En el epicentro del cierre del Gobierno: la ‘ciudad fantasma’ de Washington se prepara para un largo cerrojazo
Sendos votos para desbloquear la financiación federal fracasan en el Senado, mientras las posturas de ambos partidos en torno al gasto en Sanidad permanecen irreconciliables


Washington amaneció este miércoles, primer día del cierre del Gobierno de Estados Unidos, con aire de domingo. Las calles del centro lucían semivacías, sin apenas coches. Las áreas en torno a los edificios de las principales agencias federales, cuyos empleados han recibido la orden de quedarse en casa salvo aquellos con tareas “esenciales”, estaban desiertas. Y los turistas vagaban por el National Mall sin saber muy bien a qué atenerse en la zona cero del shutdown.
La capital es la ciudad estadounidense en la que más se dejarán sentir los efectos de la interrupción parcial del grifo del dinero público, el primero en casi siete años. Y ya se prepara para lo peor: un prolongado paréntesis de efectos y duración imprevisibles que el presidente Donald Trump amenaza con agravar ordenando decenas de miles de despidos de funcionarios, que se sumarían a los casi 300.000 a los que su Gobierno ha echado o que se han acogido a bajas incentivadas desde el regreso de Trump a la Casa Blanca con sus planes de adelgazar la Administración.
Kyle Murai había venido desde Hawái con su esposa, sus dos hijos pequeños y las entradas “sacadas hace un montón de tiempo” para el elevador que lleva a la cúspide del monumento a Washington. Se dieron de bruces en la puerta con un cartel de disculpa porque la atracción turística permanecerá cerrada “debido al shutdown, hasta nuevo aviso”.
En el memorial de Lincoln, los guías —como un mexicano llamado Javier, que ofrece sus tours en español— temían que la trifulca política que ha traído la suspensión de la financiación pública de las atracciones de la ciudad acabe afectando a sus pequeños negocios, mientras la gente posaba para las fotos y se hacía selfis sin vigilancia con el marmóreo decimosexto presidente de Estados Unidos de fondo. Los guardias de los parques nacionales pertenecen a esos 750.000 funcionarios a los que esta mañana no les sonó el despertador.

A las puertas del imponente edificio de los Archivos Nacionales y bajo una solemne inscripción que advierte que “la herencia del pasado es la semilla que da como fruto la cosecha del futuro”, Colleen Martin, vecina del Estado de Nueva York, lamentó que ese edificio, que era “el que más ganas tenía de visitar”, estuviera entre los que cerraron este miércoles, después de que demócratas y republicanos no se pusieran el día anterior de acuerdo para aprobar un aplazamiento de la financiación de los fondos federales.
A Martin, de viaje con su marido para ver a la hija de ambos, que vive en Washington (lugar que definió como “una ciudad fantasma”), le quedó al menos “el consuelo de los Smithsonian”. Los museos públicos que pertenecen a esa red (21 centros, entre los que se incluye el zoo de la capital) tienen fondos para permanecer abiertos hasta el 6 de octubre, día en el que echarán el cierre si antes no se han puesto de acuerdo los senadores en el Capitolio. En la National Gallery, el dinero les alcanza solo hasta el sábado.
Las visitas guiadas al Congreso —como las que, enfrente, se organizan a su biblioteca y al Tribunal Supremo— también quedaron inmediatamente suspendidas, para disgusto de los turistas que se enteraron de esas malas noticias sobre la marcha en la gran explanada de la suave colina del Capitolio.
Al menos, se ahorraron el espectáculo de polarización y obstrucción parlamentaria que continuó un día más bajo la gran cúpula del Congreso. Los senadores estadounidenses pasaron la jornada atendiendo a los medios, echándose la culpa mutuamente del cierre del Gobierno y, al final de la mañana, votando dos propuestas. Ambas precisaban de una mayoría cualificada de 60 escaños para salir adelante y las dos fracasaron.
Plan demócrata
La primera era el plan presupuestario demócrata, y se resolvió de un modo limpiamente partidista: los 47 miembros de la minoría votaron a favor, frente a los 53 republicanos que lo hicieron en contra. La segunda habría dado luz verde a la propuesta conservadora de financiación, y dio el mismo resultado que acabó el martes por la noche con toda esperanza de un entendimiento (55-45) y con los mismos disidentes de entonces: tres senadores demócratas que votaron con los republicanos y un republicano que hizo el viaje contrario.
Las posturas siguen, por tanto, enconadas. Los demócratas, con el líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer a la cabeza, se resisten a aprobar la resolución de continuidad que han presentado sus rivales para financiar la Administración hasta el siguiente examen presupuestario del 21 de noviembre. Para hacerlo, exigen el compromiso republicano de que se ampliarán ciertos subsidios de Obamacare, ley que mejoró las prestaciones sanitarias a aquellos ciudadanos sin seguros privados. Esas ayudas se aprobaron durante la pandemia y expiran a final de año. También quieren que no se apliquen los recortes a Medicaid, programa de asistencia a las rentas más desfavorecidas, que contempla la “ley grande y hermosa”, la gran reforma fiscal que Trump logró aprobar en julio.
Mientras buscaban desesperadamente senadores rivales a los que convertir a su causa, los republicanos insistieron en que están abiertos a hablar, pero que no piensan hacerlo con la pistola del shutdown en la cabeza; por eso pedían un acuerdo ahora y volver a discutir en siete semanas. También acusaron a sus contrincantes de colar entre las exigencias sobre Medicaid un plan para ofrecer sanidad gratuita a los inmigrantes irregulares, pese a que la ley no les permite reclamar esos beneficios.

Mientras Trump permanecía al margen del debate, cosa rara en él, el vicepresidente, J. D. Vance, abundó en esa idea cuando a primera hora de la tarde se sumó en un gesto inusual a la conferencia de prensa de la Casa Blanca. Allí, dijo: “Cualquier ciudadano estadounidense que ha estado en el hospital en los últimos años, probablemente habrá notado que los tiempos de espera son especialmente largos porque, muy a menudo, quien está en urgencias es un inmigrante ilegal. ¿Por qué esas personas reciben atención médica en hospitales pagados por ciudadanos estadounidenses?”.
Está previsto que ambos partidos sigan votando hasta llegar a un acuerdo, pero no este jueves, día en el que el Congreso hace un alto por la celebración judía del Yom Kippur. También se da por descontado que continuará la pugna por ver quién consigue culpar al rival de la crisis. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, dio una conferencia de prensa con la Estatua de la Libertad de fondo y un cartel que decía: “Acabemos con el shutdown de los republicanos”. John Thune, líder de la mayoría republicana en el Senado, compareció, por su parte, a la sombra del Capitolio, ante la silueta del monumento Washington de fondo y con un mensaje bajo el micrófono que decía: “El cierre de los demócratas”.

Mientras la pelea política continúe, servicios “esenciales” como el correo postal, la distribucion de los subsidios al desempleo o el control de las fronteras permanecerán en funcionamiento. No así otros, como la comunicación de informes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la recopilación de indicadores económicos como el dato de empleo que se iba a conocer este viernes y no pintaba bien para Trump o la mayoría de los litigios civiles del Departamento de Justicia, que se han suspendido, provocando un efecto dominó de retrasos procesales.
Cuanto más dure la interrupción de la financiación federal, la tercera que vive Trump como presidente (la última de las suyas fue, con 34 días, también la más larga de la historia), más áreas de la Administración se verán afectadas. El impacto también depende de las diferentes agencias federales y Departamentos. Los de Educación (87%) y Comercio (81%) son los que más funcionarios han suspendido de empleo y de sueldo, un salario que en principio estos recuperarán cuando concluya el shutdown.

Los de Agricultura y Vivienda colgaron en las primeras horas de la jornada sendos textos en sus webs en los que culpaban del cierre a la “izquierda radical”, que es la denominación favorita últimamente de los aliados de Trump para referirse al Partido Demócrata, que representa al menos a la mitad del país.
Mientras tanto, el presidente estadounidense, retratado en una gigantesca lona junto a otra con la efigie de Teddy Roosevelt, dominaba este miércoles desde el edificio del Departamento de Trabajo la desierta avenida Pensilvania. Se la conoce como “la gran vía de América”, porque conecta la Casa Blanca y el Capitolio. Estos días y hasta nuevo aviso es también la zona cero del shutdown.
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