El primer ministro japonés busca seguir al frente del Ejecutivo a pesar del castigo en las urnas
La coalición de Gobierno conservador se plantea acuerdos puntuales con formaciones minoritarias para mantenerse en el poder
El verdadero puzle de la política japonesa ha empezado este lunes, después de unas elecciones celebradas el domingo en las que la coalición del Gobierno ha sido severamente castigada por los votantes. En el resultado se mezcla un magma de descontento por la corrupción, el coste de la vida, la inflación y la atonía de las finanzas en la cuarta economía del planeta. El primer ministro, Shigeru Ishiba, ha asegurado que tratará de continuar al frente de la nación, a pesar del revés en las urnas. El Partido Liberal Demócrata (PLD), formación que lidera apenas desde este mes de octubre, ha ganado los comicios, pero junto a su tradicional socio, el partido budista Komeito, se ha quedado en 215 escaños, muy lejos de los 288 de la legislatura anterior, y a una distancia considerable de los 233 necesarios para controlar la Cámara baja, de 456 asientos.
Mientras, la oposición progresista del Partido Constitucional Democrático (PCD), que ha recogido buena parte del voto del descontento, echa números y mide sus posibilidades de formar un Ejecutivo alternativo, que muchos analistas creen improbable. El recuento del domingo fue emocionante hasta la madrugada, algo poco habitual en la política japonesa, y el resultado abre un periodo incierto en el que las formaciones conservadoras y liberales minoritarias podrían tener las llaves de la gobernabilidad.
Tras las elecciones, se abre un periodo de 30 días para celebrar una sesión especial del Parlamento en la que los diputados han de votar al próximo primer ministro. La cita podría tener lugar el 11 de noviembre, han adelantado medios locales.
La reprimenda ciudadana a la formación que ha gobernado el país de forma casi ininterrumpida desde su fundación en 1955 ha sido notoria. Pero, en lugar de haber cristalizado en un movimiento de indignación, mucha gente simplemente ha decidido no votar. La participación ha sido del 53,84%, unos dos puntos porcentuales menos que en 2021, y la tercera más baja de la posguerra.
Muchos votantes no han perdonado el escándalo de financiación irregular que estalló el año pasado dentro de las filas del PLD, después de que se revelara que algunas de sus facciones internas, incluida la principal, que dirigía el ex primer ministro Shinzo Abe antes de su asesinato en 2022, ocultara información sobre una parte de los ingresos generados por donantes y manejara fondos ocultos: el 74% de los electores ha tenido en cuenta el caso a la hora de depositar la papeleta, según un sondeo a pie de urna de la agencia Kyodo. Es la primera vez que la formación pierde la mayoría desde 2009, cuando el Partido Democrático logró enviar al PLD a la oposición.
En esta ocasión, ha sido el PCD, de centroizquierda, heredero de aquel Partido Democrático, y capitaneado por el ex primer ministro Yoshihiko Noda, el que ha cuajado un ascenso notorio. Su representación en la Cámara de Representantes, el órgano fuerte de la Dieta (el Parlamento nipón), ha subido más del 50%, pasando de 98 a 148 escaños, aunque aún lejos de una mayoría. Además, se ha producido un tímido avance en términos de igualdad en un país aún profundamente patriarcal: el número de legisladoras alcanzó las 73, una cifra récord, a pesar de que solo supone el 15,6%.
El mal resultado del PLD coloca en una posición delicada a Ishiba, que tomó las riendas del Gobierno el 1 de octubre, en sustitución de Fumio Kishida, cuya popularidad había caído en picado por la trama de corrupción. Tras ser investido, convocó elecciones adelantadas de inmediato para beneficiarse del elemento sorpresa. La jugada ha salido mal. Numerosos analistas han especulado con su próxima dimisión, lo que le convertiría en el primer ministro más breve de la historia japonesa de posguerra.
Pero, de momento, el aún primer ministro ha asegurado este lunes que tiene intención de seguir en el cargo dada la situación económica y de seguridad del país. “No podemos permitirnos un bloqueo político”, ha dicho en una comparecencia en la sede del PLD, en la que ha esbozado que su idea es llegar a pactos concretos y puntuales con los partidos de oposición; relaciones de cooperación, sin necesidad de sumar más formaciones a la coalición de Gobierno.
Ishiba también ha hecho autocrítica sobre la derrota: “No hemos logrado abordar las sospechas, desconfianza y el enfado por los fondos políticos no declarados y el asunto del dinero en la política”, ha dicho, según Kyodo.
El líder de la oposición, Noda, también ha asegurado que mantendrá conversaciones “sinceras” con el resto de la oposición en la carrera a la sesión especial de la Dieta. El cortejo de la tercera y cuarta fuerzas políticas será intenso. El conservador Partido de la Innovación (con 38 escaños) y el Partido Democrático Popular (con 28), de centroderecha, se han convertido en fuerzas bisagra que obligarán a los primeros espadas de la política japonesa a desempolvar el manual de los equilibrios. Ambos se han mostrado reticentes a unirse a una coalición, pero podrían acceder a pactos puntuales. Yuichiro Tamaki, líder del PDP, ha asegurado este lunes que su formación está abierta a la discusión de políticas.
Se espera que las negociaciones incidan sobre puntos que han centrado el debate en la campaña. Entre ellos, cómo arrancar la economía y aliviar el zarpazo de la inflación o la posible revisión de la Constitución, que podría abrir la puerta a que Japón abandone el pacifismo inscrito en ella bajo el argumento de la creciente amenaza a su seguridad por parte de China, Rusia y Corea del Norte.
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