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Bruselas activa el boicot a la presidencia húngara del Consejo de la UE por las reuniones de Orbán con Putin y Xi

La Comisión Europea empieza a aplicar la norma de enviar solo a funcionarios a las reuniones de alto nivel

El ministro del Interior húngaro, Sandor Pinter (centro), durante su intervención en la reunión de ministros de la UE, este lunes en Budapest.Foto: ZSOLT SZIGETVARY (EFE) | Vídeo: EPV
María R. Sahuquillo

Las represalias contra Hungría por las reuniones del primer ministro Viktor Orbán con el ruso Vladímir Putin y el chino Xi Jingping en una supuesta “misión de paz” para Ucrania mientras ejerce la presidencia de turno del Consejo de la UE ya están en marcha. La Comisión Europea cumplió su palabra y no envió a ningún comisario a las reuniones de ministros de Justicia e Interior celebradas este lunes y martes en Budapest, las primeras desde que Bruselas anunció la decisión de boicotear las citas organizadas por la presidencia húngara en respuesta a la actitud de Orbán. Por la parte de los Estados miembros, el boicot se siguió de forma desigual, aunque los números resultaron elocuentes. De los 27 Estados miembros, una decena enviaron a un ministro o a la figura de mayor rango encargada de esa cartera (España no estaba entre ellos). “Había que enviar una señal clara de que las acciones tienen consecuencias y se está haciendo”, apunta una alta fuente comunitaria.

La relación entre la UE y Hungría, miembro del club comunitario desde 2004 y su socio más díscolo desde que emprendió un giro autoritario que ha derivado en la apertura de un procedimiento de infracción y la congelación de fondos europeos, está en su momento más bajo. Los viajes de Orbán —apenas iniciado su mandato semestral europeo— a Moscú, a Pekín y a Florida, donde se reunió con el republicano Donald Trump, candidato a la Casa Blanca, han enfurecido a la UE. El lunes, el alto representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell, decidió no convocar en Budapest la tradicional reunión de ministros de Exteriores y Defensa de todos los meses de agosto (Gymnich) y hacerlo, en cambio, en Bruselas, a la vuelta de vacaciones, un paso más en esas represalias. “Debe haber algunas consecuencias formales”, zanjó Borrell.

La reunión sobre Justicia e Interior (fundamentalmente centrada en inmigración) de estos días en Budapest, a la que países como Bélgica, Austria, Italia o Luxemburgo han enviado a un ministro o figura equivalente, no es una señal definitiva sobre si las represalias contra Orbán son generalizadas. Este tipo de citas, convocadas por la presidencia semestral de turno del Consejo de la UE, y no por el Consejo de la UE, son informales y no hay decisiones que adoptar. Suelen consistir en debates a los que en muchas ocasiones se envía a un secretario de Estado y no a un ministro. Sin embargo, la lista de ausencias es un termómetro de que las aguas están cada vez más turbulentas. Además, si se repite el patrón en las próximas citas, significa que la respuesta hacia el líder nacionalpopulista húngaro es mayoritaria.

España ha enviado en los dos casos (Justicia e Interior) a un secretario de Estado. “Algunos países enviaron políticos de nivel inferior, algunos a ministros; no digo que sea un boicot, sino una especie de opinión expresada por los Estados miembros”, ha argumentado Arnoldas Abramavicius, viceministro del Interior de Lituania. El titular de Interior húngaro, Sándor Pinter, ha tratado de quitar hierro al asunto: “En las reuniones informales no siempre acuden ministros, incluso en periodos ordinarios. En esta reunión hemos tenido una decena de ministros, es una representación fuerte. Espero que en las formales haya representación de todos los Estados miembros”.

No todos los socios están a favor de la fórmula de boicotear las reuniones de la presidencia húngara. A España, por ejemplo, no le gusta la medida. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, explicó el lunes que el rango de los asistentes españoles se decidirá en función de las circunstancias y de la reunión. “No debe haber boicots”, dijo en Bruselas. A Alemania y a Luxemburgo tampoco les gusta la fórmula porque consideran que es más productivo acudir y confrontar a sus homólogos allí.

A algunos les preocupa, además, que Orbán, que carga frecuentemente contra los “burócratas de Bruselas”, se escude en ese boicot para amplificar su narrativa contra los procedimientos comunitarios y también para dejar de avanzar en los pocos asuntos que la presidencia húngara debe sacar adelante en este final de legislatura. Mientras, hay Estados miembros como los bálticos o Polonia que son partidarios de un boicot más duro. Varsovia llegó a plantear el lunes que la reunión de Exteriores y Defensa de agosto (Gymnich) debería celebrarse en Ucrania, afirman fuentes diplomáticas.

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A partir de ahora, todos los ojos están puestos en qué países seguirán el boicot iniciado por la Comisión Europea en las próximas citas —Sanidad, la semana que viene, o Economía, en septiembre—. Y, sobre todo, qué va a pasar con la cumbre de noviembre, donde no solo hay prevista una reunión de los líderes de los 27 Estados miembros, sino también una cita de la Comunidad Política Europea, una cumbre europea en formato ampliado en la que están también los países de los Balcanes, el Reino Unido, Noruega o Armenia, por ejemplo. Fuentes comunitarias creen que esa cita no se va a boicotear porque sería en parte una afrenta a los países de fuera de la UE, ya que esas reuniones son semestrales. “Puede que de aquí a noviembre las cosas hayan cambiado”, aventura una alta diplomática. La cumbre está prevista justo después de las elecciones presidenciales estadounidenses que se celebrarán el 5 de noviembre.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.
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