La oposición a Putin en el exilio da señales de debilidad un año después de la muerte de Navalni
Rusos críticos con el Kremlin lamentan la espiral de acusaciones mutuas entre los disidentes que abandonaron el país. Las divergencias se producen en un momento clave para la guerra en Ucrania
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Miles de rusos se acercaron este domingo al cementerio moscovita de Borísovo para homenajear al disidente Alexéi Navalni, fallecido en febrero de 2024 en una prisión del Ártico en circunstancias sospechosas. Su nombre aún perturba al Kremlin. El disidente sigue incluido en la lista de “extremistas” del Gobierno y los casos penales contra él no han sido cerrados. Sin embargo, el sacrificio que hizo hasta su muerte al intentar mantener desde prisión su lucha contra el líder ruso, Vladímir Putin, ha quedado opacado por las batallas internas de la oposición en el exilio. En un momento clave para la guerra en Ucrania, con la perspectiva de que el presidente estadounidense, Donald Trump, acuerde con Putin las condiciones de un hipotético final del conflicto, los seguidores de Navalni no ocultan ya el hartazgo con los cruces de acusaciones entre las figuras opositoras y su desconexión de la realidad del país.
“Ha sido un año difícil, la gente ha perdido la esperanza”, lamenta una mujer de 52 años frente a la tumba de Navalni, la primera del cementerio. Desde el anonimato —nunca se sabe quién escucha al lado—, afirma que nadie ha tomado aún el testigo del opositor y que la gran mayoría de los disidentes que quedan, incluido los miembros de la Plataforma contra la Corrupción (FBK, en ruso), que fundó Navalni, “actúan como blogueros, no como políticos”.
“Navalni nos daba esperanza a todos, nos unía. Ahora la gente está descontenta con estas peleas, tengo la sensación de que la disidencia se muere sin él”, agrega otra mujer de unos 30 años, Polina. Alexéi, de la misma edad, intenta quitar hierro a los cruces de acusaciones mientras hace cola frente a la tumba: “Siempre ha habido disputas, la discusión es importante”, apunta antes de remarcar que “Navalni era único, pero no hay que buscarle un sucesor, cada opositor es diferente”.
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El Kremlin persigue aún todo lo que tenga relación con Navalni. La justicia ha condenado a tres abogados del disidente a entre tres y cinco años y medio de prisión por ayudarle a mantener contacto con el exterior cuando estaba en prisión; varios periodistas rusos de las agencias Reuters, AP y Sota están siendo juzgados por las coberturas de los juicios de Navalni; y la policía rusa aún investiga las donaciones que recibió la Plataforma contra la Corrupción desde que fue declarada organización extremista en 2021.
Un año después de la muerte del gran rival de Putin, una quinta parte de los rusos sigue apoyando activamente al mandatario; otra quinta parte le rechaza, y el resto secundan lo que decida el presidente ruso de forma pasiva, según el centro de estudios sociológicos Levada. En este contexto, los rivales de Putin mejor considerados por los rusos no son los disidentes, sino políticos de dentro del sistema. Así, según otra encuesta reciente de Levada, el mejor valorado es el líder del Partido Comunista, Guennadi Ziugánov, que a sus 80 años cuenta con un 43% de aprobación entre los rusos tras más de tres décadas al frente de una formación que nunca ha osado disputarle el poder a Putin.
Mientras, el fundador de la formación política Yábloko, Grigori Yavlinski, tiene un 13% de apoyo frente al rechazo del 43% de los rusos. Su partido es el único de oposición que sobrevive dentro del país manteniendo un perfil bajo, pero ello no impide el arresto de sus miembros.
En el exilio está el empresario Mijaíl Jodorkovski, que es aprobado por un 7% y rechazado por un 46% de los rusos; y Yulia Naválnaya, considerada en Occidente la sucesora de su marido, apenas es apoyada por un 6% de los rusos, mientras que un 53% la rechaza.
En el exilio y relegados al olvido
El Kremlin y Occidente intercambiaron el año pasado algunos presos políticos por espías rusos. Al ser liberados, los disidentes fueron relegados al olvido; no es fácil la oposición desde el exterior. “Están desconcertados, no saben qué hacer con su vida. Su activismo dentro de Rusia tenía sentido, daban ejemplo, nos interesaban sus cartas desde prisión. Ahora, fuera del país, no importa nada”, cuenta a este periódico una fuente del entorno de varios disidentes liberados.
Además, la disidencia ha mostrado su falta de unión. La lista de disputas entre los opositores en el último año es interminable. El excolaborador de Navalni Maxim Katz ha culpado a la Plataforma contra la Corrupción de haber tenido en su directiva a un banquero que defraudó a sus clientes y donó dinero a esta asociación. A su vez, el equipo de Navalni ha acusado a la esposa de Katz de poseer una empresa de imagen que trabaja con influencers en el Facebook del Kremlin, vKontakte.
Por otro lado, la Plataforma contra la Corrupción culpa al empresario exiliado Mijaíl Jodorkovski y a un antiguo socio suyo, Leonid Nevzlin, del ataque contra un ayudante de Navalni, Leonid Volkov, en Lituania en marzo de 2024. Al mismo tiempo, Nevzlin y su canal de noticias Sota están enfrentados con la Fundación Rusia Libre, con la que colabora Jodorkovski.
A estas peleas se suma la dificultad de defender un punto de vista ruso en el contexto de la guerra en Ucrania. Ilia Yashin, colaborador de Borís Nemtsov, asesinado en 2015 por su oposición a la guerra de Donbás (este de Ucrania), fue uno de los políticos intercambiados el año pasado. En su primera reaparición pública, instó a negociar una solución al “callejón sin salida sangriento” para ambos bandos en Ucrania, lo que irritó a los ucranios, víctimas de la invasión. Un día después matizó sus palabras, lo que enfadó a muchos rusos.
Además, los rusos desconfían del apoyo económico de Occidente a los disidentes. Según el diario independiente Meduza, la Fundación Rusia Libre, fundada por emigrantes rusos en Estados Unidos en 2014, “es un importante distribuidor del dinero estadounidense” entre los activistas en el exilio. Sin embargo, Jodorkovski contó a Meduza que algunas fundaciones estadounidenses decidieron desvincularse de sus proyectos cuando apoyó abiertamente la rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner contra Putin en 2023 para que el sistema cayera: “Hablar de cambio de régimen está prohibido en Washington”.
El abogado y defensor de derechos humanos Mijaíl Benyash ha suscitado polémica estos días entre la oposición rusa al recomendarles en Facebook “buscarse un trabajo” y dejar de depender de subvenciones extranjeras. “Es posible hacer oposición a Putin, pero en otro formato, sin parasitar el destino de los demás”, afirma a este periódico por teléfono.
Benyash se ha reconvertido en fontanero en Lituania y asegura que gana más dinero así que como activista subvencionado. “Quiero utilizar el dinero que gano para luchar contra Putin como yo quiera, sin recibir ayudas que te serán restregadas por la cara”, enfatiza. “En Rusia defendía gratis al 95% de la gente gracias a lo que ganaba como abogado, aunque algunas organizaciones me brindaban un poco de ayuda para aumentar sus KPI —indicadores de rendimiento—”, apunta desde el exilio.
“He perdido mucho”, dice Benyash. “Ahora estoy ocupado reconstruyendo mi vida y mi odio hacia el régimen no ha desaparecido, pero no quiero colaborar con esa gente que se hacen llamar líderes de la oposición, no confío en ellos”, añade antes de advertir de que “la confianza es lo más importante: es muy difícil ganarla y muy fácil perderla. Por eso creía en Alexéi [Navalni]”.
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