Ir al contenido
_
_
_
_

El mundo le baila el agua a Bin Salmán sobre el cadáver olvidado de Khashoggi

La ‘realpolitik’ rehabilita al hombre fuerte de Arabia Saudí que ordenó el asesinato del periodista: Trump le agasaja, Ronaldo se sienta a su mesa, Bezos hace negocios y España le vende armas

Donald Trump y Mohamed bin Salman
Andrés Mourenza

Un año después del salvaje asesinato de Jamal Khashoggi -asfixiado en el consulado de Arabia Saudí en Estambul y luego descuartizado para hacer desaparecer el cadáver-, amigos y colegas del periodista se congregaron en el último lugar donde fue visto con vida. Por el escenario, instalado frente a la legación diplomática saudí, pasaron intelectuales y defensores de los derechos humanos, disidentes de variados países autoritarios de Oriente Próximo -que entonces hallaban refugio en Turquía-; la relatora de la ONU Agnès Callamard, cuya investigación vincula directamente al príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, con el asesinato; o el entonces hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, propietario del diario, The Washington Post, en el que escribía Khashoggi. Todos coincidieron en que, incluso en su muerte, el periodista había infligido una derrota al absolutismo saudí, al mostrar al mundo el rostro verdadero y cruel de su hombre fuerte, condenado por ello a ser un paria. No podían estar más equivocados.

La pela és la pela, el petróleo es el petróleo, y Arabia Saudí, un país demasiado grande, influyente y poderoso en Oriente Próximo y en el mundo. Así que Bin Salmán, o MBS, como se le conoce popularmente, solo tuvo que esperar a que la tormenta de la polémica se fuese calmando para que el cauce de la realpolitik devolviese las aguas a su sitio. Los países, al principio vergonzosos, han vuelto a firmar pactos, a cerrar tratos, a vender armas, ya sin tapujos. El propio Jeff Bezos, que prometió apoyar la justicia y la búsqueda de la verdad -aún se desconoce donde están los restos de Khashoggi- y que incluso acusó a MBS de hackearle el teléfono, ha hecho importantes negocios con los saudíes (Amazon ha reforzado su presencia en el país a través de cuantiosas inversiones).

El primero en ofrecer una muleta a MBS fue Vladímir Putin: dos meses después del brutal asesinato, el presidente ruso lo saludaba efusivamente en una reunión del G20 en Argentina, durante la cual casi todos los demás líderes trataron de esquivarlo. La buena sintonía entre Putin y Bin Salmán ha hecho que ambos países actúen en consonancia en temas energéticos (incluso que fondos saudíes inviertan en Rusia) y geopolíticos, como la guerra en Libia, el acercamiento de Riad al régimen de Asad antes de su caída el año pasado o la invitación a que Arabia Saudí se integre en el grupo de los BRICS.

En el caso de Estados Unidos, Trump se cuidó mucho de no dejarse ver con MBS tras el asesinato, mucho menos después de que la propia CIA confirmase que fue el príncipe heredero quien ordenó la ejecución de Khashoggi por sus crecientes críticas al absolutismo saudí. Eso sí, los contactos con los saudíes no se detuvieron, ya que la mediación de Riad fue clave en uno de los proyectos estrella de Trump: los Acuerdos Abraham para normalizar las relaciones de los estados de Oriente Próximo con Israel. Ya con su sucesor, Joe Biden, al frente se retomaron públicamente los contactos con MBS -el demócrata viajó al país en julio de 2022- el hombre que detenta realmente el poder en Arabia Saudí, aunque sea su padre, Salmán bin Abdulaziz, el jefe de Estado oficial.

Los países europeos no se han quedado atrás en la rehabilitación de MBS, y no solo por su interés en los hidrocarburos. Arabia Saudí lleva más de una década entre los mayores compradores de armas del mundo. “Los principales suministradores de Arabia Saudí entre 2020 y 2024 fueron EE UU (74 %), seguidos por España (10 %) y Francia (6,2 %)”, subraya el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés). El presidente galo, Emmanuel Macron, se ha reunido en varias ocasiones con MBS, y también lo visitó en 2024 el español, Pedro Sánchez. Ya desde 2018, Sánchez justificó la continuación de la venta de material militar a Arabia Saudí -pese al caso Khashoggi y a su uso en guerras como la de Yemen- en la “defensa de los intereses de los españoles” a través del mantenimiento de puestos de trabajo.

Turquía fue el último país en torcer el brazo. Para probar lo ocurrido en el consulado saudí, el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan compartió con sus aliados grabaciones de audio y vídeo -aun a riesgo de reconocer así que espía descaradamente las legaciones diplomáticas extranjeras en su territorio- y mantuvo la necesidad de perseguir judicialmente a los autores intelectuales del asesinato. Por ello, Ankara se vio enfrentada a una suerte de Guerra Fría con los saudíes, que los llevó a sostener a bandos contrarios desde Libia hasta el Índico.

Finalmente, en 2022, el tribunal turco que juzgaba in absentia a los acusados por el asesinato de Khashoggi tiró la toalla y aceptó la demanda de la Fiscalía de suspender el proceso y transferirlo a Arabia Saudí. Llegó este punto en un momento en que el Gobierno turco buscaba romper su aislamiento internacional para remontar una situación económica crítica. Desde entonces, las relaciones comerciales con Riad se han normalizado -incluyendo la compraventa de armas-, el Banco Central saudí firmó un acuerdo de intercambio de divisas que ayudó a estabilizar la moneda turca y ambas capitales han aumentado la colaboración política en escenarios como Siria o Palestina.

Así que la cena de honor ofrecida por el presidente de EE UU, Donald Trump, a MBS en Washington este martes no es sino la escenificación de lo que lleva años sucediendo. Entre mucho oropel y brilli-brilli, los hombres más poderosos del mundo agasajaron al hombre fuerte de la monarquía saudí. Estaban Trump y los principales cargos de su Gobierno, como poder ejecutivo. Del poder económico, Elon Musk y el CEO de Apple, Tim Cook, entre muchos otros. Y del mundo deportivo -que tanto ha hecho por blanquear la imagen de la dictadura saudí-, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y el exjugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, ahora capitán del Al Nassr, propiedad del fondo soberano PIF, que preside Bin Salmán. Trump agradeció calurosamente la presencia del futbolista, “el favorito” de su hijo Barron, y dijo que gracias a ello, su hijo le “respeta más”.

En un mundo que se maneja por las redes de favores y relaciones personales de estos hombres poderosos -y que lo hace de una forma cada vez más obscena-, asesinatos como el de Khashoggi son excesos que se perdonan con el tiempo, “cosas que pasan”, como dijo Trump. Y las periodistas que preguntan sobre ello, son “insubordinadas”.

Y, pese a todo, aún hay muchas personas dispuestas a esa insubordinación. “Jamal defendía un Oriente Medio democrático, donde se respetara la libertad de expresión y de prensa. Por sus sueños, fue temido. Y finalmente asesinado”, escribió en la red social X Agnès Callamard, que ahora es secretaria general de Amnistía Internacional: “Nuestro silencio les vale mucho más que sus esperadas traiciones. Así que sigamos gritando su nombre: Jamal Khashoggi. Y sigamos luchando por sus sueños y los de muchos periodistas como él, desde Gaza hasta Arabia Saudí, desde Estados Unidos hasta Rusia, incluyendo China”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrés Mourenza
Periodista en el Mediterráneo Oriental desde 2005. Trabajó para EFE y El Periódico de Catalunya en Estambul y Atenas y, desde 2015, escribe en EL PAÍS sobre Turquía, Chipre, el Cáucaso y Oriente Próximo. Licenciado en Periodismo por la UAB y experto en Cultura y Religión Islámica. Ha escrito los libros 'La democracia es un tranvía' y 'Sínora'.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_