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El presidente de la Cámara de Representantes carga contra la justicia en el juicio a su correligionario Trump

La segunda jornada del testimonio de Cohen, principal testigo de la Fiscalía, abunda en la implicación del republicano en el pago del soborno a la actriz Daniels

Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes
El republicano Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, se dirige a los periodistas este martes ante el tribunal.Cheney Orr (REUTERS)
María Antonia Sánchez-Vallejo

El pronunciamiento político que el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, ha hecho este martes a las puertas del tribunal de Manhattan (Nueva York) donde se juzga a Donald Trump ha disparado la temperatura en torno al primer proceso penal contra un expresidente de EE UU. Aunque el candidato republicano a la reelección, que se sienta en el banquillo acusado de 34 delitos de falsificación de registros contables para encubrir un soborno a una actriz porno, se había rodeado en los últimos días de un séquito de congresistas, la denuncia de la tercera autoridad de la nación, el segundo en la línea de sucesión de la presidencia tras Kamala Harris, de que el juicio tiene “motivación política” supone no sólo una clara muestra de apoyo a Trump, sino un indisimulado intento de influir en el jurado que decidirá el futuro del republicano. Toda una contradicción: un cristiano evangélico como Johnson, azote de lo que considera el declive moral de EE UU, al rescate de un hombre cuya imputación parte de un caso de adulterio, la aventura —que Trump siempre ha negado— con Stormy Daniels.

El arranque de la segunda jornada de la declaración de Michael Cohen, principal testigo de la Fiscalía, quedó pues opacado por la presencia de Johnson, que debe precisamente a los demócratas a los que acusa de perseguir judicialmente a su jefe de filas el haberse salvado la semana pasada de una moción de censura de la ultra Marjorie Taylor Greene. El presidente de la Cámara celebró una rueda de prensa a las puertas del tribunal en la que atacó el sistema judicial y, al declarar ilegítimo el juicio, se embarcó en un choque de trenes institucional: el Legislativo contra el poder judicial. No es algo inédito —el precedente del asalto al Capitolio está reciente—, pero en plena campaña electoral, y en el contexto de un juicio penal, da prueba de la polarización de EE UU.

“Estos juicios [los cuatro penales que afronta Trump] tienen motivación política y son una vergüenza. Esto es una interferencia electoral”, ha dicho Johnson a la entrada del tribunal, repitiendo el mismo argumento de Trump al tachar el proceso de caza de brujas política y farsa. “Es imposible que alguien niegue que el sistema judicial de nuestro país ha sido convertido en un arma contra el presidente Trump”. Presidente, dijo, no expresidente.

Reunión en la Casa Blanca

Tras la aparición estelar de Johnson, el testimonio de Cohen volvió a resonar de forma demoledora para Trump, al declarar que el pago del soborno a Daniels en los últimos días de la campaña presidencial de 2016 fue un intento de influir en las elecciones “en nombre del señor Trump”, ya que Cohen gestionó y cerró el acuerdo con el abogado de la mujer. El exabogado, que entre lunes y martes ha declarado durante más de diez horas, ha descrito una reunión en febrero de 2017 en la Casa Blanca en la que Trump le confirmó su intención de reembolsarle los 130.000 dólares del soborno (finalmente recibió 420.000, sumados impuestos y un bono). Preocupado por una investigación federal, Trump le tranquilizó: “No te preocupes. Soy el presidente de Estados Unidos”.

Después de que el FBI registrara la casa y la oficina de Cohen en abril de 2018, Trump lo llamó por teléfono para darle ánimos, ha contado el exabogado. Cuando cesaron las llamadas —a medida que iba cobrando forma el caso contra Cohen, por el que fue condenado a tres años de cárcel por financiación ilícita de la campaña—, el abogado Robert Costello se convirtió en el canal de comunicación entre el presidente y el testigo, a quien aconsejó “permanecer tranquilo y no hablar”. Costello iba a ser el 20º testigo de la Fiscalía, que finalmente cerró su turno con Cohen.

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Los 34 cargos que se imputan al republicano corresponden a otros tantos documentos que prueban la transacción: 11 cheques, 11 facturas y 12 asientos en la contabilidad de la Organización Trump, todos como “gastos legales ordinarios” —el núcleo de la acusación— cuando en realidad la intención del pago fue acallar a la mujer para evitar un escándalo “catastrófico” a pocas semanas de las elecciones, sobre todo entre las votantes. Cohen ha detallado hoy las facturas falsas enviadas a la Organización Trump, y los cheques que recibió, la mayoría firmados por el presidente.

“Me arrepiento de haber hecho cosas por él que no debería haber hecho: mentir, intimidar a la gente para alcanzar un objetivo. No me arrepiento de haber trabajado con la Organización Trump”, ha dicho Cohen a preguntas de los fiscales. “Como he declarado antes, [hubo] algunos grandes momentos muy interesantes. Pero para mantener la lealtad y hacer las cosas que él me había pedido que hiciera, violé mi brújula moral y sufrí por ello, al igual que mi familia”. Trump dirigió una fugaz mirada a su exabogado mientras este hablaba.

Cohen confirmó que su antiguo jefe interpuso una demanda contra él por 500 millones de dólares, que acabó retirando. El expresidente se ha referido en numerosas ocasiones a su antiguo hombre de confianza como un mentiroso confeso y un delincuente, el argumento más poderoso en manos de la defensa (mintió al Congreso sobre la trama rusa, el motivo por el que Trump fue sometido a su primer impeachment o juicio político aún en la Casa Blanca).

Tras la pausa del almuerzo, y a lo largo de dos horas de contrainterrogatorio, Todd Blanche, abogado de Trump, le preguntó sobre publicaciones en redes sociales y apariciones en televisión en las que insultó al expresidente. El letrado intentó socavar el testimonio de Cohen, una tarea que proseguirá el jueves (los miércoles no hay sesión). Entre otros comentarios y descalificaciones, Blanche recordó a Cohen cómo había llamado al expresidente “dictador idiota”, un “grosero misógino de dibujos animados” y un “villano de dibujos animados desempolvado”. También subrayó el historial de deshonestidad del exabogado y sus mentiras al Congreso en la investigación de la trama rusa. En el tintero quedó, a la espera de la siguiente sesión, la pregunta del millón: el pago de 130.000 dólares a Daniels.

Como todos los días, Trump ha aprovechado la entrada al tribunal para dirigirse a los periodistas, hoy en tromba, durante nueve minutos —más otros tantos al abandonar la sala por la tarde—, en el pasillo delimitado con vallas reconvertido en plató televisivo. Agradeció el apoyo de los llegados de Washington, “creen que es la mayor estafa que han visto nunca. Y lo mismo piensan los demócratas: están muy avergonzados por lo que está pasando”. Luego habló de China y de los vehículos eléctricos, el mismo día que Washington cuadruplicaba los aranceles a importaciones chinas. “China se está comiendo nuestro almuerzo ahora mismo”, lamentó. También esgrimió las positivas encuestas de intención de voto, que le dan ventaja sobre su rival demócrata, Joe Biden, en Estados bisagra (determinantes para el resultado) y por último citó una declaración de Michael Avenatti, exabogado de Daniels, condenado por estafar a la actriz, en la que atacaba la orden mordaz que le impide criticar a jueces, fiscales y testigos.

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