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Netanyahu rechaza la propuesta de alto el fuego en Líbano: “Mientras Hezbolá opte por la guerra, Israel no se detendrá”

El primer ministro israelí desafía en la ONU las iniciativas de diálogo y arremete contra Irán por patrocinar el terrorismo en la región, de Gaza a Líbano

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se dirige a la Asamblea General de la ONU en Nueva York, el 27 de septiembre. Foto: Eduardo Muñoz (REUTERS) | Vídeo: EPV
María Antonia Sánchez-Vallejo

Un beligerante Benjamín Netanyahu ha hecho trizas las débiles y contradictorias señales de que Israel estaba dispuesto a aceptar la propuesta de alto el fuego de EE UU y Francia para detener la escalada bélica en el Líbano. “Mientras Hezbolá opte por la guerra, Israel no se detendrá”, ha advertido; “vamos a ganar esta batalla porque no tenemos otra opción, luchamos por nuestra supervivencia”. El discurso del primer ministro ante la Asamblea General de la ONU, interrumpido en varias ocasiones por abucheos y discretos aplausos hasta el punto de que el presidente de turno de la sesión tuvo que llamar dos veces al orden a la sala, ha sido una repetición del argumentario de su Gobierno durante la guerra; y su tono desafiante, el mismo que mostró en su mensaje al Congreso de EE UU a finales de julio. Menos de 24 horas después de haber llegado a Nueva York, y apenas dos horas después de su discurso, el líder israelí decidió adelantar su regreso al país por los acontecimientos sobre el terreno, en concreto el potente bombardeo sobre Beirut, según anunció su oficina en Jerusalén.

Su discurso fue una huida hacia adelante retórica —y geopolítica, en un foro en el que la mayoría de los países ha exigido un alto el fuego en Gaza, pero también en Líbano—, en la que arremetió contra todo: contra la legitimidad de instituciones como la ONU o el Tribunal Penal Internacional, cuyas acusaciones a Israel tildó de “absurdas”; contra el foro que le albergaba y a quien acusó, sin ambages, de antisemita. Netanyahu aseguró que la guerra contra Hezbolá no se detendrá hasta que los 60.000 israelíes desplazados del norte del país puedan volver a sus casas. En su discurso hubo más protagonistas que Hamás, convertido casi en una nota a pie de página ante las frecuentes alusiones a Irán como instigador de los ataques contra Israel y de las manifestaciones propalestinas y antiisraelíes que recorren el mundo desde que empezó la guerra en Gaza.


Aunque en las últimas horas la oficina del primer ministro israelí había emitido señales de considerar la propuesta de alto el fuego en su campaña contra Hezbolá en Líbano, el tono de Netanyahu en la tribuna de oradores se encargó de apagarlas. Con un mapa de diseño escolar, simple e impactante, que a su juicio refleja ejemplarmente las únicas dos opciones de futuro que tiene Oriente Próximo, y por extensión el mundo (el eje del bien y el eje del mal, en sus palabras, literalmente, el de “la bendición” frente al de “la maldición”), volvió a clamar contra Irán. “Un futuro de esperanza frente a un futuro de desesperación”, recalcó, acusando a Teherán de pretender “imponer su radicalidad mucho más allá de Oriente Próximo”.

Extracto del discurso del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 27 de septiembre de 2024. Foto: Eduardo Muñoz (Reuters) | Vídeo: EPV

“No tenía pensado venir este año [a la ONU], porque mi país está en guerra por su supervivencia, pero tras escuchar las mentiras y difamaciones contra mi país por parte de numerosos oradores en este foro, he decidido venir para dejar las cosas claras. Esta es la verdad: Israel quiere la paz, anhela la paz, ha logrado la paz y la volverá a lograr, pero para ello debe derrotar a enemigos salvajes”, arrancó su discurso un envalentonado Netanyahu pese al vacío expreso de numerosas delegaciones, que se ausentaron durante su discurso, y los sonoros abucheos. Entre los ausentes estaban los diplomáticos de Arabia Saudí, a quien Netanyahu tendió la mano para, “con la ayuda de EE UU”, avanzar en su particular mapa regional del bien tras las alianzas forjadas por su país con otros árabes en los últimos años.

Como viene haciendo desde el comienzo de la guerra, Netanyahu arremetió contra la ONU, a la que acusó de flagrante antisemitismo y de un doble rasero que condena exponencialmente a Israel “mucho más que al resto de los países en su conjunto”, en alusión a las resoluciones emitidas por el Consejo de Seguridad y la Asamblea y convertidas en papel mojado por su Gobierno. “Esta hipocresía [de la ONU y la comunidad internacional] no es por Gaza, es por Israel, hasta que se drene esta ciénaga antisemita, no habrá equivalencia en el trato. Hay antisemitismo puro y duro, los verdaderos criminales de guerra no están en Israel, están en Irán, en Gaza, en Líbano”, ha subrayado el primer ministro israelí, tildando de “absurda” la orden de detención contra él por parte del Tribunal Penal Internacional.

Buena parte de su discurso cargó, como hiciera ante el Congreso de EE UU, contra Irán. Netanyahu se vanaglorió de que las acciones israelíes —una velada pero clara alusión a los atentados contra varios científicos— han logrado demorar al menos “en diez años” el programa nuclear iraní, pero eso no basta, aseguró, para conjurar lo que presentó como una amenaza no solo regional, sino global. “Tengo un mensaje para los tiranos de Teherán: si nos atacan, les atacaremos. En Irán no hay lugar al que no pueda llegar el largo brazo israelí, y eso vale para todo Oriente Medio. (…) Estamos ganando. Israel se defiende de Irán en varios frentes [de Yemen al Líbano pasando por Gaza], la línea entre la bendición [el bien] y la maldición [el mal] no puede estar más clara”.

Sobre el conflicto de Gaza, a punto de cumplir un año, Netanyahu celebró las “grandes operaciones militares” que acabaron con “23 de los 24 túneles” en la Franja desde los que, dijo, operaban los terroristas, una red “de dimensiones parecidas al trazado del metro de Nueva York”. Prometió a las familias de los rehenes aún retenidos por Hamás no descansar hasta devolverlos a sus hogares, saludando personalmente a varios familiares presentes en la sala. El jefe del Gobierno más ultraderechista y nacionalista de la historia de Israel acusó a Hamás de robar la comida que ha entrado en el enclave gracias a la escasa la ayuda humanitaria y de ponerle “precios desorbitados” para mantener cautiva a la población civil, propalando el relato del grifo cerrado de la ayuda por parte de Israel. De cara al hipotético día después, descartó completamente que Hamás tenga un lugar en Gaza. “Imaginen que tras la II Guerra Mundial hubiéramos permitido a los nazis reconstruir Alemania, es ridículo, eso no va a pasar, por eso no vamos a permitir a Hamás ningún espacio en Gaza después de la guerra, queremos una Gaza desmilitarizada y para ello estamos trabajando” con países y actores regionales. “Esta guerra puede acabar ahora, lo que tiene que pasar es que Hamás se rinda, sólo tiene que entregar las armas y devolver a todos los rehenes”, recalcó, en alusión a su mensaje inicial, acogido con más abucheos de la sala, sobre la voluntad de paz de Israel.

El esperado discurso de Netanyahu en la ONU, en especial por sus previsibles alusiones a la escalada bélica en Líbano, concluyó prácticamente a la vez que en el cielo de Beirut aparecían nuevas nubes de humo por el impacto de proyectiles. El primer ministro lo dejó claro: ni una sola mención a la tregua que defienden EE UU y Francia; al contrario, un no rotundo a contemporizar con Hezbolá. “Ya está bien”, dijo enérgicamente. “No descansaremos hasta que nuestros ciudadanos puedan volver a sus hogares, no toleraremos que un Ejército terrorista se sitúe en nuestra frontera internacional, disparando indiscriminadamente contra nuestros pueblos y ciudades, y además haciéndolo tras colocar esos cohetes y esos misiles en escuelas, hospitales y edificios de viviendas, poniendo en peligro a su propia población (…) Mientras Hezbolá opte por la guerra, Israel no se detendrá”.

 Netanyahu, en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, el 27 de septiembre.
Netanyahu, en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, el 27 de septiembre.Richard Drew (AP/ LaPresse)

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