
Inmigración
La gran patata caliente que espera al nuevo ocupante del Despacho Oval es la inmigración. Una de las grandes prioridades de los votantes en estas elecciones, en especial para los simpatizantes republicanos, que de manera sistemática la han enumerado como su primera o segunda preocupación. Ante el endurecimiento de la opinión pública sobre el problema, la Administración Biden ha adoptado a su vez medidas más contundentes, que entre otras cosas limitan la mayor parte de las solicitudes de asilo y paralizan su procesamiento si se superan las 2.500 entradas irregulares diarias durante una semana seguida.
La vicepresidenta ha prometido sacar adelante el proyecto de ley de reforma migratoria redactada entre los dos partidos que fracasó a comienzos de este año en el Congreso, y que prevé, además de medidas más duras de control fronterizo, un mayor presupuesto para la contratación de jueces y funcionarios que permita resolver el enorme tapón de casos atrasados. El expresidente amenaza con llevar a cabo “la mayor operación de deportaciones de la Historia” de Estados Unidos.
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