Ismail Haniya, el último de toda una saga de jefes de Hamás asesinados
La organización fundamentalista, que acusa a Israel de la muerte de su líder, lleva cuatro décadas sustituyendo a jefes políticos y militares caídos en operaciones israelíes dentro y fuera de Palestina
Ismail Haniya, el líder político de Hamás desde 2017, se perfila como el último caso de toda una saga de máximos responsables del conocido como Movimiento de Resistencia Islámica asesinados por Israel desde que nació a finales de los años ochenta del pasado siglo. Hasta el momento, el grupo, que culpa a Israel de la muerte, no ha anunciado quién ocupará la posición vacante. El Estado judío no ha reconocido ser el responsable, como tampoco lo hace en muchas otras ocasiones cuando lleva a cabo este tipo de operaciones en el extranjero.
En todo caso, hay pocas dudas de que el principal beneficiario de dejar fuera de juego a Haniya es el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, firme defensor de la línea dura en la guerra. Antes de ser el responsable de toda la organización, Haniya fue líder de Hamás en Gaza desde 2006, cuando el movimiento se impuso en las elecciones en la Franja al partido Fatah, brazo principal de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Las Fuerzas de Seguridad del Estado judío persiguen a los máximos responsables de la resistencia armada palestina, a veces durante años, sin importar que, como en el caso de Haniya, formen parte del aparato que lleva meses tratando de arañar un alto el fuego en una guerra que se acerca ya a los 10 meses y que, con casi 40.000 muertos, es la más sangrienta que se ha librado en la franja de Gaza.
Ahí, en el principal escenario de la contienda, las tropas de ocupación siguen sin conseguir acabar con ninguno de los máximos responsables del movimiento. Lo intentó el 13 de julio con el jefe militar en la Franja, Mohamed Deif, superviviente de varios intentos de asesinato y al que Israel señala como uno de los cerebros de la matanza de 1.200 personas el pasado octubre en territorio israelí, pero, de momento, no ha sido dado por muerto.
El último jefe de Hamás asesinado había sido el número dos de la organización, Saleh al Aruri, nacido en Cisjordania en 1966. Un dron israelí disparó contra él en Beirut, capital de Líbano, el pasado 2 de enero. Entonces, la actual contienda enfilaba ya casi su cuarto mes e Israel trataba de mandar el mensaje de que no habría piedad con la cúpula del grupo que había liderado el ataque más sangriento desde que nació el Estado judío en 1948. Esa matanza cometida el 7 de octubre fue precisamente el detonante de la guerra. Pero Hamás tiene larga experiencia en sustituir a líderes liquidados por el enemigo.
Hace ahora 20 años, en plena Segunda Intifada y en un periodo de menos de un mes, fueron asesinados el fundador y líder espiritual del movimiento, el jeque Ahmed Yassin, a los 67 años, y su sucesor. Con una discapacidad de nacimiento que lo mantenía en silla de ruedas, tres proyectiles lanzados desde un helicóptero Apache acabaron a primera hora de la mañana del 23 de marzo con Yassin cuando se disponía a realizar la primera oración de la jornada. En una operación similar, el líder ya había resultado herido el año anterior.
En ese momento se hizo cargo de la organización islamista el que era número dos, Abdelaziz Rantisi, que accedía a la cúpula prometiendo vengar el asesinato del jeque y habiendo sido ya objetivo de las tropas israelíes, que fallaron por poco en un bombardeo meses antes y del que salió herido. Las tropas israelíes sí lograron su objetivo el 18 de abril, menos de un mes después de que Rantisi, médico pediatra, tomara las riendas de Hamás. De igual manera, proyectiles lanzados desde un helicóptero de combate acabaron con su vida a los 57 años. Circulaba a bordo de un vehículo junto a uno de sus seis hijos y un guardaespaldas, que también murieron.
El 22 de julio de 2002, una potente bomba lanzada desde un avión de combate F-16 sobre un edificio de la superpoblada Gaza acabó con la vida del jefe militar de Hamás, Salah Shehade, nacido en 1953 y otro influyente miembro del grupo desde su fundación. El proyectil también mató a su mujer, sus nueve hijos y media docena de personas más. Se trata de una forma habitual de actuar de Israel, que, a menudo, ignora el derecho internacional humanitario y la prohibición de llevar a cabo acciones de ese tipo aunque tenga localizado a un líder enemigo.
También durante el periodo convulso de la Intifada, el 21 de agosto de 2003, Israel mató en un ataque aéreo a otro de los máximos responsables, Ismael Abu Shanab. “El asesinato de Abu Shanab supone también el asesinato del alto el fuego y Hamás responsabiliza completamente al enemigo sionista de las consecuencias de este crimen”, reaccionaba entonces Haniya, que todavía no había escalado hasta la posición más alta del escalafón político de la organización fundamentalista.
En noviembre de 2012, Ahmed Yabari, nacido en 1960 y entonces todopoderoso jefe del brazo militar de Hamás, murió en otro de los considerados asesinatos selectivos por parte de las Fuerzas de Seguridad de Israel. Yabari alcanzó sus más altos reconocimientos dentro de Gaza y como enemigo del Estado judío al erigirse en carcelero y negociador de la liberación del soldado israelí Gilad Shalit. El joven permaneció secuestrado un lustro y, finalmente, regresó en 2011 a su país tras ser intercambiado por más de un millar de presos palestinos en la más espectacular operación de este tipo que se conoce.
Una de las claves de este asesinato será su impacto en las negociaciones de tregua que mantienen desde hace meses Hamás e Israel para liberar los 115 rehenes que siguen capturados desde el 7 de octubre en la Franja, aunque en torno a 40 han sido ya dados por muertos. Aquel día, además de asesinar a unas 1.200 personas en territorio israelí, los atacantes, liderados por Hamás, hicieron rehenes a otras 250 personas. Algo más de un centenar quedaron en libertad en la única semana de tregua que ha habido durante la guerra, la última de noviembre.
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