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El alto el fuego en Gaza se enfrenta a su primera gran prueba

El plan de Trump se encamina hacia el delicado canje de rehenes israelíes y presos palestinos, mientras medio millón de personas regresan a sus localidades de origen en la Franja

Sucedió en 2023. También hace medio año, con el segundo alto el fuego. Bajo un cielo que ya no es presagio de muerte, unos 500.000 palestinos (casi uno de cada cuatro habitantes de Gaza) regresan a sus localidades de origen, a menudo para encontrarse con las ruinas de sus hogares. Las dos treguas anteriores acabaron convertidas en un mero respiro antes de la reanudación de los bombardeos israelíes, pero el alto el fuego de Donald Trump, que entró en vigor el viernes, y con vocación de permanencia y un apoyo internacional inédito tras dos años de masacres, avanza con una velocidad que hace un mes hubiera parecido impensable. Ahora, afronta su primer gran reto: el delicado canje de los últimos 48 rehenes israelíes y casi 2.000 presos palestinos, probablemente este lunes. Es el primer obstáculo en un horizonte lleno de cabos sueltos.

La devastada Gaza, que llevará décadas reconstruir, ha comenzado a asomarse a un presente distinto. Lo ha verbalizado la portavoz de la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA), Olga Cherevko: “La vida de las personas no pasará de horrible a increíble de la noche a la mañana”. “Es una tarea monumental y tenemos un largo camino por delante”, declaró a la cadena árabe Al Jazeera desde Deir el Balah, en el centro de Gaza.

Israel ha vuelto a permitir la entrada de aquello que decía que no impedía: la ayuda humanitaria. Las imágenes muestran a la gente recogiéndola de los camiones, aunque no está claro cuántos han entrado. El COGAT (el organismo israelí encargado de los asuntos civiles en los territorios palestinos ocupados) los cifró el viernes en más de 500, cerca del mínimo acordado. Las agencias humanitarias ya han dejado claro que priorizarán a los más vulnerables cuando vuelva a entrar masivamente la ayuda humanitaria. Y la Autoridad Monetaria Palestina ha asegurado este sábado que está trabajando para restablecer “lo antes posible” los servicios bancarios en Gaza, cuya caída dio pie a un mercado negro de efectivo con comisiones abusivas.

Doaa (prefiere no dar su apellido) lleva meses afónica a causa del humo que inhala cada día cuando quema madera, telas o plástico para cocinar. Tiene 37 años y se refugió con su marido y sus dos hijos, de 10 y 12 años, en una tienda de campaña en Deir el Balah, en el centro de Gaza, tras escapar hace casi un mes del piso de sus padres, en la entonces asediada capital. Las tropas se retiraron de allí el viernes, como marcaba el plan de Trump, para hacer posible el canje.

Su esperanza es no tener que cocinar haciendo un fuego (como viene sufriendo el resto de la población) gracias al regreso de las bombonas de gas, por la tregua. Ha sido creada una Autoridad del Gas que asignará las bombonas en función del número de miembros de cada familia, priorizando a quienes tienen muchos hijos, y Doaa solo tiene dos. “Hasta dentro de una semana o diez días no podremos comprarlas”, explica.

Su familia no se ha unido aún a la multitud que este viernes emprendió el regreso a esa ciudad por la carretera costera Al Rashid. Esperarán “unos dos días”, explica, a que haya menos gente para volver “más tranquilamente” y que no sea tan difícil recorrer los alrededor de 15 kilómetros que separan Deir el Balah de la capital, explica mediante mensajes de audio con voz apenas audible.

Retorno masivo

Las imágenes del retorno masivo causan una mezcla de esperanza y desolación. La multitud avanza en medio de un escenario de película apocalíptica: el ejército de Israel ha dañado o destruido el 90% de edificios de Gaza en bombardeos, demoliciones masivas y explosiones controladas, según la ONU.

Unos pocos se mueven en coche, carro o burro. La gran mayoría, a pie. Algunos transportan en una camilla improvisada a ancianos u otros sin capacidad de andar. Muchos padres caminan kilómetros con sus hijos a hombros hasta la capital, donde un cartel a la entrada reza: “Gaza os da la bienvenida”. Está escrito tanto en árabe como en inglés porque es también un mensaje para el mundo.

El cartel, el reparto de los pocos dulces que se pueden elaborar en Gaza (acompañados de la frase “Gaza libre”) o el regreso de los miembros de Hamás a las calles para marcar terreno y autoridad son más que un déjà vu de anteriores altos el fuego. Son también un recordatorio de los retos que aún tiene por delante un plan según el cual “la guerra en Gaza” terminó esta semana.

El canje de rehenes y presos (que las autoridades penitenciarias de Israel ya han comenzado a concentrar en dos cárceles) dará paso a la negociación de la segunda parte del plan. Consiste en el desarme de Hamás ―que Estados Unidos pretende dejar en manos de fuerzas de países árabes aliados― y en la creación de una autoridad “tecnocrática y apolítica” de palestinos y expertos internacionales que gestione el día a día de la Franja.

Pero, hasta que suceda y pese a su debilidad, la única autoridad sigue siendo el Gobierno de Hamás. En los dos días de alto el fuego, ha desatado una oleada de arrestos contra aquellos a los que acusa de haber colaborado con Israel. En particular contra dos clanes familiares que han cooperado con las autoridades ocupantes. A cambio, les facilitaban asaltar los camiones con ayuda humanitaria para revenderla en los mercados a precios prohibitivos. El Ejecutivo de Hamás ―que ya antes de la invasión israelí aplicaba la pena de muerte― ha anunciado que pronto efectuará ejecuciones.

Ezzideen Shehab, un doctor que ha perdido 70 miembros de su clan familiar, publicó este sábado en redes sociales un texto crítico con Hamás, a raíz de regresar a su casa y encontrarse que los bulldozers israelíes habían demolido todos y cada uno de los edificios del barrio. “Desde el alba, hemos vivido el pleno significado de la derrota […] No tenemos hogar al que regresar, ni muros que nos protejan, ni un lugar que poder llamar nuestro. Uno de los líderes de Hamás aparece entonces en televisión declarando que ‘el pueblo no ha sido derrotado’ y que ‘Gaza se ha mantenido firme y ha librado una guerra histórica’ [...] Somos nosotros, el pueblo de Gaza, quienes tenemos derecho a decir si fuimos derrotados o no, no quienes se sientan cómodos en Qatar o Turquía [donde están sus líderes en el exterior]. Fuimos aplastados, humillados y destrozados”.

Cientos de miles de personas se congregaron este sábado en una marcha a favor de Palestina en Londres con motivo del segundo aniversario del inicio de la guerra en Gaza para exigir una “paz duradera”, informa Efe. A la marcha de Reino Unido se sumaron otras en ciudades europeas como Oslo y Milán. En la protesta de Londres se registraron altercados y al menos 16 activistas fueron detenidos.

Desarme

Uno de los principales retos es el desarme de Hamás. La milicia islamista argumenta que nadie tiene derecho de retirarle las armas mientras dure la ocupación israelí, porque los dejará indefensos. En el recuerdo de muchos está la masacre de refugiados palestinos en Sabra y Chatila por las falanges libanesas mientras las tropas israelíes, como mínimo, miraban hacia otro lado. Sucedió en 1982, justo después de que el entonces Gobierno de Menajem Begin forzase la huida a Túnez de miles de milicianos de la Organización para la Liberación de Palestina.

Este sábado, en una entrevista con la cadena estadounidense Sky News, uno de los miembros del buró político de Hamás, Bassem Naim, reiteró ese rechazo, que choca con lo que la milicia ha firmado: “No vamos a ser desarmados […] hasta que tengamos un Estado independiente y soberano que pueda defenderse”. El problema es que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, insiste casi a diario en que nunca permitirá su creación y este sábado dejó claro que, si Hamás no acepta el desarme “por las buenas”, Israel se encargará de hacerlo “por las malas”.

El proceso depende en gran medida de si el presidente de Estados Unidos —que tiene un cuestionable rango de atención y acaba de quedarse sin su codiciado Nobel de la Paz— atará corto a su gran aliado, Israel, cuando lleguen las curvas. El sábado, sus dos asesores más involucrados en el diseño de plan, Steve Witkoff y Jared Kushner, entraron en Gaza para observar el repliegue militar israelí, antes de acudir a apoyar a las familias de rehenes a la manifestación semanal en Tel Aviv.

Trump defendió el sábado que existe un “consenso” sobre la mayoría de los próximos pasos, si bien quedan “algunos detalles por resolver”. Y, sobre todo, fía el éxito del proceso ―y de lograr la paz en Oriente Próximo― a que todos en la región “están cansados de pelear”. “Gaza es muy importante, pero esto va más allá de Gaza. Esto es la paz en Oriente Próximo. Y es algo hermoso”, dijo.

Otro reto, una vez detenidos los bombardeos, será la rendición de cuentas. El alto el fuego abre precisamente la puerta a que organizaciones de derechos humanos y organismos internacionales pueda analizar mejor la dimensión de la masacre. De hecho, el balance de víctimas (67.211 muertos y 169.961 heridos) sigue creciendo porque el repliegue israelí a aproximadamente la mitad de Gaza está permitiendo el acceso a zonas antes vetadas. La Defensa Civil ha recuperado 151 cadáveres tan solo en las primeras 24 horas de alto el fuego. Hasta 116 llevaban bajo los escombros desde los primeros días de bombardeos, en 2023. El Ministerio de Sanidad de los restos del Gobierno de Hamás en Gaza ha calculado este sábado en al menos 7.000 los cuerpos sin vida sepultados bajo las ruinas.

Sobre Netanyahu y Yoav Gallant, su ministro de Defensa durante buena parte de la invasión, pesa desde el año pasado una orden de busca y captura del Tribunal Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad en Gaza desde 2023. Son los únicos vivos, porque Israel ha asesinado a los tres líderes de Hamás cuyo arresto pidió también el fiscal jefe. Además, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya tiene pendiente emitir su dictamen en la causa por genocidio que Sudáfrica presentó cuando —según los expertos― el caso no era tan sólido como lo es ahora. Israel no ha cumplido ninguna de las órdenes que le he dado el tribunal desde 2024 para no cometer un genocidio.

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