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Trump excluye teléfonos, ordenadores y chips de los aranceles ‘recíprocos’

Una amplia batería de productos tecnológicos queda fuera de los gravámenes. Se verán beneficiadas empresas como Apple o Samsung, que fabrican la mayor parte de sus dispositivos en Asia

Donald Trump durante una reunión de su gabinete, este 10 de abril en la Casa Blanca.Foto: Molly Roberts (The White House) | Vídeo: EPV
Iker Seisdedos

Los consumidores que estos días se temían en Estados Unidos un futuro de teléfonos iPhone o Samsung al doble de su precio actual respiraron este sábado aliviados al conocer el último bandazo comercial del presidente estadounidense. Móviles, ordenadores, chips, discos duros y otros componentes electrónicos que tradicionalmente no se fabrican en el país quedan excluidos de la aplicación de los gravámenes con los que la Administración de Trump ha iniciado una guerra comercial de alcance global e imprevisibles consecuencias.

Un documento publicado el viernes por la noche por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, la responsable de recaudar los gravámenes sobre los bienes que importa Estados Unidos, dio cuenta discretamente de una nueva excepción en el errático programa arancelario de Trump. Según esa salvedad, una serie de productos tecnológicos quedan exentos de la tasa del 145% sobre los bienes llegados desde China (y la contraria, del 125%, con la que respondió Pekín durante esta semana de órdagos cruzados entre ambas capitales), así como del arancel recíproco del 10% con la que el pasado 2 de abril Washington decidió castigar a la mayoría de sus socios comerciales.

Las exenciones afectan a un sector, el tecnológico, en el que la fantasía de Trump de que los aranceles provoquen un renacer nacionalista de la industria es poco menos que imposible. Lograr que esos componentes se fabriquen en Estados Unidos llevaría años.

Además de teléfonos inteligentes, ordenadores portátiles, discos duros o procesadores, también quedarán excluidos de los aranceles las máquinas utilizadas para fabricar semiconductores. Cabe interpretar el gesto como un guiño los fabricantes de chips, y especialmente a Taiwan Semiconductor Manufacturing, que ha anunciado una importante inversión en Estados Unidos. Es uno de los sectores más sensibles a la ofensiva arancelaria. Y Trump ha prometido en repetidas ocasiones un impuesto específico, del estilo de los que ha impuesto hasta ahora a industrias como la de los fabricantes de coches o a los productores de acero y aluminio (todos ellos, gravados con un 25%). No está claro cuál sería la tasa concreta para los chips si esta entra finalmente en escena.

La alegría de los consumidores de teléfonos inteligentes podría, con todo, ser efímera. Estas exenciones responden a una disposición inicial que impide que los aranceles sectoriales se acumulen sobre las tasas generales impuestas a las exportaciones de cada país. Los analistas ya han advertido que los productos que de momento se libran de los recargos podrían estar sujetos a otros aranceles más adelante. Así que una vez más, en la nueva era comercial de Trump, la incertidumbre es la reina.

Clientes interactúan productos de Apple en un centro comercial en Denpasar, Indonesia, el 11 de abril de 2025.

El anuncio llega al final de una semana en la que las hostilidades comerciales entre Pekín y Washington han escalado como en una partida de póker entre dos jugadores gobernados por el orgullo. Al final, los dos rivales terminaron sus apuestas con un arancel del 125% a los productos estadounidenses importados por China y de un 145% a los chinos importados por Estados Unidos. “Si insisten en seguir dañando sustancialmente nuestros intereses, China tomará represalias firmes y peleará hasta el final”, afirmaron sus autoridades comerciales en un comunicado hecho público el viernes, poco antes de que la Administración de Trump añadiera sus últimas excepciones.

Esa escalada de gravámenes ponía en peligro el futuro de una compañía como Apple. Las nuevas tasas auguraban un incremento de 700 dólares en el precio de un iPhone valorado en mil dólares y fabricado en China. Realidades empresariales como esa, así como el desplome de los mercados durante esta semana, el castigo a la deuda pública o las críticas en el seno de su propio partido, parecen estar guiando a Trump en la moderación de la “revolución económica” con la que llegó de nuevo a la Casa Blanca, con su vieja promesa devolver la grandeza a Estados Unidos (Make America Great Again).

Esta semana, el presidente estadounidense tuvo que rendirse a la evidencia de que estaba llevando al país, y con él a la economía global, a una recesión y renuncio a la la guerra comercial que declaró al mundo el dos de abril, jornada que bautizo como el “Día de la Liberación”. El miércoles anunció una suspensión durante 90 días de los mal llamados aranceles “recíprocos” para todos los países, con la excepción de China. Para el resto, deja en vigor un arancel universal del 10%

No es la primera vez que el mandatario republicano juega la carta de las exenciones para móviles y dispositivos electrónicos. Ya lo hizo durante su primer mandato en su relación con China. Entonces, la administración Trump eximió de gravámenes a los teléfonos y relojes inteligentes, así como a la mayoría de los dispositivos electrónicos.

El equipamiento eléctrico y electrónico es la partida más abultada de las importaciones de Estados Unidos desde China (con un valor de 127.000 millones de dólares). Le siguen la maquinaria y los reactores nucleares (85.000 millones de dólares). Los coches suman 18.000 millones, y los artículos de acero o hierro, 13.000.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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