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Trump se saca un as de la manga en Las Vegas para ganar Nevada

La propuesta del candidato republicano de eximir de impuestos las propinas ha obligado a los demócratas a reaccionar. El voto de los trabajadores latinos de la hostelería puede resultar clave para decantar la balanza en las presidenciales

El candidato republicano Donald Trump, durante un acto de campaña en Las Vegas (Nevada).
El candidato republicano Donald Trump, durante un acto de campaña en Las Vegas (Nevada).Julia Nikhinson (AP/LaPresse)
Miguel Jiménez

Lo que pasa en Las Vegas no siempre se queda en Las Vegas. En la ciudad del juego, Donald Trump se sacó un as de la manga. Prometió que, si gana las elecciones del 5 de noviembre, lo primero que haría al asumir el cargo sería eximir de impuestos a las propinas. La propuesta, copiada luego por Kamala Harris, ya ha llegado al Capitolio de Washington. El candidato republicano ha ido paseando la idea por el país, pero insiste especialmente en ella cada vez que pisa Las Vegas, cuya área metropolitana concentra más de dos tercios de la población de Nevada y donde los trabajadores de la hostelería tienen un gran peso. Con 3,2 millones de habitantes, Nevada es el menos poblado de los siete Estados decisivos de las presidenciales, pero sus seis votos del Colegio Electoral pueden inclinar la balanza en más de una docena de combinaciones de posibles resultados.

“Los trabajadores de los hoteles y la gente que recibe propinas vais a ser muy felices, porque cuando llegue al cargo, no vamos a cobrar impuestos sobre las propinas”, dijo Trump en junio en un mitin en Las Vegas. Añadió enseguida que lo haría “de inmediato”, “lo primero en el cargo”, una afirmación algo engañosa, pues no es una decisión que pueda tomar el presidente, sino que corresponde al Congreso.

Las propinas, con raíces en la Inglaterra del siglo XVI, no son en Estados Unidos una muestra de agradecimiento por la calidad del servicio, sino que se han convertido prácticamente en una obligación para el cliente y un sustituto o complemento del sueldo para el empleado. A principios del siglo XX, los camareros de algunos restaurantes de moda estadounidenses tenían que pagar al dueño por trabajar allí (y así cobrar las propinas). Las represalias a los que no aflojaban el bolsillo eran variadas y en Chicago la policía desarticuló en 1918 una red que envenenaba a los clientes poco agradecidos. Sin llegar a esos extremos, aún representan una parte sustancial de la retribución de los trabajadores de hostelería (y cada vez, de más sectores).

Aunque llena de contraindicaciones, la propuesta de Trump, a costa del erario público, daba en la diana. Las señales de alarma se encendieron para los demócratas y en su primer mitin en Las Vegas tras relevar a Biden en la candidatura demócrata, Harris dobló la apuesta. “Continuaremos nuestra lucha por las familias trabajadoras de Estados Unidos, incluida la subida del salario mínimo y la eliminación de los impuestos sobre las propinas para los trabajadores de los servicios y la hostelería”, dijo la vicepresidenta. “Kamala Harris (...) acaba de copiar mi política de no impuestos a las propinas”, arremetió Trump desde su red social, Truth. “No tiene ideas, solo puede robármelas”, añadió.

“Estamos encantados de que los candidatos presidenciales hablen de los trabajadores que reciben propinas”, señalaba recientemente en Washington Saru Jayaraman, cofundadora y presidenta de One Fair Wage, una red nacional que agrupa a 300.000 trabajadores de servicios y 1.000 propietarios de restaurantes. “Es importante para los trabajadores aquí en Nevada, y es importante para muchos trabajadores en todo el país”, admitía en Las Vegas, Ted Pappageorge, tesorero de la Culinary Union, el mayor sindicato de empleados de hostelería de la ciudad. Ambos, sin embargo, movían enseguida el foco.

Ted Pappageorge, secretario tesorero de la Culinary Union, sindicato de trabajadores de la hostelería, en Las Vegas (Nevada).
Ted Pappageorge, secretario tesorero de la Culinary Union, sindicato de trabajadores de la hostelería, en Las Vegas (Nevada).M. J.

“En Estados Unidos tenemos lo que se llama un salario submínimo, inferior al salario mínimo. Se puede pagar a alguien que cobra propinas solo 2,13 dólares la hora”, explica Pappageorge. “Es una barbaridad, pero Trump no dice nada sobre eso porque él es un empleador: le gusta pagar 2,13 dólares la hora. En cambio, Kamala Harris ha dicho: ‘Sabes qué, vamos a abordar los impuestos sobre las propinas. Queremos que sea justo. Pero también vamos a subir el salario mínimo para todos los trabajadores, incluidos los de las propinas’. Es completamente diferente. Por eso, Trump está equivocado sobre el tema y Kamala Harris tiene credibilidad”, añade.

“El salario submínimo para los trabajadores con propinas es un legado directo de la esclavitud”, argumenta Jayaraman. “Se creó después de la emancipación para permitir a los restaurantes contratar a esclavos recién liberados, en particular mujeres negras, no pagarles un salario y decirles que iban a vivir de esta nueva cosa que había llegado de Europa llamada propinas. Era la primera vez en la historia que estas se utilizaban como sustituto del salario, en lugar de como una gratificación, como siempre se había pretendido”, continúa. Ese sistema de salario submínimo persiste en 43 de los 50 Estados y afecta sobre todo a afroamericanos, inmigrantes y jóvenes, en especial mujeres, abrumadora mayoría en el sector.

Nevada es, sin embargo, uno de los siete Estados ―más Washington DC― que no tienen ese salario submínimo. De ahí que sea la exención fiscal a las propinas la propuesta que reverbere y sobre la que Trump y su candidato a vicepresidente, J. D. Vance, han vuelto a insistir esta semana en sendos mítines en Las Vegas. Aunque la autoría sea trumpista, los demócratas la han acogido como propia. “Eliminar el impuesto federal sobre las propinas es consistente con nuestro historial de lucha por las familias trabajadoras”, indica Carlos Pérez, portavoz del Partido Demócrata en el Estado de Nevada. El Partido Republicano de ese Estado no contestó a la petición de comentarios.

Desde el punto de vista técnico, la exención de impuestos a las propinas ha merecido muchas críticas. Los trabajadores de rentas más bajas ya están en la práctica exentos de impuestos por la deducción estándar. Para quienes están unos peldaños por encima (el salario medio de un camarero en Estados Unidos es de 36.530 dólares anuales), implica una discriminación entre empleos: un cajero de supermercado podría acabar pagando más impuestos que un camarero aun cobrando menos.

Además, puede tener consecuencias inesperadas. Si no se diseña bien la exención, puede acabar ocurriendo que profesionales de rentas altas (abogados, dentistas...) opten por recibir parte de su retribución como propina ―supuestamente― voluntaria.

El representante demócrata por Nevada, Steven Horsford, junto a miembros de la organización One Fair Wage (Un salario justo), ante el Capitolio de Washington.
El representante demócrata por Nevada, Steven Horsford, junto a miembros de la organización One Fair Wage (Un salario justo), ante el Capitolio de Washington.M. J.

Desde Las Vegas, la idea ha viajado al Capitolio de Washington y ya se han presentado varias proposiciones de ley para eximir las propinas de impuestos. Una de ellas corre a cargo de Steve Horsford, congresista demócrata por Nevada que se juega la reelección el 5 de noviembre. Él ha incluido en su propuesta la eliminación del salario submínimo y la exención de las propinas. “Estos trabajadores no deberían tributar dos veces, una a través de las nóminas y otra, sobre sus propinas, merecen el fruto completo de los ingresos que ganan con tanto esfuerzo. Quiero que quede claro que la ley de propinas no trata solo de salarios o impuestos. Se trata de justicia económica”, sostenía en Washington tras presentar su propuesta.

En lo relativo a las propinas, sus palabras no difirieron mucho de las del republicano Thomas Massie, que al presentar su propia iniciativa, dijo:Gravar las propinas es regresivo y va en contra de la tradición estadounidense. Pero ahora los pagos digitales permiten al Gobierno gravar todas las transacciones, incluso las que históricamente no se han gravado. Con una inflación galopante, tiene sentido eliminar el impuesto sobre las propinas y proporcionar alivio a la gente trabajadora”.

La senadora Catherine Cortez Masto interviene ante miembros de la Culinary Union en Las Vegas, el 10 de octubre de 2024.
La senadora Catherine Cortez Masto interviene ante miembros de la Culinary Union en Las Vegas, el 10 de octubre de 2024.M. J.

La senadora demócrata Catherine Cortez Masto se acercó hace dos semanas a la sede de la Culinary Union para arengar a los activistas que se disponían a ir puerta a puerta a pedir el voto para Harris. “Tu voto es tu voz. Este es el momento de usar tu voz para hablar con nuestros amigos y vecinos sobre la importancia de esta elección. Vuestras voces son poderosas. Por eso, lo que estáis haciendo hoy va a marcar la diferencia”, les dijo.

Decenas de afiliados al sindicato se dirigieron después a diferentes barrios de la ciudad. Los activistas cuentan con una aplicación que les dice a qué casas dirigirse, de votantes registrados como demócratas, una información que es pública. No se trata de convencer al rival, sino movilizar a los propios. “Recomendamos las votaciones tempranas, para que luego no les dé flojera y se queden sin votar”, explicaba Celia Pérez, camarera del hotel casino MGM Grand, de 59 años, originaria de Puerto Vallarta, que lleva 40 años viviendo en Estados Unidos y 18 en Las Vegas. “El Partido Demócrata se preocupa más por nosotros, de que tengamos mejores salarios y nuestro seguro médico, que no tengamos que tener dos trabajos, sino que nos baste con uno. Necesitamos que gane para que nos apoye a la clase media”, decía.

Miembros de la Culinary Union de Las Vegas (Nevada), antes de salir a pedir el voto para Kamala Harris, el 10 de octubre de 2024.
Miembros de la Culinary Union de Las Vegas (Nevada), antes de salir a pedir el voto para Kamala Harris, el 10 de octubre de 2024.M. J. C.

A Celia Pérez y Stehany Barrientos les tocaba ese día hacer campaña puerta a puerta en la zona de Twin Lakes. Los vecinos contestaban en español, recibían la publicidad bilingüe, aseguraban que ya tenían su plan de voto y cerraban la puerta. Barrientos, de 33 años, es una peruana que lleva siete años en Estados Unidos y trabaja en el hotel Wynn. “Este es un país de trabajadores. La mayoría somos clase media. Es importante que la gente se informe y tome conciencia”, explicaba mientras recorría las calles bajo el sofocante calor de Las Vegas. “Cada voto cuenta. Tratamos de que la gente tome conciencia. La unión hace la fuerza. Yo no puedo votar, pero mi voz está siendo escuchada por la gente que sí puede, así que es importante que voten”, añadía.

Trump apeló al bolsillo con sus propuesta de dejar exentas de tributación a las propinas. Luego prometió dejar exentas las horas extra. O hacer deducibles los intereses de préstamos para comprar un coche. “¿Sabes lo que es gracioso? Lo siguiente que va a decir es que no hay impuestos para nadie. Nada de impuestos para nada. Mira, al final del día, es ridículo”, replica Pappageorge. “Está diciendo todo tipo de cosas. No nos creemos la mayoría, porque Trump miente, y miente mucho”, añade.

El mensaje económico del republicano, sin embargo, cala entre algunos votantes. El Trump International es uno de los pocos grandes hoteles del Strip que no cuenta con un casino. Señalando sus enormes letras doradas, Randall, conductor de 51 años, se decanta por su dueño. “Soy negro y de clase media baja y aun así apoyo a Trump. Cuando era presidente el mundo estaba en paz, todo el mundo ganaba dinero y cuando a Estados Unidos le va bien, a todo el mundo le va bien”, sostiene, con una recreación idílica de su mandato. Admite que su familia está dividida: “A mi hermano pequeño le encanta Trump, pero mi hermano mayor y mi hermana lo odian”. Él lo tiene claro: “Ahora todo es caro. Cuando la gasolina sube, todo sube. La única forma de bajar la inflación es con más energía y es lo que va a hacer Trump. A Kamala le preguntaron qué habría hecho distinto que Biden y dijo que no se le ocurría nada”, sentencia.

Kamala Harris, durante un acto con votantes latinos en Las Vegas (Nevada).
Kamala Harris, durante un acto con votantes latinos en Las Vegas (Nevada).Evelyn Hockstein (REUTERS)

Tanto Trump como Harris han estado en Las Vegas cortejando a los latinos, que representan uno de cada cinco votantes de Nevada y son mayoría en el sector de la hostelería. Emmanuelle Leal-Santiñán, de 41 años, portavoz nacional de Somos Latinos, que promueve el voto de dicha comunidad, discrepa de la idea de que Trump esté ganando un apoyo significativo entre ellos: “Eso es una narrativa que cada elección escuchamos, pero al final del día no se materializa. En 2022, escuchamos lo mismo, que venía una ola roja en la comunidad latina, y no se dio”, indica en un restaurante mexicano del este de Las Vegas.

“Lo que escuchamos de la gente en sus puertas es que su tema principal es la economía. Su preocupación es el precio de la comida y de la vivienda. Los votantes hispanos están buscando un candidato que pueda darles una visión económica para el futuro. Nosotros creemos que Kamala Harris lo está haciendo, mientras que Trump habla mucho de los problemas, en vez de las soluciones. Trump está luchando por las corporaciones y por los ricos”, añade.

“Los demócratas nunca dan ningún voto por sentado y trabajamos todos los días para ampliar nuestra coalición y construir una campaña de base ganadora” dice Carlos Pérez, del Partido Demócrata. “Los votantes latinos son una parte clave de nuestra coalición ganadora, y estamos comprometidos a ganarnos cada voto”, asegura.

Emmanuelle Leal-Santiñán, director de comunicación de Somos Votantes y Somos Pac, en un restaurante del Este de Las Vegas, el 11 de octubre de 2024.
Emmanuelle Leal-Santiñán, director de comunicación de Somos Votantes y Somos Pac, en un restaurante del Este de Las Vegas, el 11 de octubre de 2024.

José, electricista de 54 años de Michoacán (México), que lleva 20 años en Las Vegas y tiene la nacionalidad estadounidense desde 2005, es un ejemplo de que el voto latino no está garantizado para Harris. No le gusta mucho ninguno de los dos candidatos, pero si tiene que inclinarse por uno, prefiere a Trump. Pese a ser inmigrante, cree que la postura de Trump sobre inmigración, con la promesa de deportaciones masivas de indocumentados, es “más coherente” porque considera que han llegado “muchos inmigrantes que no quieren trabajar”. Además, no comparte la posición de Harris sobre el aborto.

Los candidatos demócratas han ganado en Nevada las últimas cuatro elecciones presidenciales. Biden ganó en 2020 por 33.600 votos, 50,1% frente a 47,7%, sobre un total de 1,4 millones de votantes. Esta vez las encuestas están igualadas, si acaso con una mínima ventaja para Trump. Acertar el ganador es como jugar a rojo y negro en la ruleta.

A unos 700 kilómetros de Las Vegas, en un hotel junto al lago Tahoe, también en Nevada, fue donde Trump conoció a la actriz de cine porno Stormy Daniels. Allí tuvo lugar el encuentro sexual que él niega y que ella relató con detalle en un juicio en Nueva York. Las falsificaciones en facturas, cheques y apuntes contables sobre los pagos para ocultar aquel escándalo llevaron a un jurado a declararle culpable de 33 delitos en mayo pasado. La condena se conocerá tras las elecciones y Trump piensa recurrir, pero de momento aquel fallo le convierte en un delincuente convicto. El primer delincuente convicto con posibilidades de llegar a la Casa Blanca.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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