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Nepal nombra a una primera ministra para reconducir el país tras las protestas

La expresidenta del Tribunal Supremo Sushila Karki era la candidata propuesta por los jóvenes de la Generación Z que lideraron las manifestaciones

Sushila Karki

La expresidenta del Tribunal Supremo de Nepal Sushila Karki ha sido nombrada este viernes primera ministra interina, en un movimiento destinado a encauzar la grave crisis política y social que atraviesa esta nación del Himalaya. Las protestas de esta semana, que se iniciaron de forma pacífica, evolucionaron hasta generar una espiral de violencia y disturbios que ha dejado al menos 51 muertos y miles de heridos, según los datos oficiales más recientes publicados por la prensa local.

Karki, de 73 años, era la candidata propuesta por los jóvenes manifestantes que iniciaron las revueltas, se ha convertido este viernes en la primera mujer en asumir el cargo de jefa del Ejecutivo del país asiático. El pacto para su nombramiento ha sido alcanzado después de una negociación urgente y compleja, que lleva en marcha desde el miércoles, en la que han jugado un papel clave el Ejército y el presidente del país, Ramchandra Paudel, según relatan medios locales. También se ha llegado a un acuerdo para la disolución del Parlamento tras la toma de posesión.

Su nombramiento responde a la presión de las multitudinarias manifestaciones lideradas por la llamada Generación Z (nacidos entre finales de la década de 1990 y principios de la de 2010), que durante esta semana han sacudido Nepal y la han sumido en una de sus peores crisis en décadas.

El detonante fue una medida gubernamental que implicaba el cierre de 26 plataformas de redes sociales por no ajustarse a los requisitos impuestos por las autoridades. Pero ese paso se percibió como un intento del Gobierno de aumentar la censura en uno de los países más pobres y con los niveles más altos de corrupción de Asia. Fue la mecha que prendió definitivamente años de frustración acumulada con una clase política aferrada al poder y que permanece al margen de las condiciones reales en las que sobreviven las clases más desfavorecidas. El veto ya ha sido revocado.

Las manifestaciones comenzaron el lunes y fueron reprimidas de forma brutal por las autoridades, provocando 19 muertos y más de 400 heridos en una jornada. El estallido de furia ciudadana se multiplicó, y las protestas en la capital, Katmandú, alcanzaron su punto álgido el martes: cuando se prendió fuego a los edificios del Parlamento, el Tribunal Supremo, la Oficina de la Presidencia y la sede de Kantipur Media Group, el mayor conglomerado de prensa del país. También se asaltaron residencias privadas de una veintena de políticos. En medio del caos ―que fue retransmitido a través de internet―, y tras la renuncia de varios de sus ministros en rechazo a la fuerte represión que se estaba viviendo en las calles, el primer ministro, Khadga Prasad Sharma Oli, se vio forzado a dimitir.

El nombre de Karki, una magistrada respetada entre los jóvenes y conocida por su lucha contra la corrupción en el estamento judicial, lleva circulando desde el miércoles, un día después de que Oli dejara el cargo. Varias de las plataformas de la Generación Z votaron su nombre vía redes sociales, y lo propusieron a los mandos militares que tomaron el control de la situación ante el vacío de poder.

Pero el propio movimiento, a la vez, se ha enfrentado a fracturas internas y divergencia de opiniones sobre la persona idónea para liderar un Gobierno de transición y el procedimiento a seguir. También han surgido dudas sobre la legitimidad de los manifestantes para encabezar las discusiones.

Largas negociaciones

Las negociaciones han sido largas, apremiantes y complejas debido al encaje legal de una situación inédita. El presidente, Ramchandra Paudel, mantuvo conversaciones durante todo el jueves (incluida la noche) con Karki y expertos constitucionales, coordinadas por el jefe del Ejército nepalí, Ashok Sigdel. Las conversaciones de este viernes han durado otras cinco horas.

Aunque en la mañana se había llegado a un acuerdo sobre la mayoría de las cuestiones, la disolución o no del Parlamento seguía siendo uno de los puntos conflictivos, según informa The Kathmandu Post. Los representantes del movimiento Generación Z reclamaban su disolución, mientras que otros argumentaban que las disposiciones constitucionales exigen un Parlamento en funcionamiento.

“Necesitamos elecciones rápidas, por lo que necesitamos a alguien que pueda hacerlas realidad. Por eso hemos elegido a Sushila Karki”, ha contado este viernes, en el canal India Today, Prashamsa Subedi, una estudiante de Derecho y participante en las protestas estudiantiles, y la persona que estuvo detrás de la llamada a la expresidenta del Supremo.

La joven Subedi ha relatado cómo, en un primer momento, los manifestantes propusieron para liderar un Gobierno de transición a Balendra Shah, el popular alcalde de Katmandú, además de cantante de hip hop conocido como Balen. Pero este se echó a un lado y dio también su apoyo a Karki. El conocimiento de la expresidenta del Tribunal Supremo de los procedimientos constitucionales para surcar un momento delicado ha sido un factor clave en la elección, añadía la estudiante.

Primera mujer en el cargo

Nacida en Biratnagar (este del país), Karki es la mayor de siete hermanos. Aunque no procede de una familia de élite, estudió Ciencias Políticas en la Universidad Banaras Hindu, en la India, y Derecho en la Universidad Tribhuvan, en Katmandú, algo poco común para las mujeres de su generación.

Su llegada a la cúspide de la judicatura se produjo sin depender de clanes políticos ni de redes de poder tradicionales, y consolidó su reputación de independencia a través de fallos contra la corrupción y en defensa de la transparencia, pese a recibir presiones políticas. En julio 2016 se convirtió en la primera mujer en ocupar la presidencia del Tribunal Supremo nepalí, un cargo que desempeñó hasta junio del año siguiente.

Esa etapa estuvo marcada por decisiones que incomodaron a las altas esferas y que le valieron una moción de destitución por sus “veredictos tendenciosos” destinados a “interferir en las funciones del Ejecutivo”, tras fallar en contra del nombramiento del jefe de la Policía, elegido por el primer ministro pese a superar el límite de edad.

La moción, que recibió una fuerte oposición social, no salió adelante. Aun así, Karki abandonó la dirección del Supremo unos meses después por alcanzar la edad de jubilación obligatoria, que en Nepal está fijada en 65 años para los magistrados.

Su trayectoria también está marcada por el activismo. Karki fue encarcelada en su ciudad natal durante el levantamiento prodemocrático de 1990 contra el régimen Panchayat, una experiencia que plasmó después en la novela Kara, centrada en la vida de las mujeres presas.

Esa combinación de integridad y compromiso explica que hoy, muchos jóvenes vean en ella a la figura idónea para supervisar una transición de poder, y canalizar sus demandas de transparencia y cambio en medio de la mayor convulsión social que ha vivido el país en años.

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