Le Pen entierra a Le Pen
La familia de Jean-Marie Le Pen, antiguos compañeros y nostálgicos despiden en un funeral en París al fundador del ultra Frente Nacional, expulsado por su hija Marine en 2015 y última rémora para normalizar el partido
La iglesia parisina de Notre-Dame du Val-de-Grâce asistió este jueves por la mañana a un acto familiar, pero también a una ceremonia extremadamente política. Cientos de personas hacían cola para despedir a Jean-Marie Le Pen, fundador del ultraderechista Frente Nacional. Militares jubilados, combatientes, viejos fascistas, nostálgicos del colaboracionismo, simples militantes de la ultraderecha. Algunos lograron acceder al templo, solo cabían unas 400 personas de las 1.500 que se acercaron a la iglesia. Dentro, la familia, el clan Le Pen, liderado por Marine, su hija pequeña, despedía al padre, al tío, al abuelo. Pero también a esa incómoda y violenta idea para el blanqueamiento del partido que encarnaba su fundador: el viejo combatiente en la guerra de Argelia, antisemita, torturador confeso y extraordinario faro de la ultraderecha europea. Familia y política, un resumen perfecto de lo que fue siempre el viejo Frente Nacional, reconvertido por cuestiones de marketing electoral en el Reagrupamiento Nacional.
Jean-Marie Le Pen fue enterrado en la localidad de La Trinité-sur-Mer el sábado pasado en la intimidad familiar. Murió a los 96 años, después de una vida consagrada a la guerra y a la política, dos mundos para él sin solución de continuidad. Nunca se calló, nunca cejó en sus ataques a inmigrantes, a la izquierda, a los judíos. Porque, en realidad, y pese a haber alcanzado la segunda vuelta de las presidenciales de 2002, nunca tuvo interés en el poder, sino en la provocación, en la agitación. “Soy un hombre de oposición”, pregonaba. Fue su hija Marine quien cogió el relevo del partido, lo rebautizó y asumió la idea del gobierno, que implicaba borrar el discurso antisemita, fascista, racista. Cambiar el rumbo, matar al padre, en suma. “Las cámaras de gas fueron un detalle de la historia”, solía decir. Y en 2015 fue expulsado por su propia hija, que intentaba cortar el cordón umbilical con el fundador. Dejaron de hablarse durante años.
El jueves, a las 11 de la mañana, Le Pen enterró oficialmente a Le Pen. La hija despidió públicamente al padre. Lo único que todavía impedía la normalización total de su partido, su desdemonización para entrar en el sistema como una formación democrática más. El problema, sin embargo, reside en la propia naturaleza familiar de la formación. Una Le Pen no puede enterrar a otro Le Pen. La misma sangre todavía une la constelación de la ultraderecha francesa, sentada en los bancos de la iglesia.
Rezar “por Francia”
En las primeras filas de la misa se encontraba Bruno Gollnisch, antiguo compañero de ruta de Jean-Marie Le Pen; Marie-Caroline Le Pen; Marion Maréchal, su nieta y, quizá, la más cercana a sus ideas extremistas; Louis Aliot, excompañero de Marine Le Pen y alcalde Perpiñán; y Marie-Christine Arnautu, muy cercana al fundador del Frente Nacional. Todos leyeron textos religiosos. También la oración de los paracaidistas, cuerpo al que pertenecía Le Pen, la oración a Juana de Arco y otra del escritor católico Charles Péguy. Varios nietos de Jean-Marie Le Pen se turnaron para leer una parte de la homilía; uno de ellos llamó a rezar “por Francia”.
Además de los miembros del Reagrupamiento Nacional, como su presidente, Jordan Bardella, o el diputado Thomas Ménagé, todas las corrientes de la extrema derecha estuvieron representadas, incluyendo a Éric Zemmour, adversario político de Marine Le Pen, así como a Bruno Mégret, antiguo número dos del Frente Nacional que rompió con Jean-Marie Le Pen en 1998, o Carl Lang, también disidente. El historiador especialista en extrema derecha Jean-Yves Camus también estuvo presente en la iglesia.
Marine Le Pen no quiso ver ni en pintura en el templo a personajes más radicales. No habían recorrido ese camino a la normalización para estropearlo en el último minuto. Fuera se quedaron negacionistas, como Thomas Joly, presidente del Partido de Francia, o Yvan Benedetti, su fundador. El expresidente de Radio Courtoisie Henry de Lesquen fue otro de los rechazados. También quedó bloqueado en los alrededores de la iglesia el humorista Dieudonné, condenado por antisemitismo, quien acudió a rendir homenaje a Le Pen –que era el padrino de su hija– y declaró a los periodistas que él “era un hombre libre” en medio de un “panorama político tal vez demasiado estrecho”.
El Reagrupamiento Nacional vive ya sin la sombra de Jean-Marie Le Pen. Pero mantiene todavía algunos rastros de aquel pasado, como la llama de su logotipo, que evoca el mismo símbolo que exhibía el posfascista Movimiento Social Italiano en su emblema. Hoy el partido es el más votado de Francia con más de 10 millones de apoyos. Marine Le Pen, liberada del yugo de su padre, afronta a finales de marzo el veredicto judicial sobre un caso de malversación de fondos europeos que podría inhabilitarla y dejarla fuera de la política. En el banquillo espera Bardella, de 29 años y la verdadera ruptura con el oscuro pasado del partido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.