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La nueva fase del plan de Trump en Gaza se enfrenta a grandes interrogantes en torno a la fuerza internacional y la división de la Franja

Un mes después de la entrada en vigor del alto el fuego en el enclave palestino, el futuro de los gazatíes sigue tan incierto como antes del acuerdo

Guerra de Israel en Gaza

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, protagonizó el pasado 13 de octubre una cumbre en Egipto en la que firmó la tregua para Gaza y en la que se jactó de terminar con 3.000 años de conflicto en la región. Lejos de las paredes del Despacho Oval que le oyen repetir la misma idea desde entonces, la realidad sobre el terreno en la Franja es la de unos residentes que carecen de los derechos y de las necesidades fundamentales, y el de un alto el fuego con un camino hacia la paz tan improbable que Kim Ghattas, experta en la región, escribe en The Financial Times sobre la “disonancia entre lo que Trump cree que está consiguiendo” y la realidad.

La primera fase de la hoja de ruta de Trump está prácticamente completada. Hamás ha devuelto a casi todos los 48 rehenes vivos y muertos que tenía en su poder, e Israel ha correspondido con la devolución hasta el lunes de los restos de 315 palestinos, de los cuales solo 91 han podido ser identificados al estar fragmentados o en descomposición. Todo, mientras las mayores hostilidades han cesado y las autoridades israelíes han permitido un leve incremento del flujo humanitario, aunque lejos de lo que exige el acuerdo y de la ausencia de restricciones que la Corte Internacional de Justicia reclama.

Ahora toca establecer el futuro, donde Israel —que aspira a mantener la ocupación— y Hamás —que ansía un Estado palestino— son irreconciliables. El segundo tramo de la propuesta de Trump, aún por acordar, reúne principios generales que vinculan de manera difusa el desarme de la milicia y el progreso en la retirada israelí con el despliegue de una fuerza internacional y la aparición de un modelo de gobernanza con participación extranjera. Pero varias cosas podrían fallar.

El plan podría estancarse si EE UU fracasa al reclutar países voluntarios para unirse a la fuerza internacional (ISF, por sus siglas en inglés). Los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU negocian desde el pasado miércoles una propuesta de resolución estadounidense que se espera que otorgue a la ISF un mandato y una misión.

Los primeros compases del cese celebrado en Sharm el Sheij han dejado una Gaza sin bombardeos masivos, pero en conflicto —Ghattas lo describe como “guerra controlada”—. También han dejado a dos millones de palestinos languideciendo en el interior de la Línea Amarilla, un nuevo muro que los encapsula en una porción menor a la mitad de la Franja, a menudo descrito como el lugar más densamente poblado del planeta.

Mientras, al este de esa barrera, que se mantendrá hasta que se avance en el desarme de Hamás, el 53% del enclave es un desierto de escombros prohibido para los palestinos y patrullado por soldados israelíes. Shaina Low, del Consejo Noruego para los Refugiados, indica a EL PAÍS que un millón y medio de gazatíes requiere de ayuda para tener un techo encima.

A pesar de la tregua, la metralla israelí ha matado a al menos 242 palestinos, según informaron las autoridades gazatíes el martes, y el ejército israelí denuncia ataques esporádicos de combatientes palestinos. La Administración Trump alega que las escaramuzas son previsibles, pero sus integrantes no le quitan el ojo de encima a su socio israelí. Dos de ellos ―el enviado especial a la región, Steve Witkoff, y el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner— han estado en Israel otra vez hasta el martes para mantener el proyecto amarrado.

La Casa Blanca es consciente de que la tregua tiene obstáculos por delante que pueden hundirla antes de convertirse en permanente. De manera inminente, Hamás aún debe devolver los restos de cuatro rehenes fallecidos —tres israelíes, uno tailandés— mientras las familias de los cautivos exigen a Israel que abandone el alto el fuego si existan cuerpos por retornar. En paralelo, Kushner estaría interviniendo en la negociación para ofrecer pasaje seguro a 200 combatientes de Hamás atrapados en la mitad gazatí controlada por Israel cuando Orit Strock, ministra israelí de Asentamientos, pide que no se les deje escapar.

El salto a la segunda fase

Los países candidatos a formar parte de la ISF confían que la futura resolución —que EE UU espera en semanas— responda lo que la propuesta de Trump deja en el aire: ¿Quién desarmará a Hamás? La milicia palestina sigue contando con decenas de miles de combatientes —muchos, jóvenes e inexpertos reclutados durante el conflicto—.

“¿Dónde encaja la ISF en la secuencia del desarme? ¿No es ese el quid de la cuestión?”, se pregunta David Schenker, analista del Instituto Washington para la Política de Oriente Próximo y asesor de Trump durante el primer mandato. “Esos Estados no quieren que sus nacionales corran peligro ni que sean quienes desarmen a Hamás”, argumenta para el diario israelí Haaretz.

Aunque la resolución exima a la ISF de confrontarse con Hamás, la decepción en las negociaciones para que la milicia entregue su arsenal invocaría a la mano dura israelí. Netanyahu lo recuerda en cada ocasión, Trump no descarta ese escenario y Kobi Michael, investigador senior en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Israel y del Instituto Misgav para la Seguridad Nacional y la Estrategia Sionista, lo ve inevitable.

“Hamás no se desarmará”, explica por teléfono a EL PAÍS. “Israel da espacio para que EE UU lo intente pacíficamente. Les deseo suerte. Cuando lleguen a la conclusión de que no hay socio al otro lado, asumo que legitimarán el uso de la fuerza israelí”.

El escenario más probable es el estancamiento. “El ejército israelí permanecerá desplegado” en el 53% del enclave al este de la Línea Amarilla, “que quedará vacío de palestinos”, y esperará “el momento adecuado para retomar la ofensiva contra Hamás”. El punto 16 del plan de Trump permite a Israel seguir en el enclave hasta que “Gaza no represente una amenaza”, un elemento interpretable que utiliza en Líbano para bombardear a diario pese a la tregua.

Proyectos inmobiliarios

Otro elemento que puede deteriorar el camino hacia la estabilidad es la voluntad de dividir a los palestinos —todavía más— mediante proyectos inmobiliarios. El vicepresidente de EE UU, J. D. Vance, y el asesor Kushner anticiparon en octubre desde Israel que la reconstrucción podría comenzar de inmediato en la mitad de Gaza controlada por los israelíes, mientras al otro lado se lo niega. “La idea”, dijo Vance, es “empezar a reconstruir” en esa zona y “llevar a los gazatíes para que vivan ahí y tengan buenos trabajos, seguridad y confort”.

El proyecto, que probablemente ha ocupado a Witkoff y a Kushner este lunes en Israel, se va concretando. EE UU planifica la construcción de viviendas para 25.000 personas, que será una prueba piloto de algo llamado “Comunidades Alternativas Seguras”, según publicó el medio estadounidense The Atlantic el lunes. La inteligencia israelí vetaría a los residentes según su vinculación a Hamás aplicando criterios desconocidos.

La idea recuerda a la Riviera que Trump pronunció en febrero. El punto 10 del plan llama a desarrollar Gaza con expertos que han impulsado “ciudades milagrosas”, y la propuesta de resolución presentada ante la ONU otorga a la Junta de la Paz —que supervisaría la gobernanza del enclave y que Trump presidiría— la autoridad en reconstrucción, según Reuters, que ha accedido al texto.

Tamir Hayman, antiguo jefe de la inteligencia militar israelí, lo ve como la misma ocupación con distinto envoltorio. “Habría que vigilar 24 horas al día a cada sospechoso que pase [al otro lado] y levantar checkpoints”, declara a The New York Times. “Hamás intentaría infiltrarse y lanzar ataques desde dentro como resistencia a la ocupación”.

El secretario general de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), a la que EE UU e Israel quieren prohibir el acceso a la Franja, ha pedido este lunes que la Línea Amarilla no se convierta “en una mayor fragmentación” en Gaza ni divida aún más a gazatíes de cisjordanos.

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